El Mediterráneo
se tragaba estos días playas, paseos marítimos y muros de contención, colapsaba
cascos urbanos con espuma marina y se adentraba hasta tres kilómetros en el
Delta del Ebro: 3.000 hectáreas de arrozales han quedado bajo el mar. La
devastación en algunas zonas costeras es absoluta.
La depredación
urbanística llenó de hormigón espacios naturales protegidos y que el mar trata
de recuperar. 8.000 kilómetros de costa española (10.000 con rías y marismas)
sometidos a la especulación inmobiliaria.
En el 2004 se
presentó un ambicioso plan para frenar el urbanismo y recuperar el dominio
público del litoral, pero enseguida surgió una poderosa plataforma de 45.000
propietarios de casas a pie de playa. Hasta las embajadas británica y alemana
plantaron cara. Hubo que abandonarlo.
El gobierno amnistió
140.000 casas junto al mar que podrán ser vendidas y transmitidas sin ningún
veto. La crisis frenó por un tiempo los delirios urbanísticos en el litoral,
pero, viendo las imágenes de urbanizaciones arrasadas por el agua en la
desembocadura del Xúquer me encuentro con que el Ayuntamiento de Cullera ha
resucitado el Gran Manhattan, un megaproyecto paralizado por la crisis que
levantará 30 torres de 25 plantas y dos hoteles de 40 alturas en el único
rincón sin hormigonar que queda en Cullera, justo donde el mar dejó el otro día
el suelo arrasado por el mar, que parecía que había recibido un bombardeo.
Más allá de que
siempre habrá fenómenos meteorológicos que no podremos predecir; la mayoría de
los desastres que han aparecido en los últimos años y que aparecen con mayor
amplitud cada vez, se deben a un desarrollismo no planificado e, incluso,
cuando lo ha habido, se han saltado con impunidad las leyes. El urbanismo
especulativo el principal, y no es porque no hubiera especialistas que lo
predijeran. Veremos esto y más, y no es fatalismo.
Barrio ACTUR de Zaragoza |
Cuando me fui a
vivir al barrio del ACTUR en Zaragoza, un ingeniero me dijo que algún día el
Ebro arrasaría todo el polígono, ya que esta zona de antigua huerta se había
anegado muchas veces y además estaba en una zona que pertenece al “índice freático
natural del Rio”, o algo así. Otros más optimistas me calmaron diciendo que la
ciencia moderna aplicada a la ingeniería había solventado ese problema creando
diques e infraestructuras para que eso no ocurra, ni en el ACTUR (y el recinto
de la Expo), ni tampoco en el barrio de la Almozara que podría ser quien
sufriera las consecuencias. Me dejaron tranquilo, pero entonces pensé: pobre
gente de la Ribera Baja, porque si viene una gran avenida, por algún sitio
tendrá que reventar el rio; si no puede hacerlo por arriba, lo hará por abajo, -digo
yo que no soy nada experto en la materia-. El Ebro no es el Canal Imperial ni
una gran acequia. Es un ser vivo, que dicen los esotéricos de la “New Age” y
los ecologistas más idealistas. Una corriente de agua irregular con
inconsciente mental que se desborda cuando se cabrea, o sea.
El Delta del Ebro estos días |
Cuando me explicaron que las
Bardenas Reales las creó un Ebro enfurecido, me acojoné. Y ahora ha venido la
Gloria, que tiene el nombre de una amiga mía que tiene muy mal genio. No sé si
la ha mandado Dios contra las personas humanas para castigarnos por no respetar
la naturaleza o simplemente es obra del Maligno que suele actuar por libre sin
pedirle permiso a Dios. Entre uno y otro (que nunca se ponen de acuerdo), nos atormentan
a los mortales; ya está bien, que somos torpes y finitos en nuestro
entendimiento, pero de ellos, que se supone que tienen sabiduría infinita, podrían
calibrar bien que luego pagan justos por pecadores.
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