Resulta extraño estar contra la meritocracia, ya que su contrario es la aristocracia. Mas, lo que explica Sandel es que hoy lo opuesto a la meritocracia es la democracia y el bien común. El mérito tiene su valor. Asignar importantes roles sociales a personas calificadas por sus dotes y su esfuerzo es positivo. Tras una operación de cirugía hay un médico calificado. Y esa titulación requiere unas dotes y un esfuerzo. Entonces, el mérito no es cuestionable.
No
obstante, la meritocracia desarrollada últimamente en sociedades impulsadas por
el mercado, tiene un lado oscuro, ya que las actitudes que alienta, esto es,
una sociedad de ganadores y perdedores es corrosiva para el bien común. Ese es
el argumento de su libro. Y muestra cómo, la globalización impulsada por el
mercado ha profundizado la división entre ganadores y perdedores en nuestra
sociedad, ha envenenado nuestra política, y nos ha separado. En parte por las
desigualdades, pero también por las actitudes hacia el éxito que esta idea
promueve: los triunfadores creen que su éxito es solo obra de sí mismos, que es
la medida de su mérito. Y los que se han quedado atrás, es culpa de ellos. Esto
es «la tiranía del mérito».
La meritocracia produce arrogancia en los ganadores –es la «arrogancia meritocrática»– y humillación en los que quedan atrás. Porque en la base de la idea meritocrática está la creencia de que, si las oportunidades son iguales, los ganadores merecen lo que han ganado, que es solo suyo el mérito. Pero no es así. Las oportunidades no son iguales en nuestras sociedades: los ganadores en su gran mayoría parten con ventajas. Además, olvidan la suerte en su propio éxito y su deuda hacia sus padres, profesores, comunidades. En cualquier biografía profesional, un acontecimiento casual ha tenido una gran repercusión. La pareja elegida, una amistad del colegio, u otras circunstancias, han tenido una gran incidencia en nuestras vidas. Además, hay otros factores, que inciden en el éxito individual y que son arbitrarios y contingentes, como el poseer las habilidades que la sociedad demanda en un momento determinado. Messi no hubiera tenido el éxito hace 200 años. Entonces hay tres ingredientes que la sociedad quiere, premia y recompensa en el momento.(además de la suerte) contingentes y arbitrarios en el éxito: crianza, talento y loque la sociedad quiere, premia y recompensa en el momento.
Leer todo el texto en el "periódico de Aragón...
interesante reflexión, como todo de Cándido Marquesán
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