Consejeros autonómicos, alcaldes y concejales de medio pelo, alcaldes y concejales de ciudades, directivos de hospitales y hasta altos mandos militares han empañado los inicios de la campaña de vacunación contra la covid-19 al recibir la dosis antes que aquellos que combaten el virus en primera línea.
Las justificaciones que se dan son
de lo más peregrinas y hacen reír si no fuera un tema tan serio. El obispo de
Mallorca se apoya en el Papa de Roma, porque dice que ha dicho que se vacune
todo el mundo y él es un humilde servidor de la Iglesia, y los jefes militares
por si van “al frente”. No faltan políticos que dicen que ellos no querían ponerse
la vacuna, pero les obligó el sentido del honor y la responsabilidad.
El tráfico de influencias, la
prevaricación o incluso la malversación de fondos son algunos de los tipos
penales que afectan habitualmente a la corrupción política. Pero no sirven para
los supuestos conocidos en los últimos días. La portavoz de la Asociación
Profesional de la Magistratura (APM), María Jesús del Barco, apela al
“principio de mínima intervención que rige en el Derecho Penal”.
Advierte que como mucho lo que ha
habido en este caso ha sido un incumplimiento de protocolos, que son normas que
no tienen rango de ley. En concreto, el Ministerio de Sanidad estableció un
plan de 12 folios en el que tan solo se establecen los grupos prioritarios para
recibir la vacuna: ancianos y personal de las residencias, sanitarios en
primera línea, otro personal sanitario y grandes dependientes.
Por su parte, lo que revelan las
polémicas vacunaciones de directivos o cargos políticos es que cada institución
está elaborando sus propias pautas a partir de las dosis que recibe cada
administración. Un exfiscal general del Estado coincide en que “más allá del
reproche, estas vacunaciones no tendrían reproche penal”. Recuerda, por
ejemplo, que para que se produzca una prevaricación, es necesaria una
resolución administrativa y para demostrar una malversación hay que demostrar
un uso ilícito.
Desde el mundo de la Abogacía se
suman a este escepticismo. Vamos que no hay delito; esto es como quienes se
saltan la cola del pan, o de las paradas del taxi. Cuando he ido a hacerme las pruebas
del PCR, había quien se quería pasar la fila, pero el bedel no se lo permitía y
le gritaba de malos modos ¿No hay bedeles para las filas de las vacunas? No
hace falta que lleven porra; un bedel que va de blanco y parece un médico
impone mucho. Hay gente que aprovecha par preguntarle al bedel una batería de
preguntas: “Oiga señora/o, se lo diga a su médico” – le contesta el bedel
ante la perplejidad del paciente-.
El alcalde de Madrid y la
presidenta de la comunidad de Madrid dicen que la familia real, la aristocracia,
los altos cargos políticos de de las fuerzas armadas les pongan las vacunas
como al personal de tropa que ya no se sabe quién es la tropa.
Esto deja sin efecto la mayoría de las
multas, recurribles ante la administración. Al mismo tiempo, ata de manos a las
fuerzas de seguridad cuando la gente se salte las normas del confinamiento.
Yo estoy me estoy preparando para saltarme
las colas y cualquier día me bajo al pueblo pues a mí lo que diga el Papa, el
jefe de las fuerzas armadas y los ministros y gobernadores es lo fundamental,
pues soy una persona de orden.
Pues que te esperas con unas normas blandas ,multas que no se sabe si las pagarán.Anarquia y cerveza bien fria
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