Chiste gráfico de la época |
La expresión “proviene de un antiguo cuento baturro en el que se
escenifica la proverbial tozudez que se atribuye a los aragoneses”, según
explica José Luis García Remiro, autor de “A buen entendedor...”. Felipe Pérez
y González ya relataba por 1883 en “La Ilustración Española y Americana” que un
día San Pedro, aburrido por no tener que abrir las puertas del cielo a nadie,
pidió a Dios volver al mundo para ver qué pasaba allí abajo “que ni un mortal
viene a vernos en tantos años y tantos”. Con el beneplácito divino, San Pedro
bajó a la Tierra de un salto y apenas hubo llegado, camino de Zaragoza, se
encontró con un baturro al que preguntó a dónde se dirigía.
-“A Zaragoza”, respondió el maño.
-“Si Dios quiere”, replicó San Pedro.
Pero el aragonés insistió sin corregirse: “Que quiera o no, voy a
Zaragoza”, según la versión del relato del brigadier don Romualdo Nogués, que
firmaba como “Un soldado viejo, natural de Borja” en” El Averiguador Universal”
(1882).
Malhumorado el Pescador y con las plenas atribuciones que de Dios tenía,
convirtió al aragonés en rana y lo arrojó violentamente a un charco vecino. Y
allí lo tuvo algunos años, obligándole a sufrir las inclemencias del tiempo,
las pedradas de los chicuelos y otras mil calamidades, prosigue la narración de
Pascual Millán en la página 155 del libro “Caireles de oro. Toros e historia”
(1899).
Cuando, terminada su misión, San Pedro se disponía a subir a los cielos,
regresó al camino de Zaragoza para devolver al baturro a su ser y le volvió a
preguntar sobre a dónde se dirigía.
-“Ya lo sabes, a Zaragoza·, dijo firmemente, más firmemente que la vez
primera, el interpelado.
-“Si Dios quiere, hombre, si Dios quiere”, insistió San Pedro
dulcemente.
-“Qué Dios ni qué... suplicaciones; ya te lo hi dicho: ¡A Zaragoza o al
charco!”
“Y viendo el Apóstol que era inútil dominar aquel carácter, dejó al
zaragozano seguir tranquilamente su camino”, finalizaba Pascual Millán.
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