La economía sumergida
alcanza en España niveles estratosféricos (20% antes de la actual crisis del coronavirus), según se desprende de trabajos
de prestigiosas universidades europeas. Yo, que soy escéptico, no termino de
entender el que se pueda medir con objetividad esto de la economía sumergida,
pero parece que hay buzos que se sumergen en las aguas turbulentas donde se
encuentra la economía sumergida y toman los datos, y lo alcahuetean, nada menos
que a la prensa seria. (Por cierto, Suiza, que es rica gracias a la economía
sumergida de otros países, pues es un paraíso fiscal, presume de tener muy poca
economía sumergida).
Así sabemos, según estos
informes, que con la economía sumergida que hay en España se podrían evitar los
“recortes” en sanidad, educación, etc.
También nos dicen que somos
el país de Europa donde menos conciencia tributaria tenemos, aunque me cuesta
creer que tenemos menos que en Italia, Grecia o el resto de Europa, pues somos
de la misma estirpe y cultura. Hoy día no somos diferentes de los demás países
de Europa salvo en idioma y cuatro tontadas de las idiosincrasias regionales.
Del estudio de las encuestas
lo que se desprende, sin embargo, es que los españoles no somos giripollas y
que si pagamos impuestos es porque no nos queda más remedio; los que no se
pueden escapar de pagar, vamos.
Los que se escapan de pagar,
por lo menos, tienen la conciencia tranquila de pensar que están con los
privilegiados del sistema; esos que tienen su ingeniera contable, buenos
abogados tramposos que se llevan el capital a paraísos fiscales (Como la formal
Suiza o esa nación que se llama Gibraltar).
Los que no pueden escaparse
de pagar, pobres, en el fondo son unos explotados; por ejemplo, en Aragón se recaudaron 15 millones de euros más gracias a la subida, hace unos años, del impuesto de lujo
que ahora llaman IVA. Los autónomos o pequeños empresarios que no pueden absorber
el IVA, son los paganos, aunque harán todo lo posible por “apuntarse” a la
economía sumergida; si pueden (“Porque yo no soy tonto”, que dice la publicidad
moderna y consumista) para subsistir o para no ser los paganos.
También los consumidores con
poco o medio nivel adquisitivo; los que cobran su nómina o su pensión, o tienen
sus pocos ahorros registrados como dios manda, esos también son paganos;
pecheros, que llamaban antiguamente a los que pagaban la contribución. Solían
ser los villanos o “pueblo llano”; los ricos tenían el privilegio de no pagar
salvo cuando, por causa de las guerras o los malos reyes, no les quedaba otro
remedio que pagar también.
Ahora, con la monarquía bananera que tenemos, nadie quiere pagar la contribución; solo pagan los
tontos, o los que no pueden zafarse de tributar a la Hacienda Pública.
No es que no haya conciencia
tributaria de la ciudadanía; lo que pasa es que la Administración del Estado no
sabe, no puede o no quiere hacer cumplir su propia ley, con equidad; no tienen
autoridad para crear disciplina y solidaridad en el contribuyente. Le hemos
perdido el respeto a “Hacienda”, porque no se lo merecen. Ese es su problema, y
el de todos, porque si no se pagan impuestos no salimos de la crisis, ni
podremos mantener las pensiones, la educación, las infraestructuras o la
sanidad. Las empresas públicas, mixtas o concertadas, tampoco.
Pero existe el convencimiento,
cada vez más arraigado en la población, que si pagamos impuestos tampoco
salimos porque los grandes contribuyentes se escaquean con ingenierías
financieras o evadiendo capitales. Además, aflora cada vez más la corrupción, a
la que antes, cuando no había crisis, se le daba poca importancia. La opción
pues, para el ciudadano demócrata, está clara: pagar impuestos es de tontos,
explotados o serviles. La población no democrática ya tenía esa convicción.
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