AUTOR:
Miguel Abós Bes
Colaboradores:
Ramón Insa Fandos
Luis Laín Nicolau
Serie de 9 capítulos que iremos introduciendo en dos entregas más.
1.- INTRODUCCION
·
El
agua es la fuente de la vida.
·
El
agua es un bien escaso.
·
El
agua es un recurso imprescindible.
·
Menos
del tres por ciento del agua del planeta es dulce y la gran mayoría de ésta se
encuentra en los casquetes polares y en acuíferos subterráneos.
·
El
agua es una sustancia que no se puede elaborar de forma artificial.
Según el Instituto Nacional de
Estadística, “en el año 2016, el consumo
medio de agua de los hogares fue de 136 litros por habitante y día en 2016, lo
que supuso un aumento del 3,0% respecto a los 132 litros registrados en 2014”
Si tenemos en cuenta estos datos, es
lógico que hagamos caso a los consejos que recibimos por prensa radio y
televisión, siendo nosotros, a nivel de nuestros hogares, los que podemos
colaborar con buenas prácticas ambientales en el uso racional del agua, algunas
de las cuales paso a enumerar:
Cuando te laves los dientes, utiliza un
vaso. No dejes el grifo abierto.
Llena moderadamente el lavabo para
lavarte la cara, las manos o afeitarte.
Pon la lavadora o el lavavajillas cuando
estén realmente llenos.
No fregar con el grifo abierto. Utiliza
una pila para enjabonar y otra para aclarar, o un barreño en caso de tener
solamente una pila.
Instala una cisterna de doble pulsador
en el WC.
Dúchate en vez de bañarte y cierra el
grifo mientras te enjabonas.
Esta
sencilla frase “no dejes correr el agua”
resume la medida más práctica y efectiva.
A base de oír estas frases y
recomendaciones como las que acabo de citar, creo que vamos tomando conciencia,
pero ¿nuestros comportamientos y nuestros hábitos van cambiando? Nos inculcan
en distintas campañas regionales, nacionales e internacionales que no hay que
despilfarrar el agua; las advertencias que se nos dan son claras, lógicas,
certeras, pero… “los del SECANO”, los del medio rural, aquellos que ya
sobrepasamos los 60 años, volvemos la cabeza y recordamos nuestros años de
niñez, de adolescencia y de juventud, pensamos y decimos: ¡nosotros ya hemos
conocido lo que es la escasez de agua! no podíamos malgastar el agua porque...
¡no la teníamos!
Ahora que recordamos mejor lo pasado
que lo presente, rememoramos aquellas épocas, en que día tras día, el uso de
ese bien tan preciado como es el agua, nos hacía valorar su enorme importancia.
Pero cuando queremos contar a nuestros hijos o a nuestros nietos lo que era el
ahorro del agua, en seguida nos sueltan: ¡Otra batallita!
Este puede ser un buen momento para
transmitir algunas de nuestras vivencias en aquellos duros años de la posguerra
española, escaseaban tantas y tantas cosas, se racionaban otras, pero siempre y
de manera prioritaria, era el agua el gran problema.
En nuestras casas y, sobre todo, en
verano los padres, los abuelos todos estaban pendientes del consumo del
preciado elemento y ...había que beber, había que lavar, había que fregar,
había que cuidar a los animales, etc.., por eso siempre se estaba mirando al
cielo, siempre esperando las nubes. No había telediarios ni hombres del tiempo,
por no haber no había ni aparatos de radio, nadie nos anunciaba la llegada de
un frente de lluvias ni de borrascas. Se hacían rogativas para que descargaran
las nubes el agua milagrosa que hicieran fructificar los campos. Y sólo cuando
ya estaba la mies en la era o cuando se ansiaba el aire para aventar, el agua
no era bienvenida.
Las tormentas en verano eran
¡tormentas de verdad!. Cuando se ponía el cielo muy oscuro por el “Montecico”,
al poco tiempo, empezaban los truenos, los relámpagos e, incluso los rayos. Si
jarreaba con intensidad, ya se movilizaba toda la familia. En todas las casas,
principalmente las mujeres, tanto las abuelas como las mozas, se cubrían la
cabeza con un delantal o con un mantón, y corriendo, corriendo a recoger con
baldes y “galletas”, el agua que brotaba de las canales; mientras, los
labradores, el padre con sus mozo o mozos, ya estaban enganchando las mulas a
los carros y con las cubas a buscar el agua para beber. ¡Había que llenar las
tinajas!
Todas mis experiencias y, también
los testimonios que me han brindado unos buenos amigos, tomando la fresca por
las mañanas a la sombra del Olmo de Santa Quiteria, me han permitido elaborar
este informe que tiene como objetivo la conservación y el recuerdo de aquello
que parece tan remoto. Mi pretensión es que este “documento” permanezca en los
Archivos municipales, en las Bibliotecas tanto del Colegio como la Municipal,
en el hogar del Jubilado, etc.
Cuatro mojones en el Rincón cerrado |
Pajón en Val de la Reina |
Fuente de Santa Quiteria |
L´airica |
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