Dicen que los eventos mundiales, acontecimientos importantes o fenómenos trascendentes que han ocurrido a lo largo de la vida de una persona, modulan su personalidad, su temperamento y hasta su ideología ¿Pero es así de verdad?, ¿a todos nos afectan igual, de la misma manera? Con motivo de la celebración del 20 aniversario del atentado a las Torres Gemelas, me he puesto a reflexionar sobre si es verdad que a mí me afectó, o impactó como se dice ahora, de manera tan profunda como parece que impactó a todo el mundo mundial.
Lo mismo con otros
acontecimientos. Difiere el impacto según y como estemos ubicados sentimental o
emotivamente en el contexto. Siempre me acordaré del chiste aquel del Tío Tomás
de la Ribera navarra, que explicaba como el alcalde de uno de sus pueblos, en
fiestas, clamaba apesadumbrado porque se había caído una campana de la torre de
la iglesia y había matado a una persona. Al rato mando pregonar que la cosa no
era grave -tranquilos, el muerto era forastero-.
A mí me ocurre algo parecido; acontecimientos
que para algunos tuvieron mucha trascendencia para mí apenas me motivó y
viceversa. Por poner algunos ejemplos:
El Mayo del 68, la “Movida
madrileña”, la música pop de mi juventud o los guateques de mi
adolescencia; el gol de Marcelino en Rusia, el golpe de Tejero o el mismo
atentado a las Torres Gemelas. Me dicen: -te tienes que acordar de eso,
seguro que te impactó tremendamente e influyo en tu vida-; pues no siempre, a veces
he estado un poco fuera de tiesto y del contexto que me tocó vivir. De aquella
revolución de los estudiantes de Paris en 1968 me parecía un encuentro de
jóvenes pijos progres que se reunían todos juntos para follar y fumar porros. No
tenían la intención de acabar con la sociedad burguesa más libre del mundo como
era la francesa de la que eran unos privilegiados. Quizá contribuyeron a la
venida de otros movimientos sociales como el ecologismo, el pacifismo o el
feminismo. Pero eso vino después, en los 80 y 90.
De la Movida madrileña ni me
enteré; yo estaba trabajando sin salir de Zaragoza, solo a mi pueblo, y Madrid
quedaba en la periferia de mi vida; Seguía siendo un joven semirrural. La
movida madrileña me sonaba cómo la “Ruta del bakalao”, aunque luego supe
que tenía algo más de cultura o arte que el recorrido por las macro-discotecas,
pero no tanto. Así que siempre llegaba tarde a las nuevas “movidas”. Por
ejemplo, Los The Beatles o The Rolling Stones me empezaron a gustar cuando
ellos y yo éramos viejos; de más joven los escuchaba algo, pero me parecían estridentes
y zafios. Por si fuera poco, no entendía lo que decían, pues cantaban en inglés
que es un idioma que me da mal fario. Ahora sin embargo me parecen esplendidos,
sobre todo la canción del “submarino amarillo”*** Cuya
letra tiene un significado oculto y arcano que pocos saben descifrar. Ahora ya
si lo sé, pero en mi juventud estaba un poco en Babia o por los cerros de
Úbeda.
Lo de los guateques, vamos, sí,
estuve en algunos; parece que todo el mundo “ligaba” menos yo, que era
más parado con las chicas que una momia de la primera dinastía egipcia. Y no se
hacían tantos, salvo en las grandes metrópolis como las de Madrid o Barcelona; al
principio, en Zaragoza, que era muy cateta todavía en mi juventud, hicieron uno
con calimocho, cubalibres de mala ginebra y porros. Los detuvieron a todos. Salió
en el Heraldo y la prensa del Movimiento. Fue un escándalo tremendo. No sé qué fue
de ellos; sobre todo de ellas. Se decía que algunos padres las querían meter en
un convento como hizo el alcalde de Zalamea con su hija que se “enrolló” con el capitán de una compañía del tercio que pasaba por el
pueblo. Luego se desató la cosa, pero no era para tanto. Ahora todos los de mi
quinta parece que fueron a multitud de guateques en sus años mozos y sin pagar,
porque no se pagaba, sobre todo los que más “ligaban”. Bueno, alguno
pondría las perras, el local y los discos. Fue el paraíso de los “agarrados”
y nunca mejor dicho.
Con el gol de Marcelino tengo
sentimientos encontrados; quería que ganara la selección española pero el régimen
anterior a la Reforma política, que no era santo de mi devoción, hizo una
campaña tremenda; parecía la revancha por la derrota de la División Azul. Pero
me alegré; al fin y al cabo, yo era más bien groucho-marxista y el sistema de
la URSS no me cuacaba mucho. Ocurre, sin embargo, eso todos lo sabemos, que
cuando en el gobierno hay un determinado partido, por ejemplo, de izquierdas,
por muy españolistas que sean los forofos de derechas, querrían que la
selección nacional pierda, para que la victoria no la capitalice el Gobierno de
izquierdas que como sabemos es antiespañol y disoluto. Por otros motivos que no voy a decir, pasa algo parecido si hay un gobierno de derechas. Media España pues no quiere que gane la Selección española, o el Madrid o el Barça cuando juegan en el extranjero, y así no vamos a ningún parte La politización del
deporte, sobre todo en el futbol ha llegado a unos extremos excesivos, por eso
y por la introducción en este deporte de las altas finanzas y las mafias de la
especulación urbanística hace que cada vez me interese menos. Reconozco que el
futbol es el deporte que más me gusta y menos me aburre.
Lo que si me impresionó fue el
golpe de Tejero; pase la noche escondido muerto de miedo pues estaba en huelga
en mi empresa y era del comité. Después me he enterado que lo hicieron solo
para asustar a Marcelino Camacho y Nicolás Redondo que estaban muy
revolvedores, y algún ingenuo sindicalista como yo. De paso paraban también a
los recalcitrantes fascistas del “aparato del Estado y del ejército” que
no hacían más que dar guerra un día sí y otro también, amenazando con matar a
Adolfo Suarez, a Carrillo, a Felipe, a Fraga, al representante de Dios en
España (¡Tarancón al paredón!) y al ministro de Defensa don Manuel Gutiérrez
Mellado, que era marques y había sido falangista y republicano al mismo tiempo
durante la guerra civil. A Tejero, que era un sargento chusquero y se creyó la
operación, también lo engañaron. Mataron varios pájaros de un tiro y mejoraron
la figura del monarca, pero tuvieron que ir a buscarlo, que estaba de parranda,
para que saliera en la televisión a leer el comunicado ese de que se había
pasado el peligro. Lo de Tejero si me impactó en su momento. A partir de entonces
solo quería ser liberado sindical.
Lo de las Torres Gemelas me
enteré al día siguiente porque me llamó un amigo para comentar el tema y no
sabía nada pues por esos tiempos estaba yo en plan espiritual y practicaba meditación
y Yoga Nidra (Yoga del Sueño), y tenía prohibido oír o ver las malas noticias. La
verdad es que no sabía ni que existían las Torres Gemelas y me preguntaba si
serian como la torre Calaveras, la de Vitorián o las masías que he visto por
Castelldefels, pero comprobé que eran rascacielos. Durante meses creía que el
derribo era un montaje de la CIA, incluso un video falso, ahora me lo creo pues
el presidente nuevo norteamericano dice que es verdad y parece serio. Da un
poco de pena el viejo (nuevo), presidente norteamericano anunciando que ha
perdido la guerra con una tribu mahometana, pero si gobernara Trump todavía sería
peor pues movilizaría a todos los jóvenes estadounidenses que no le han votado y
no iba a quedar ningún demócrata en Los Estados Unidos.
Hoy, por lo que oigo decir,
todo el mundo conocía las torres gemelas antes de ser derribadas y la mayoría
parece que han estado tomando café en alguna de sus terrazas antes de
derrumbarlas. Yo no, lo juro, y aunque me hubieran llevado no habría subido
pues tengo mucho vértigo y no me asomo ni por la barbacana de Samper. A los dos
días del atentado, un patriota estadounidense mató, en venganza, a un paisano
que llevaba turbante; resulta que era de religión sikh y no musulmán; ya
barrunté entonces que no vendría nada bueno. Al poco, se invadió Irak que no
tenía nada que ver con el fundamentalismo musulmán pues era un régimen laico,
cuyas elites estaban occidentalizadas, comían pernil curado y se emborrachaban
con champan francés y güisqui del bueno. Era una burguesía que quería construir
una nación moderna, pero quedándose con su petróleo, como Dios y Alá manda; hoy
Irak es un desecho de fundamentalismos tribales y religiosos.
Luego vino lo de Afganistán;
mataron (o eso dicen), a Osama Bin Laden que no había manera de encontrarlo, pues
debía ser quinquillero como el Lute, y objetivo cumplido, “muerto el perro,
se acabó la rabia”.
Por fin estaremos en paz. Y yo con estos pelos.
***Amarillo el submarino es
Conocí
a un capitán
Que
en su juventud vivió en el mar
Y
su hogar fue la inmersión
Y amarillo, él muy bien pintó
Y
partí con mi soñar
Sumergido
fui por verde mar
Y
el color de mi soñar
Amarillo es, verde mar
Amarillo,
el submarino es
Amarillo
es, amarillo es
Amarillo,
el submarino es
Amarillo es, amarillo es
Junto
a mí
A
bordo están
Los
que navegar amarán
Y a cantar van a empezar
Amarillo,
el submarino es
Amarillo
es, amarillo es
Amarillo,
el submarino es
Amarillo es, amarillo es
Qué
feliz (¡qué feliz!)
Vivir
así (¡vivir así!)
No
queremos (¡no queremos!)
Nada más (¡nada más!)
Cielo
azul (¡cielo azul!)
Y
verde mar (¡y verde mar!)
Cielo
azul (¡cielo azul!)
Y verde mar (¡verde mar!)
Amarillo,
el submarino es
Amarillo
es, amarillo es
Amarillo,
el submarino es
Amarillo es, amarillo es
Amarillo,
el submarino es
Amarillo
es, amarillo es
Amarillo,
el submarino es
Amarillo es, amarillo es
Amarillo,
el submarino es
Amarillo
es, amarillo es
Amarillo, el submarino es
(Dicen
que la compuso John Lennon después de haberse tomado droga psicodélica, aunque él
dice que solo se tomó unos polvorones que le dio una vieja, posiblemente bruja.) De todas maneras, me gusta más "el tractor amarillo" que también es una canción algo esotérica.
Interesante y entretenida reflexión-exposición sobre las cosas que nos afectan. Que las musas te asistan.
ResponderEliminarDi que sí, de todo eso yo tampoco me entere, pero aún recuerdo como si fuera hoy la primera vez que se paro la concentración de la huerta y siguientes, el cierre del focar, las traviesas levantadas de la estación vieja, el pevea fallido de la tierra baja y el mar placas a cambio.
ResponderEliminarDeduzco por lo que dices que eres mayor ya y de Samper de Calanda. De la primera falla de la concentración parcelaria era todavía un crio, aunque como no lo viví en directo, pues no he tenido nunca tierras, poco me afectó; lo que no quiero decir que me fuera indiferente.
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