domingo, 17 de mayo de 2020

Historia y cultura. La cultura del agua en Samper de Calanda desde 1950 hasta la llegada del agua corriente a las viviendas (II).


AUTOR: Miguel Abós Bes

                                                                                                                      Colaboradores:
                                                                                                                   Ramón Insa Fandos
                                     Luis Laín Nicolau


2.- LAS VIVIENDAS.
            En nuestro pueblo, como en la mayoría de los de nuestra zona, las casas eran distintas según la profesión de sus habitantes. Si ejercían la labranza, en general, eran más grandes y si eran empleados ferroviarios bien de la Renfe o bien de la Calvo Sotelo de Andorra o jornaleros o pequeños industriales, eran más pequeñas.

            Los primeros, los labradores, disponían de casas con sus plantas bajas dedicadas a cuadra, cochera, cuartobajo-almacén, y un corral, más o menos grande, para la cría de animales, principalmente gallinas, pollos, conejos, pavos, y cerdo o cerdos, si la casa tenía cierto patrimonio. En bastantes casos, un mozo de la familia o dos, cuando en las de familias había varios hijos, o, si tenían criado, dormían en la pajera, contigua a los pesebres para vigilar a las caballerías. Igualmente, en el corral, tenían un rincón, un “chamizo-fogaril”, para cocer las patatas pequeñas, remolachas, etc… que mezclaban con salvado como alimento para los animales. Y aunque, también había una cocina en esa planta baja, era en la primera planta donde estaban los dormitorios y otra cocina-comedor “más arreglada”, aunque de uso sólo en festividades importantes o cuando llegaban visitas. La parte más alta correspondía a los graneros, donde, además, se secaban los jamones, los “blancos”, los lomos y embutidos variados; también allí se guardaban las manzanas, peras, granadas, nueces y otras frutas que se podían conservar hasta el invierno. (¡Que ricos eran los orejones y las higas secas! Todavía recuerdo las manzanas y las peras de Roma, llamadas aquí de mala cara, en los montones de trigo y en los cañizos). Con la orientación hacia el sur y en las casas grandes, se ubicaban los solanares, que ejercían funciones varias, como era, tendedero de ropa, secado de higos y panizo, y punto de reunión con vecinos en las tardes de invierno para tomar el sol y hacer labores de punto.
            Generalmente, las casas de los “oficiales” eran más pequeñas, pero todas tenían su corral para la cría de animales, igualmente su “cuarto bajo” para las tinajas, patatas, verduras, frutas de temporada y trastero, dependiendo del tamaño; el resto de la vivienda guardaba una disposición similar, lógicamente sin tres cocinas.
            La cría de cerdos, conejos, gallos, así como los huevos de las gallinas servían tanto para el abastecimiento familiar como para la venta, pues venían intermediarios a comprarlos, quienes, luego, los suministraban a otros comerciantes en las capitales, principalmente Zaragoza. También, según las necesidades, se vendían los jamones (estos ingresos ayudaban en años de malas cosechas a la economía familiar). Las gallinas y conejos se criaban sueltos en los corrales.
            En la década de los 40 y comienzos de los 50, en unos y otros domicilios, solían tener una o dos cabras con el fin de obtener leche tanto para los niños como para los ancianos que tenían poco apetito o estaban enfermos. Las cabras salían a pastar en “régimen de aparcería” con un pastor que cobraba una cantidad por cada animal. (Resultaba curioso, hoy impensable, cómo las cabras al atardecer circulaban solas por las calles en dirección a las casa de sus dueños, aunque también algunos iban a recogerlas al Corral que estaba en la calle de Las Ventas). Posteriormente, ya se iba a comprar la leche a las lecherías o vaquerías, donde las dueñas con su delantal y manguitos blancos, llenaban aquellas impolutas lecheras de aluminio con tapa. (Recuerdo, con cariño, aquellos cantareros y mesas con sus recipientes y distintos medidores tan brillantes y cuidados).
            Pero no era el objetivo de este trabajo el hablar en demasía de las viviendas, sino exponer los problemas que se generaban por la carencia de agua en las mismas. Y no sólo por su escasez había dificultades, también ocurría que cuando se acumulaba agua por la lluvia en los corrales, éstos se inundaban y había que eliminar su exceso, para lo cual se instalaban algunas rejillas que vertían a las calles, muchas veces con colores variados debido a los excrementos de las cuadras y los causados por los otros animales, pues se amontonaban en “femeras o fimeras” en un rincón de los mismos.... Eran bastantes las casas que disponían de “arbellones”, que desaguaban a las calles.
            Las consecuencias de esos vertidos se traducían en el pago de unas tasas municipales.
            Creo recordar que había otro impuesto municipal por las llamadas “rejeras”, los vertidos de agua a la calle por aquellos tejados que no disponían de canales.

3.- EL LAVADO DE LA ROPA Y DE LA VAJILLA
            Las sábanas de la cama, los almohadones, las toallas, las camisas e, incluso, la ropa interior se cambiaba una vez por semana. Las coladas importantes de ropa se hacían en una jornada entera, y, a veces, hasta en dos. Se ponían las prendas en jabón de tajo o casero (se preparaba con aceites usados, grasas y sosa) la tarde-noche anterior y luego más de media mañana lavando, frotando y restregando.
            El lavadero (vación) era de piedra con uno o dos vertientes, aunque también se usaban de madera; cuando lavaban dos mujeres, se usaba también un supletorio, una tabla de madera con rebajes o estrías adecuadas. La ropa de pana, y la de color muy sucia, primero se ponía en remojo con “tierra pelaire”.
 
Antiguo lavadero
                      Terminado el lavado de la colada, la ropa blanca se mantenía en lejía varias horas. El trabajo era muy duro para las amas de casa, pues luego debían cargar los baldes con la colada mojada a la cabeza y un cubo en el brazo, acercarse a la acequia más próxima al domicilio, aguardar turno si los “puestos” estaban ocupados y a “esbandir” o aclarar. Todo eso en el mejor de los casos, pues si el agua bajaba turbia, había que llegar al lavadero o ir al río. Las esperas en la acequia o mientras aclaraban la ropa o fregaban la vajilla, permitían contar anécdotas y chismes que distraían a las jóvenes y menos jóvenes.
          El agua que entraba al lavadero procedía de un manantial próximo, por debajo del nivel de la carretera y pegado a la casa de la Parra. Igualmente se aprovechaba esa agua para el matadero que era un edificio municipal anterior al lavadero (siendo alcalde D. Ignacio García Diego, veterinario local, se estudió el aprovechamiento de las aguas para suministrar a las casas vecinas)

          (Mi madre me contaba que, en alguna ocasión y a causa de una turbidez persistente en las aguas de la acequia, un vecino mayor con su burro y su carro les había llevado la ropa a algunas vecinas hasta la Balsa de Valdellego para el aclarado).
            Fregar en la acequia era otra odisea; primero, los platos de porcelana y las perolas menos sucias las embadurnaban con tierra que sacaban de agujeros del mismo cajero; las sartenes, pucheros y ollas más sucias o negras por el fuego, se frotaban con arena, que obtenían al machacar con piedras más duras o de “claricia” otras piedras areniscas; para facilitar la tarea, utilizaban espartos arrancados del monte o compraban en rollos más o menos grandes; y a frotar y frotar hasta que brillaban como espejos.
Valdellego 1N

            En Samper existían varios lugares para llevar a cabo estos menesteres. Un espacio muy frecuentado por bastante gente de la parte de la “villa” (vertiente norte del pueblo) era el “caño de la Acequia Nueva”, situado en la calle de La Luna, entre la casa de Simón y la carpintería de los hermanos Espes, tenía un difícil acceso al tener que descender 25 o 30 peldaños bastante empinados, y que, en invierno, constituían un peligro por el hielo y la humedad; con tan sólo cuatro sitios para realizar las tareas, poseía la ventaja de estar a la sombra en los meses de la canícula. Otros sitios en la “villa” eran: el Hospital, junto a casa de Lucía “la costana” y el Portal de San José con aguas de un pequeño brazal que comunicaba la Acequia Nueva y la Acequia Vieja; también en el “molinico Tolo”. En la zona de “la parroquia” (vertiente sur del pueblo) había más lugares, empezando por la Granja, en la parte trasera de la casa de los “habaneros; al lado de casa de Rogelio, en la calle del Molino, aunque con alguna dificultad; en el molino harinero; al lado de la Carretera en la “Zaiqueta” y en el molino de José Antonio.
Valdellego N2

            Las pilas o abrevaderos eran “sagrados”, de uso exclusivo para beber las caballerías y existían media docena de emplazamientos: unas pilas en el portal de San José, otra la Pila Gorda cerca del anterior (con ubicación actual entre casa de Miguel Ángel Bes y José Antonio Villanueva); otras en el molinico Tolo; en el Pozo Caracol; en la Granja; otras al lado de casa de José Antonio Espes (habanero); otras en el “Vación” junto al Lavadero. La pila del Caidero era utilizada al regreso de realizar tareas en la huerta.

4.- LA HIGIENE PERSONAL
            El aseo diario lo realizábamos en una palangana de porcelana colocada sobre una silla, una mesa baja o un cajón de madera. Si era invierno, en la cocina y si era verano, en el cuarto bajo o en el corral. Los pequeños, antes de ir a la cama, debíamos lavarnos las rodillas y las piernas, pues llevábamos pantalón corto, y a frotar, incluso con jabón de tajo y esparto, según la suciedad. No había duchas, por lo que el cuerpo, sólo los domingos y antes de ir a misa, en un balde de cinc e igualmente, dependiendo de la temperatura exterior y para los niños, con agua calentada al sol o calentada en el fuego o cocinilla económica.
            El lavado del pelo se realizaba con jabón casero y el aclarado con agua a la que se añadía un chorro de vinagre. A veces, se echaba una yema de huevo en la cabeza, principalmente a las chicas, para fortalecer el cuero cabelludo.

  
Lavabo
         
Quiero destacar que los lavabos que había en los dormitorios principales, eran casi de uso exclusivo del médico tras la exploración del enfermo o del propio enfermo que con dificultades podía levantarse de la cama. Había una jarra de porcelana, de cerámica o de cinc con agua “buena” en la parte baja, jabón y toallas blanquísimas, de algodón o lino, colgadas en los laterales.

            Y en verano siempre quedaba el rio para bañarse. He visto llegar a algunos labradores cubiertos de polvo por la siega o por la trilla, que bajaban lanzados por la cuesta del puente de la Torica y ¡chapuzón! en el Pozo Mariel. Otras zonas para baño en el río eran el pozo Pireta y las Peñas de Bruja.
 
Pozo Mariel
            Por los años 60, un grupo de jóvenes solicitaron algunos permisos y con mucho trabajo y muchas horas de esfuerzo, sacaron todo el barro y maleza que estaba acumulada en la Balsa del Plano de la Cruz; limpiaron las paredes y el suelo con rasquetas y cepillos, y a base de agua y más agua se consiguió... ¡la primera piscina! el agua procedía de la Acequia Nueva, pasaba por un pequeño sifón para atravesar la carretera y por un brazal de cemento llenaba la balsa. 
Balsa del Plano de la Cruz

Tenía que cambiarse el agua un par de veces durante el verano, para lo cual se quitaba el tapón de madera, que no era otra cosa que una punta de madero recubierto con un trapo o un saco y un clavo gordo.
           



Homenaje a los "mayores" (Barrio San Agustín)

            Las vecinas que llevaban aquellos moños y rosquetas, se juntaban para peinarse y pasarse las “lendreras” y peinetas por sus largas melenas.
            Otro tema era el retrete o escusado (según decía mi abuelo). En las terrazas, galerías o en un rincón en los corrales, existía una pequeña caseta con una tabla y un agujero, generalmente, con tapa y el pozo negro. Para evitar malos olores, se añadía ceniza o agua jabonosa o con lejía de las coladas. Lo peor era cuando, en alguna ocasión, había que limpiar.

CONTINUARÁ...

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