-Cunchillos-Tarazona (Zaragoza)
(años 50-60), pero bien podría haberse dado en Samper por aquella época. Por
eso lo traigo a colación en este día de Domingo de Ramos.
Jesús va a Jerusalén, donde sabe que ha de morir dentro de pocos días, y hace su entrada solemne en la ciudad». Semana de Pasión y Pascua Florida.
-Los sermones
En esta semana de preparación espiritual,
venían al pueblo unos frailes a dar sermones, se decía que eran misioneros.
Subidos al púlpito, cada día, iban desgranando los horrores del infierno, y la
felicidad del cielo, pasando por el limbo, y también por el purgatorio. Eran
como unos ejercicios espirituales exprés, sin tiempo para respirar ni pensar.
Sermón corto y salir a echar un cigarro, corros debatiendo y opinando cuál majo
se había explicado.
—Pues el de hoy es más majo y más
gracioso que el de ayer, que era un poco bollo.
—El de hoy, bastante charrín, hasta nos
cuenta chistes.
La concurrencia a los sermones era
numerosa. Los predicadores sabían ganarse a los pecadores de la pradera. Era un
sermón donde nada se dejaba al azar, seguía un perfecto guion, esto lo supe
mucho más tarde, hablando con un amigo excura. Mis recuerdos de aquellos años
son como de ayer, son tan originales, entrañables, que les voy a dedicar todo
un relato titulado Comulgar por pascua florida. Las cosas no suceden por azar,
todo tiene un porqué, y detrás de los sermones se esconde toda una técnica para
acojonar y convencer.
Estaba esperando, como agua de mayo, que
llegara este día para contaros cómo era el Domingo de Ramos en mi pueblo,
Cunchillos.
-Preparativos del ramo
El día anterior, al anochecer del sábado,
con mi amigo Angelito (el torero), nos vamos a cortar unas ramas de olivo. La
tradición consiste en ramos de olivo, los olivares elegidos fueron los del
Pontón, carretera de Vierlas. Nos metimos dentro del olivar, para que no nos
viera nadie, si nos ve el dueño igual nos encorre a zurriagazos. Empezamos a
cortar las mejores ramas. Para los mayores ramas pequeñas, y para nosotros y
nuestras hermanas las ramas deben ser lo más parecido a un pequeño árbol de
olivo.
Durante el día, mi madre me había mandado
hacer algunos recados.
—Vete donde la tía Elvira a ver si tiene
una ristra de azarollas, y que te dé una, y a la tía Visita le pides higos
secos.
Doy unos golpes en el tabique de la
alcoba, y al poco, al otro lado, se pone la Pili (teléfono inalámbrico).
—¿Qué pasa, José Luis?
—Que me dice mi madre si tenéis una
pinocha de panizo, el de saltar, el de hacer palomas en la sartén.
—Espera que suba al granero… ¡Sí, pasa a
por ella! —me dice la Pili.
Mi madre ya había comprado unos caramelos
y media docena de galletas María. Con todo esto, nos quedarán unos bonitos
ramos.
La noche del sábado mi madre la pasa
adornando las ramas de olivos de mi hermana Amparito y el mío. En la sartén ya
ha hecho las palomitas. El ruido y el olor tan peculiar cuando explotan, pim,
pam, pum, como una traca sin fin, nunca se me olvidará, mi madre ha puesto más
granos de la cuenta, y al final se levanta la cobertera y no hay forma de
contenerla, más de una sale volando por toda la cocina.
Ya no sé ni por dónde voy.
-El domingo, ramos de olivos
Los niños con las mejores ropas, en
cuanto tocan las campanas el tercer toque, salimos corriendo, encerinados, a la
iglesia con nuestra rama, arbolito de olivo, va recargado de todo tipo de
cosillas colgantes. El mío lleva tres ristras de palomitas, con su color
blanco, dan un toque elegante, unas azarollas colgadas, tres galletas María,
cuatro higos secos, cinco caramelos. Algo parecido lleva el árbol de mi
hermana, pero además decorado con lacitos de colores.
¿Cómo llevarán el ramo, cómo lo traerán
los otros niños? ¿Qué cosas llevarán en los ramos? Bien repeinados y con los
zapatos de charol de la comunión, nos vamos corriendo a misa. Conato de
batalla, esquivamos los golpes. Todo el mundo con ramas de olivo; algunos, los
menos, ya se distinguen con sus elegantes palmas de Elche rematadas con un
vistoso lazo. La iglesia abarrotada, llena de colorido olivar. Algunos
caramelos se desprenden del árbol, hay ruido de tintineo de las galletas,
ristras, alguna mandarina rueda entre los bancos.
-La guerra de ramos
La procesión transcurre sin novedad,
salvo el conato a la salida amparados por las apreturas en la puerta, un pirata
afana algún caramelo. Lo bueno aún estaba por llegar, y esto era a la salida de
misa, de la iglesia. Los más piratas ya les habíamos echado el ojo a algunos
ramos abarrotados de todo tipo de dulces. Los ramos de las niñas eran los que
más carga tenían, también el de Juan José no le iba a la zaga.
-La de Dios es Cristo
La batalla, que se organizaba a la salida
de la iglesia, era para no contar, empezaban el Felixín y el Angelito, y detrás
los demás, a dar mandobles con los olivos, plis, plas, se había declarado la
guerra a cacharrazos con los olivos. Una niña en la huida se ha dado una
morrada, un talabartazo, el ramo sale despedido, llora desconsolada. Del fragor
de la batalla, el suelo se cubre con todo tipo de frutas y golosinas, algunas
conseguían escapar con el árbol sin haber sufrido grandes destrozos, eran las
menos, luego venían las broncas, los lloros y demás; nosotros los piratas, las
risas. Te llevabas a casa los bolsillos llenos de golosinas, de todo.
Era la guerra del Domingo de Ramos.
Podría ser una bonita tradición para conservar. La batalla del Domingo de
Ramos.
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