lunes, 23 de junio de 2025

Artículo. La sexualidad en el cristianismo

 Lo cierto es que el Nuevo Testamento hace pocas referencias a la sexualidad.

El Viejo Testamento sí, pero no lo tengo tanto en cuenta porque, aunque hay muchas sectas cristianas que lo tienen como dogma de fe, en la católica y otras no, pues en estos tiempos mataríamos a pedradas a las adulteras y a los homosexuales; no llevarían las chicas minifaldas en las terrazas de los bares el sábado, ni comeríamos jamón DO Teruel el domingo (ni ningún día).  O sea, que el viejo está totalmente anticuado.

Con la tolerancia del cristianismo en el Imperio romano, bajo el mandato del emperador Constantino, se busca establecer sus doctrinas y generalizarlas a la población no cristiana. Además del estudio de la Biblia, se incorporaron a la fe cristiana teólogos y filósofos adictos a la filosofía griega, especialmente neoplatónicos, y muchos gnósticos de doctrinas orientales que valoraban el espíritu por encima del cuerpo. Como si el espíritu no fuera parte del cuerpo.

En las múltiples iglesias locales cristianas parece que hubo multitud de puntos de vista respecto a la práctica de la sexualidad. San Pablo que venía de los fariseos y era puritano criticó las practicas libertinas y fue San Agustín, más tarde, el que contribuyó a unificar la visión cristiana del sexo, argumentando que el deseo sexual había hecho que Adán aceptara la propuesta de Eva de probar la fruta prohibida del Árbol de la Sabiduría. Ya sabemos que quería decir lo de la manzana, que se han hecho muchos chistes con ello. Esto significa que se asocia por primera vez el deseo sexual con los orígenes del pecado.

A pesar de mi admiración por el obispo y filosofo Agustín, creo que se equivocó, al considerar la alegoría bíblica de la incorporación del intelecto a la primera pareja del reino animal (más concretamente mamíferos muy evolucionados) que adquirió la categoría de humano y por lo tanto del autoconocimiento (árbol de la ciencia del bien y del mal). Con el sexo, y con el machismo que había en aquellos tiempos, es la mujer la que se llevó la condición de ser la mala de la película. Todavía estamos en ello.

San Agustín fue una persona muy obsesionada con el sexo y la gula, y cuando se hizo cristiano y decidió abstenerse de todo eso porque ya estaba arto, se volvió vegano y practicaba el ayuno intermitente; también se convirtió en eunuco voluntario como Mahatma Gandi, pero, al contrario que este, no podía quitarse de la cabeza esa obsesión, y como buen reprimido (eso nos pasa a muchos), sufrió mucho y eso influyo a la hora de confeccionar su teología. Realizó pues, San Agustín, por primera vez, la unión entre el sexo y el pecado, dejando a muchos cristianos educados en la cultura judeocristiana con una sensación de vergüenza ante el deseo sexual y el acto de saciarlo.

Estas teorías unificaron la doctrina sexual cristiana durante muchas centurias y, aún hoy en día, hay sectores del cristianismo practicante o no practicante, que se rigen por ellas.

Sin embargo, cuando yo era joven, me llamaba la atención que muchos hombres de ideas conservadoras, incluso de comunión fiel a la Iglesia, que no toleraban la infidelidad a sus mujeres, y, sin embargo, eran puteros recalcitrantes y satisfechos. Pero esto requeriría otro capítulo.

Con la aparición de Martin Lutero, en el año 1517 y su reforma protestante, hay un cambio muy importante, pues rechaza las doctrinas sexuales de San Agustín de que el sexo es pecaminoso, es decir, rompe el vínculo entre sexo y pecado original. Lutero declara que el sexo entre un hombre y una mujer era un regalo de Dios, siempre que éste se diera dentro del matrimonio.

La Iglesia católica todavía considera que el coito solo debe realizarse con motivación reproductora, O sea, que ahora que no se tienen hijos o uno o dos, una pareja cristiana folla igual que yo o una vez o dos más en toda su vida.

El cristianismo, por lo menos el católico, se basa pues en la idea de que la sexualidad humana fue creada por Dios con la única finalidad de la procreación dentro del matrimonio. Pero la modernidad dice que la pareja sexual actual es una relación íntima, emocional y espiritual a través de la relación sexual, que también es muy corporal o física.

El cristianismo promueve siempre el matrimonio, pero, como digo, el sexo fuera de él y el sexo por placer son aceptadas como parte normal del comportamiento humano por algunas iglesias, sectas y grupos denominados progresistas. Esta concepción nunca es tolerada por la Iglesia católica.

En el Evangelio de San Mateo se dice “El hombre dejará padre y madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne… por lo tanto, lo que Dios juntó, no lo separé el hombre”.

Pero si analizamos la historia, descubriremos que fueron muy pocos los cristianos que celebraran su boda en una iglesia en los primeros mil años del cristianismo. Fue a partir del siglo XI, debido al Papa Gregorio VII quien sometió el matrimonio a estar bajo el control de la iglesia. En el año 1184, el matrimonio fue declarado un sacramento, al mismo nivel que el bautismo y la comunión.

Todo aquello que no fuera normal era para Santo Tomás (otro gran teólogo), pecado contra natura. Si seguimos el Concilio Vaticano II, vemos como el acto sexual entre los esposos debe ser honesto y digno. Estas relaciones sexuales deben ser normales y deben mantenerse en los límites de la moderación. La iglesia rechaza la sexualidad exclusiva con fines placenteros y lujuriosos. El Concilio Vaticano II, se quedó en una cierta ambigüedad.

Durante el franquismo se impuso una moral obsesiva nacionalcatólica. La idea que proponía es la castidad, aún dentro del matrimonio. Consideran que el sexo que busca el placer por sí mismo y no tenga el objetivo de la procreación es considerado lujuria y una ofensa a la castidad.

Si seguimos el catecismo católico, señala que las relaciones sexuales en el matrimonio “es una manera de imitar la carne de generosidad y fecundidad del Creador”. Enumera las ofensas contra la castidad y la principal es la fornicación, que la califica de “acción intrínseca y gravemente desordenada y considera que el uso de la facultad sexual, por la razón que sea, fuera del matrimonio es esencialmente contrario a su propósito”.

Y más: el sexo que apunta al placer fuera del matrimonio y del objetivo de la procreación es considerado pecado y lujuria incluyendo la homosexualidad, masturbación, fornicación, prostitución, incesto, pornografía o violación.

Si vemos como entienden hoy la sexualidad las nuevas generaciones, incluso la mayoría de quienes son creyentes, veremos que esto le suena a música celestial.

Otras prácticas lujuriosas y pecaminosas serían la masturbación masculina y la femenina como un grave desorden moral pues dice, “que la masturbación contradice la finalidad propia de la facultad sexual.

La fornicación para la iglesia es un pecado gravísimo; mortal de necesidad aunque siempre se puede confesar; una gran ventaja que no tenemos los que nos da pudor confesarnos ante otro hombre o no creemos en el perdón de los pecados, así, con un padre nuestro y tres avemarías. Pero que nadie se llame a engaño; para que las altas instancias, o sea, Dios, nos perdone esté pecado mortal, además de decir los pecados al confesor (que ya cuesta), hay que tener dolor de corazón y propósito sincero de la enmienda, y eso es casi imposible.

“La iglesia pide que no se practique la masturbación, la fornicación, el adulterio, la pornografía, la prostitución, la violación, el sexo oral y los actos homosexuales”.

Veamos que dice el catecismo de la iglesia respecto a la fornicación: “es la unión carnal entre un hombre no casado y una mujer no casada. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, que se ordena naturalmente al bien de los esposos y a la generación y educación de los hijos. Además, es un grave escándalo cuando hay corrupción de los jóvenes”.

Otro aspecto que toca el catecismo de la iglesia es la pornografía y dice “consiste en sustraer de la intimidad de los sujetos actos sexuales reales o simulados, con el propósito de mostrarlos deliberadamente a terceros".

“La violación es tener relaciones sexuales usando la violencia. Esto ataca el derecho al respeto y a la integridad moral y física de cada uno provocando una gran secuela que puede durar toda la vida”.

En este sentido, denuncian cuando son los padres y los profesores quienes emplean esta práctica.

En algunas cuestione como la violación, la pornografía, la prostitución, la gestación subrogada y otras veremos que coinciden la iglesia tradicional con algunos movimientos modernos como el feminista, no así el aborto o la eutanasia.

Luego está la hipocresía estructural; muchos sacerdotes han ejercido una pederastia y la iglesia ha sido incapaz de hacer frente a esto, que suele producirse con alguna frecuencia entre sus miembros, levantando un gran escándalo moral y ético en la sociedad. Tambien salen casos de progresistas metidos en estos barros. Por lo general, hay mucha falsedad y fingimiento, especialmente en personas del sexo masculino.

En consecuencia; en otras variantes cristianas vemos como un sacerdote anglicano o protestante pueden casarse sin ningún problema. En las iglesias orientales católicas existen sacerdotes hombres casados pero que nunca pueden llegar al episcopado. Son muy conocidos y numerosos los casos de Papas que estuvieron casados, así como después de ser elegidos, hubo numerosos Papas a lo largo de la historia que mantuvieron relaciones sexuales, incluso incestuosas, y tuvieron hijos.

Sobre la homosexualidad en el cristianismo: hay dos textos que hablan de la homosexualidad, el primero el Levítico que dice “no te acostarás con un varón como con una mujer; es una abominación”. El segundo en Romanos que dice “… los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en la lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos”.

Jesucristo nunca hizo mención del tema de la homosexualidad, pero sí aparecen relatos sobre éstos en pasajes del Antiguo Testamento y también en las cartas de San Pablo. Estos textos son usados para denunciar esta práctica sexual.

La Iglesia católica siempre ha considerado la homosexualidad como un pecado mortal. Sin embargo, entre otras corrientes cristianas diferentes al catolicismo, la opinión es variada.

Algunas denominaciones ven la homosexualidad como un pecado diferente a otras conductas sexuales. Algunos consideran que la homosexualidad debe verse desde el punto de vista de Jesucristo, cuando habla del amor, la fidelidad y la compasión.

Sin embargo, la concepción cerrada de la iglesia católica o de algunas iglesias protestantes fundamentalistas difieren en otras iglesias liberales. Así vemos como la iglesia anglicana ha estado discutiendo sobre permitir las parejas homosexuales y la tolerancia de la homosexualidad.

Las iglesias episcopales de Canadá y Estados Unidos consienten tener sacerdotes homosexuales y se permite la bendición de las parejas homosexuales. Sin embargo, otras iglesias anglicanas sobre todo de la zona africana que son mucho más conservadoras no tienen una actitud tan abierta en la cuestión de la homosexualidad.

Otras iglesias como los unitarios o los cuáqueros tienen la homosexualidad de una forma normalizada y pueden acceder a ser sacerdotes. Las iglesias de teología más liberal aprueban todo tipo de relaciones sexuales, siempre que sean entre personas adultas y con mutuo consentimiento.

La anticoncepción en el cristianismo no está permitida en las iglesias conservadoras y neoconservadoras. En el Evangelio de Lucas dice: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ". En el Génesis, se dice: “… cuando se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba su semen en tierra para no dar descendencia. Pero lo que hacía era malo ante los ojos del Señor”.

La llegada de los nuevos descubrimientos médicos y los nuevos métodos de anticoncepción provoca graves problemas a la Iglesia a lo largo del siglo XX, pues no sabían cómo afrontar tal cuestión.

Al inicio, tanto la iglesia católica como la iglesia protestante la condenaron buscando sus principios negacionistas en textos del Antiguo y Nuevo Testamento.

El camino para su aceptación fue la Comunidad anglicana, quien relajó sus principios de contracepción y dejó de considerarla como un pecado. Sin embargo, esto no ha sucedido en la iglesia católica. La píldora anticonceptiva es rechazada.

En estos momentos, en la Iglesia católica, hay un desajuste muy grande entre la doctrina oficial y lo que practica la inmensa mayoría de los bautizados, y las generaciones jóvenes apenas entienden la misa a pesar de que ya no se dice en latín.

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