“Transición ecológica”, “reto demográfico”, “energía verde”. Una serie de lobbies económicos han asumido el lenguaje de los movimientos ecologistas y alternativos para darle la vuelta como a un calcetín; han encontrado, en la sensibilidad social contra el cambio climático, contra el vaciado de los pueblos y la contaminación ambiental, un nicho de explotación de recursos que además cae bien en una sociedad asustada y el declive de la industria extractora tradicional, especialmente del carbón y, a medio plazo, del petróleo y sus derivados. El problema es que en la “España vaciada” es donde se colocan las placas y los molinos de viento generadores de electricidad; y es en ella, y no en las zonas urbanas, donde crea mayor rechazo.
Las administraciones públicas, aragonesa y española, han
tomado una decisión que algunos consideramos negativa para su futuro, contra
nuestro paisaje y nuestros bosques, y contra un desarrollo equilibrado, justo y
sostenible; “destrucción de la naturaleza y Despoblación forzada, El
Clúster Maestrazgo aprobado en consejo de ministros, es una atrocidad que supone la tala de dos millones de árboles para
colocar en su lugar 125 enormes molinos eólicos, 173 km de línea de alta
tensión y deforestar casi mil hectáreas de una de las zonas naturales más
importantes y bonitas por su biodiversidad del sur de Europa.
El resto del territorio de la provincia de Teruel va también
por ese camino.
Aunque esta repercusión negativa en el territorio que señalo,
también hay que relativizarlo, pues no en todos los sitios produce el mismo
rechazo ni tampoco en los mismos sectores de gente. El rechazo viene dado
porque muchos pueblos han optado para su progreso, por la agricultura y el
turismo de calidad. La proliferación de estos productos de generación de
energía son una “bomba de relojería” para su promoción y para la
atracción del turismo centrado en el paisaje bucólico de la sierra.
Si ya hay problemas para estas actividades económicas en
la España rural del interior, esto lo empeora, como mínimo tiene un impacto
para el márquetin en negativo. La proliferación de granjas de cerdo empeora la
cosa todavía más, contaminan y se quedan con el agua que tanto escasea para los
que viven, para la industria de turismo rural y la que necesita la agricultura
y la ganadería autóctona.
Pero hay otros intereses contradictorios de otra parte
de la ciudadanía; hay pueblos que la agricultura y la ganadería está
desapareciendo, son ya actividades casi marginales. Las tierras son propiedad
de jubilados de la agricultura o de descendientes que viven de otras
actividades. El minifundio y sus campos no les aporta nada, sobre todo si lo
comparamos con el dinero que les dan por poner las placas y los molinos o
vender las tierras para granjas (las tierras también las están comprando
empresas agrícolas de nuevo cuño), Samper está entre esos pueblos. A la mayoría
de la gente, empadronada o no en esos pueblos sin futuro económico, les encanta
esta transformación que se da en la economía porque les produce más beneficios
y la economía es la que manda, aunque esta economía, como digo no es homogénea,
si no que produce muchas diferencias y enfrentamientos entre la población de
acuerdo con que les beneficie o les perjudique individualmente.
Quizá sea por mi deformación ideológica de pensamiento
materialista dialéctico, pero considero que para comprender las cosas hay que
entender la economía y la diversidad de intereses en la población.
Por si fuera poco, están los ayuntamientos; estos
están dirigidos por partidos mayoritarios como el PP y el PSOE, ambos partidos
se han ido consolidado en comandita con redes de clientelismo empresarial y con
una fuerte dependencia de sectores económicos facticos y lobbies corporativos
(cada uno de estos partidos tienen los suyos). Los partidos pequeños o no
consolidados no les han dado tiempo a consolidar esas redes clientelares (¿o
a lo mejor no es su intención consolidarlas?).
A los ayuntamientos les entra mucho dinero por
permitir estas nuevas actividades económicas; en algunos pueblos no hay mucho
más, porque no hay emprendimiento ni iniciativa empresarial ni se le espera y
la ciudadanía las aprueba, como en Samper; en otros pueblos están
mayoritariamente en contra porque les perjudican y en otros pueblos divididos, enfrentados
unos vecinos con otros porque tienen entre ellos intereses opuestos (Como decía
Mao, “contradicciones en el seno del pueblo”, que, según él, que era muy
idealista, se podían conciliar). A veces las contradicciones se convierten en
antagonismos porque son imposibles de conciliar, o no hay voluntad de hacerlo.
En el caso de los pueblos que han sufrido el abandono
de población es muy difícil de conciliar; acordaos de Albalate con la
instalación de una fábrica de reciclaje de pilas; mi sindicato, CCOO, estaba en
contra por no coincidir con nuestra política de medio ambiente y los afiliados
en esa localidad casi nos sacan los ojos porque los trabajadores por cuenta
ajena estaban a favor de la instalación de la fábrica en contra de autónomos
del comercio, la industria y el campo.
Personalmente preferiría otro modelo de transición
justa, que fuera realmente ecológica y no falsa como esta, que repercutiera en
fijar empleo de calidad en la zona (cosa que no va a hacer, ni va a ser
abundante) Pero vamos a ser sinceros ¿Qué otra alternativa hay, en Samper, por
ejemplo, que sea viable y no quimérica? Aquí, en nuestro pueblo, como digo, ya
no hay emprendimiento o iniciativa empresarial ni lo va a haber. Si por no
estar no estamos ni en el consorcio (o como se llame), del polígono de la Venta
del Barro, cosa que no entiendo; ni tenemos cooperativas como otros pueblos (Chiprana,
por ejemplo, que es un pueblo más pequeño. Hemos destruido nuestros acequias y regadíos
y fuimos incapaces de hacer una ordenación rural y concentración parcelaria que
ya nos la ofrecía el antiguo régimen autoritario; en el de la democracia menos
todavía, ahora somos libres de no hacer nada constructivo.
Nuestra supervivencia está a expensas de lo que hagan
en la comarca o redoladas próximas; ya no tenemos capacidad de decir ni hacer
lo que nos conviene. Somos una aldea residencial de pensionistas y domingueros,
o vamos camino de ello, pero con cada vez menos servicios porque se irán
cerrando comercios y bares. No hecho la culpa a nadie; no es objeto de este
escrito; seguramente habrá responsabilidades individuales y colectivas que se
mezclan con ese determinismo fatal que sufren las zonas rurales del interior,
que es un mal universal que sufren todos los países del mundo debido al modelo
de desarrollo dominante internacionalmente que apuesta por el abandono de las
zonas rurales y la concentración en gigantescas macro urbes; solo intento
reflejar lo que yo creo que es la realidad en nuestro pueblo.
Y la realidad es mala; el futuro no se vislumbra
mejor.
Te alabo la conciencia, yo estoy de vuelta y solo me preocupa el punto de las chuletas y que me renueven la receta de las pastillas, un abrazo amigo
ResponderEliminarBuen articulo Manolo, desde mi punto de vista refleja bien la realidad de nuestro pueblo y si creo que ya estamos en un punto de no retorno. Os invito a ver una peli del 2022 que refleja claramente esta situación " As Bestas". Un saludo.
ResponderEliminarSiempre digo que voy a ver esta poli pero no la he visto. ahora me animo.
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