El PSOE y el PP sigue apostando por una política de grandes eventos y de grandes fastos, una vez que parece que se va la pandemia y vienen “perricas” de Europa, se apuesta otra vez por la burbuja inmobiliaria y la inversión en proyectos especuladores en vez en servicios públicos para quienes han padecido de verdad la crisis por el Covid.
Un
ejemplo de ello el nuevo estadio de fútbol de Zaragoza, que nuestro
ayuntamiento capitalino considera como prioridad fundamental para salir de la
crisis económica, nuevas recalificaciones urbanísticas para aumentar la
importancia del esquí o unos Juegos Olímpicos de invierno pues no vamos a ser
menos que los catalanes que no se de donde van a sacar el dinero pues están más
arruinados que nosotros.
Todas
ellas crean empleo (temporal por supuesto), y se tiene fe en un retorno que
nadie asegura con certeza por que se basa en la fe, que es creer en lo que no
se ve.
Mejoran
la imagen de la comunidad, que la debemos de tener por los suelos por lo que se
ve, a pesar de ser la “Tierra Noble” o, alo mejor, tienen incluso un componente social,
pero también se ven acompañadas de un impacto económico y ecológico que no se
menciona. Apostar por el esquí con cada vez menos nieve supone recurrir a
enormes cantidades de agua y energía para dotar de nieve artificial a las
pistas. Cada vez hay menos nieve, pero “erre que erre” con las pistas de esquí
a las que hay que proveer de nieve artificial que cuestan un potosí en gasto de
energía y agua que también es cada vez más escasa y se tendrá que sustraer de otras
necesidades, pero las prioridades de quienes nos gobiernan son esas.
Las
recalificaciones urbanísticas volverán a subir como la espuma para alegría de
los grandes empresarios de la región que ya están aburridos pues no saben dónde
invertir el dinero que tienen porque está todo mal y no da “cuartos”. Y como de
ello se encarga, básicamente, una empresa pública con ayuda de un banco, las
pérdidas las pagaremos todos. En cuanto a la ciudad de Zaragoza, parece que se
reproduce el modelo de construir en nuevos espacios, en lugar de transformar o
consolidar los ya existentes, lo que seguirá haciendo difícil dotar de
servicios a una superficie que ha crecido mucho más que la población, solo hace
falta darse un recorrido por las afueras de Zaragoza y se verán urbanizaciones
fantasmas y polígonos industriales desutilizados.
Si, ya se que hay que ser optimista, pero hoy no lo soy.
A poder ser, si nadie lo impide, las instituciones públicas han de desviar lo recaudado hacia las empresas amigas, y nada mejor que el circo. Del pan ya hablaras tu otro día si nos haces el favor.
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