La despoblación de
las áreas rurales es un fenómeno de la Edad contemporánea, sobre todo del periodo de
la industrialización y apareció en todos los países en los que se dio este
desarrollo en el siglo pasado. Actualmente lo está siendo en los países en vía
de desarrollo, incluso, de manera más brutal y acelerado de lo que se dio
anteriormente.
Los llamados países
socialistas como la URSS tampoco supieron escapar de este modelo de
desarrollismo salvaje; al fin y al cabo, era y sigue siendo, el modelo hegemónico por el
que se rige la economía en todo el mundo y es muy difícil disociarse de él como
no sea en países muy pequeños, sin relevancia en la economía mundial (o en
“paraísos fiscales).
En España hubo
planificación económica durante el franquismo, pero en dos décadas, de los años
1950 al 70, la población rural emigró en masa a las grandes ciudades.
Naturalmente la
planificación podría haberlo evitado, pero la dinámica del sistema era llevar
las industrias allí donde operaba la banca y donde estaba la burguesía urbana
en su mayoría. También lo menos costoso era privilegiar y centralizar las
infraestructuras en pocos puntos. Zaragoza fue favorecida al ser una de las
grandes ciudades del interior y nudo de comunicaciones, allí se llevó un plan
ambicioso de desarrollo, pero el resto de la región quedó abandonado a su
suerte. Solo la provincia de Huesca, que tenía algunas localidades
industrializadas, emprendedoras y algunas comarcas muy favorecidas con los
canales de riego, se libraron del desastre (no la provincia en su conjunto).
Se dirá, por lo
tanto, que es una cuestión de dinero y mercado libre, de emprendimiento y no de
planificación, pero los ejemplos de Zaragoza y, sobre todo de Madrid,
demuestran que es un problema especialmente de planificación de la economía a través
del Estado. Madrid está en medio de la meseta decadente Ibérica, y es una
comunidad super desarrollada y poblada porque todas las políticas
gubernamentales han favorecido a la capital y actualmente a la Comunidad
regional madrileña, incluso de antes de la industrialización; ya con los “Austrias”
y los “Borbones”.
Otra cuestión
importante son las infraestructuras y las comunicaciones; cuando los
“tecnócratas” del franquismo decidieron que el ferrocarril tenía que ser
rentable sentenciaron definitivamente a la España del interior como perdedora.
El ferrocarril y las comunicaciones no pueden ser rentable, al igual que la
enseñanza, la sanidad, la investigación y las políticas sociales; son
inversiones a futuro y eso solo lo han hecho y lo pueden hacer los Estados con
su burocracia y sus trabajadores, que son necesarios.
La alienación y enajenación
más grande que nos pueden hacer a los ciudadanos y ciudadanas actuales es la de
que nos están convenciendo que los políticos y los funcionarios son una carga
que habría que eliminar; no, lo que hay que eliminar son los malos políticos y
funcionarios corruptos. Cuestión nada fácil en una democracia, donde reina la
subjetividad, y la demagogia es consustancial al sistema democrático, pues
siempre creemos que los malos son los contrarios a nuestras ideas. Así que tenemos
que aguantar o tolerar también a supuestos malos políticos o funcionarios. Lo
peor que nos puede pasar es acabar con la “Función Pública”, que es lo que hizo
grande a la Europa desarrollada, al Japón o, ahora, a ese coloso de la economía
emergente que es China. También el aumento de los trabajadores y trabajadoras
públicos estuvo unido al inacabado y ahora frenado desarrollo del “Estado del
bienestar” que se dio en las primeras décadas del denostado Régimen del
78. Se quiere acabar también con los trabajadores públicos (funcionarios
o no), porque va todo en el mismo paquete para hacer llevar a la economía a los
tiempos de los antiguos señoritos que acudían a la plaza por la mañana a
contratar jornaleros. Entonces apenas había trabajadores públicos, pero la mayoría de la población vivía en la miseria o en el subdesarrollo de la economía.
Por eso soy
pesimista en relación a los planes para combatir la despoblación; mientras permanezca
el neoliberalismo dominante, en donde los que tienen el dinero
se sustraen a la autoridad del Estado (y no solo con triquiñuelas picarescas o
por la complicidad, tolerancia o corrupción de las autoridades y altos
funcionarios), sino por unas leyes hechas para ellos que discriminan a la
pequeña empresa, a los autónomos y trabajadores por cuenta ajena, no hay nada
que hacer, ni con la despoblación ni con las pensiones, ni con el deterioro de
la Sanidad, ni con nada.
Lo fácil es cortar
la financiación a lo que no es rentable a corto plazo, resignarse a los
recortes, a que los servicios sean malos, que no son viables, precarizarlos o
eliminarlos.
Si se hubiera
actuado así siempre, ni se habrían construido los hospitales que tenemos, ni se habían
puesto en marcha el sistema de pensiones, ni construidos colegios en miles de
pueblos (que hace menos de 150 años no existían), ni el telégrafo, ni el
teléfono, ni el ferrocarril, ni las estafetas de correos, ni los regadíos, ni las
aguas potables a nuestro pueblo y comarca que nos salieron muy baratas. Nada de
eso era rentable para los ricos. Pero se hizo. Y no hace falta ser socialista,
bastaba con ser liberal demócrata como lo era Joaquín Costa y los
regeneracionistas del siglo XIX. O incluso socialcristiano o conservador
regeneracionista como Primo de Rivera. Franco también lo hizo al menos al
principio del fomento industrial de su Régimen porque en el mundo desarrollado
de su época lo que funcionaba era la socialdemocracia, las democracias
populares socialistas del Este y el liberalismo demócrata keynesiano en EE.UU. Existía el Estado. Donde no hay Estado (y el modelo capitalista neoliberal está acabando con e)l, hay cada vez más subdesarrollo, corrupción y miseria.
Algunos datos:
El territorio
español es un 90% rural.
En 336 municipios
según el padrón no hay población menor de 15 años.
El 80% de la
población española vivía hace un siglo en los pueblos o ciudades pequeñas. Actualmente
es al revés.
La falta de acceso
al transporte, la sanidad y la educación son algunas de las causas de la
despoblación y no solamente la falta de trabajo.
Existen zonas en
España como la denominada “Laponia Española” o Celtiberia (por rodear la
Serranía Celtibérica), que se contabilizan solo de 2 a 8 habitantes por Km.
cuadrado.
En la mitad del territorio español solo vive el 5% de sus habitantes |
Bien bien buen artículo si señor.
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