Una peculiar
antítesis de esto fueron los levantamientos religiosos del mundo musulmán, en
especial en el África. El Islam es una religión adaptada a los orientales, en
particular a los árabes, es decir, por una parte, a los hombres de las ciudades
dedicados al comercio y la industria, por la otra a los beduinos nómadas. Pero
hay en él el embrión de una colisión que reaparece en forma periódica. Los
habitantes de las ciudades se enriquecen, viven en el lujo y no se esmeran en
la observancia de la “ley”. Los beduinos, pobres y por lo tanto de estricta
moralidad, contemplan con envidia y codicia estas riquezas y placeres. Luego se
unen bajo un profeta, un Mahdi, para castigar a los apostatas y restablecer la
observancia del ritual y de la fe verdadera, y para apropiarse, en recompensa,
de los tesoros de los renegados.
Al cabo de cien años,
como es natural, se encuentran en la misma posición de los renegados de antes:
surge la necesidad de una nueva purificación de la fe, aparece un nuevo Mahdi y
el juego recomienza otra vez. Esto fue lo que sucedió desde las campañas de
conquista de los almorávides africanos y los almohades de España hasta el
último Mahdi de Jartum, que con tanto éxito contuvo a los ingleses.
Lo mismo, o algo
similar, sucedió con los levantamientos en Persia y otros países musulmanes.
Todos estos movimientos estaban revestidos del ropaje de la religión, pero
tenían su fuente en causas económicas. Pero cuando triunfan permiten que las
antiguas condiciones económicas se mantengan intactas. De manera que la
situación anterior se conserva inmutable y la colisión se repite en forma
periódica.
En los levantamientos
populares del Occidente cristiano, el disfraz religioso es (también) sólo
una bandera y una máscara para los ataques contra un orden económico que se
torna anticuado. Este es finalmente derribado, surge uno nuevo, pero con cada
levantamiento, insurgencia o revolución, a veces muy dolorosa o violenta, el mundo progresa.
Conclusión: “En el
mundo islámico no ha ocurrido esto, al menos hasta ahora, pues, aunque surgen
como respuesta a grandes injusticias o en los últimos tiempos al colonialismo o
neocolonialismo, siempre son de carácter reaccionario, nunca impulsan su
sociedad hacia delante, hacia el progreso. Más bien lo frenan o retroceden; son
retrógrados (como algunos de Occidente). Pero esto no significa que no deba
existir la libertad de expresión, de manifestación y de culto del Islam y de todas religiones. La
socialdemocracia siempre defendió con coherencia este principió e, incluso, en
la Unión soviética, los movimientos islámicos de liberación nacional apoyaron a
los bolcheviques porque estos los liberaron del colonialismo y de la
servidumbre zarista.” (la nota es mía).
No hay comentarios:
Publicar un comentario