Los pícaros de hoy no son como los del antiguo
régimen de los Austrias, pobres y míseros hombres y mujeres supervivientes de
la miseria del pueblo de aquella época que tan bien supo narrar la novela
picaresca del Siglo de Oro. Los modernos pícaros proceden igualmente de las clases populares,
pero no son indigentes y están amarrados al poder institucional, no tanto al
poder económico, que eso es otra cosa con más clase y se esconde entre
bambalinas.
Con las películas de Berlanga, que narran con tanto ingenio la
picaresca moderna y la corrupción del Régimen Franquista, creíamos, los ingenuos,
que ya se había acabado la España de charanga, cerrado y sacristía, pero no,
parece que está en nuestros genes como dicen los científicos o es el karma que
nos toca superar, como decían los alquimistas que eran precientíficos. O es
castigo divino que tenemos que sufrir con resignación que dirían los obispos o el mismo Papa que llevan conociendo la
picaresca a través del sacramento de la confesión más de 2,000
años. La modernidad no puede con los pícaros, que además se han hecho mas
refinados y ya no se beben el vino de las vinajeras o el queso del arca de su
amo, ahora roban a “espuertas”, “a manos llenas” para depresión
y angustia de quienes creemos que todavía hay políticos honrados, y
desencanto de la ciudadanía que nos consolamos de ver que “quienes no son de
los nuestros”, también están “manchados”.
¡¡Honor y Gloria!! Sea por siempre jamás.
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