El bar de toda la vida que ha servido sus famosas salmueras y platos de casquería a cuatro generaciones de vecinos
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Un bar de toda la vida. Es hora de dejar de usar este término para todo, porque un bar de toda la vida no es cualquier sitio con barra de mármol, sifones en la pared y croquetas a cuatro euros. Un bar de toda la vida es la vida de alguien. Es un sitio que ha visto crecer a un barrio. En el que los padres se han hecho abuelos y los hijos, a su vez, padres. Donde al entrar, te llaman por tu nombre, te ponen lo de siempre y te sientes como en casa.
El bar AMblas (Caspe, 61, Zaragoza) es la vida de
Ana Blasco (Zaragoza, 64 años). Nació en la misma parcela que ocupa ahora el
local y, desde entonces, esa cocina en constante funcionamiento, las pipas de
vino de la bodega, el grifo de vermut y la nevera de 1965 han sido su casa.
Trinidad Gracia y Andrés Blasco llegaron en los
años cincuenta a Zaragoza, como muchas personas que lo hicieron desde todos los
pueblos de la provincia, buscando una forma de vida. Con ayuda de familia y
amigos, cogieron una tienda de vinos en la Avenida Madrid y, unos años más
tarde, pasaron a montar el bar, por aquel entonces mucho más pequeño que el
actual. “Mi padre tenía mucho capricho a las botas de vino de 1898 que tenía en
la tienda. Cuando expropiaron la tienda de vinos, decide comprar el local del
al lado del bar para poder colocarlas”, cuenta Blasco.
Las pipas, en las que todavía envejecen el vermut
unos meses antes de servirlo, fueron parte esencial del negocio hasta los años
80, momento en el que se prohibió la venta a granel. “Se vendía sobre todo
tinto y clarete, muchas veces en garrafas, pero también salían muchos cuartos y
medios, la economía de entonces era muy ajustada y la gente compraba lo que
necesitaba. También todos los licores que te imagines de imitación”. Aunque el
mayor gasto se hacía en el bar. Solo se bebían chatos de vino que llegaba desde
la bodega al grifo de la barra por una goma.
El AMblas era el epicentro del barrio, en el que
había jaleo desde comienzos de la mañana hasta entrada la noche. Por la mañana
llegaba la gente a almorzar, siempre trabajadores que andaban por la zona. Al
mediodía no solían dar comidas, solo vino y alguna cosa para picar. Luego la
partida de guiñote con el café, copa y faria llenaba todas las mesas. Hasta
ahora, solo hombres en el bar. A partir de las siete, llegaba alguno acompañado
de su mujer, patata asada y chatico de vino y los clásicos de la casa: el
boquerón y la salmuera; y por la tarde-noche, cenas: cabezas asadas, callos,
bacalao frito con tomate. Un modelo de negocio que era posible porque una
familia entera entraba a primera hora de la mañana y marchaba a última hora de
la noche del bar.
Hoy, las cosas no han cambiado tanto. Ahora entre
semana tienen un menú del día por 14 euros. Platos sencillos que desearías que
fuesen tu comida diaria: judía verde con patata, coliflor, menestra, macarrones
con tomate y chorizo, sopa de pescado, caldo de cocido con fideos y garbanzos o
fritada con huevo, suelen ser las opciones de primero. De segundo puede haber
salchichas con tomate, albóndigas, lomo, pescadilla rebozada, pollo chilindrón,
pechugas empanadas, pollo asado. El postre está incluido —flan, tarta de
manzana o de queso—, agua, vino y gaseosa. Sin embargo, mucha gente va de
propio a por sus platos de casquería. Lechecillas, manitas de ternasco, callos
de ternera, madejas… y las famosas cabezas de cordero (media por siete euros y
una entera por 14). Blasco cuenta que, hace 40 años, llegaban a gastar 80
cabezas de cordero a la semana. Hoy, siempre bajo encargo, preparan alrededor
de diez, siendo uno de los únicos lugares de la ciudad donde se puede comer
este clásico.
AMblas
Dirección: Calle de
Caspe, 61, Delicias-Zaragoza
Teléfono: 976 33 25 33
Precio: Menú del día
por 14 euros
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