sábado, 1 de noviembre de 2025

Charrada. Los antiguos charlatanes

 Cuando era yo un crío, venia un charlatán, dicen que valenciano, que aparcaba su camión lleno de mantas en la Plaza del Horno y subido en la parte trasera se ponía a hacer propaganda de su género.

A voces, se dirigía al público que se había concentrado alrededor de su camión. “Señores y señoras, miré que manta traigo hoy: es auténtica de -no sé dónde” (pero tenía un nombre de localidad exótica), “y por un lado lleva cuadros y por el otro, flores; para que usted la coloque sobre la cama cada semana por un lado diferente. Y sólo le voy a cobra por ella 1.500 pesetas. Pero como hoy me he levantado espléndido a quien se la lleve le voy a regalar esta otra manta de lana que es idónea para recién casados, porque es tan calentita que bajo ella se meten dos y salen tres. Y, es más, aunque mi mujer me diga que me he vuelto loco, a quien se lleve estas dos le regalaré también esta manta mulera, y esta otra para la cuna del niño, y ésta para la cama de la abuela, y ésta otra…” Así, el charlatán, ante los ojos atónitos del público concentrado ante su camión, que ya era una multitud, iba acumulando una sobre otra hasta hacer una montaña de ocho mantas. “Pero les he prometido –continuaba- que, al comprar la primera por 1.500 pesetas, le regalaba las otras siete…; pero a quien se lleve este lote hoy no le voy a cobrar 1.500, ni 1.400, ni tan siquiera 1.300 pesetas. Tampoco 1.200, ni 1.100… Antes de que me arrepienta, a quienes levanten la mano les daré las ocho mantas por tan sólo ¡mil pesetas!, y además les regalaré un peine con 100 púas: cincuenta por un lado y cincuenta por el otro”. Entonces, la gente se lanzaba a adquirir el chollo y, en poco tiempo, dejaba el camión vacío.

Hoy pensaríamos que habría “limpiado” el almacén de un supermercado y lo iba vendiendo por los pueblos antes de que lo pillara la Guardia Civil, pero lo más gracioso era su gracejo y lo forma en la que ofertaba el producto.

Ahora ya no es posible este tipo de venta ambulante porque lo controlaría Hacienda, Sanidad, y la competencia de los grandes almacenes no lo dejarían vivir, así que los charlatanes que todavía quedan por la comunidad de Valencia se dedican a hacer concursos y competiciones en las fiestas y ferias de algunos pueblos o comarcas.

En Zaragoza, hubo un hombre, que no se si era valenciano, que casi todos los días se ponía a vender cosas en la Plaza de Miguel Salamero; le llamaban el charlatán de la Plaza del Carbón porque este nombre antiguo de la plaza es como la llamamos casi todo el mundo. Era algo alucinante; yo solo lo vi dos veces cuando de pequeño fui con alguno de mis padres o tíos a Zaragoza. Daba tantas cosas que es imposible que tuviera beneficio alguno, y era imposible no comprarle algo; después de adquirir lo que parecía que te regalaba, cuando ibas a recoger el producto aún te daba más cosas. “Para su mujer” y si decía que era viudo o soltero y no tenías primas ni hermanas se inventaba una querida o futura pariente. Con gracia y salero, que hacía que todo el mundo fuera rápidamente a coger el lote.

Hoy el márquetin ha cambiado y se estudia en la universidad, seguro que los profesores habrán adquirido la técnica de los antiguos charlatanes de aquellos que había, la mayoría valencianos. Pero dudo que lo hagan con tanta gracia y den tanto por mil pesetas de las de antes.

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