INTRODUCCIÓN
Toda identidad colectiva, tiene un proceso histórico, no surge de la nada ni es producto de creación divina -aparquemos las identidades colectivas antiguas como las tribales o de casta: cristianos nuevos y viejos o religiosas medievales, y otras modernas como las de clase o de genero (feminismo), aunque algunas identidades colectivas si tienen esa pretensión mística e idealizada de haber sido creadas por la divina providencia desde tiempos inmemoriales, o al menos, con milenios de antigüedad, por ejemplo: para una parte del nacionalismo español, de extrema derecha, España es una “unidad de destino en lo universal”, o sea, que existe más o menos desde “la Torre de babel” y la división de las lenguas, cuando aparecieron los primeros grupos culturales asentados en un idioma primario (según ese mito): indoeuropeo, semita, camita, mongólico, túrquico, urálicos, drávidas, caucásicas, y algunos más.
Los nacionalistas vascos también identifican su
identidad sobre una base étnica o tribal que viene desde tiempos inmemoriales;
algunos catalanes también van por ahí o los nacionalistas gallegos que se
consideran descendientes de celtas, aunque hablen una lengua románica y Galicia
fuera poblada antes con pueblos no celtas y dominada en tiempos posteriores por
tribus germánicas como los vándalos, distinta de los godos, que algo dejarían,
digo yo, al igual que los Godos dejaron en gran parte de España. De los iberos
y los celtas, poco nos queda, creo yo, pues sus culturas desaparecieron salvo
en navarra y el País vasco donde subsiste el viejo idioma posiblemente
emparentado con el ibero.
Sin embargo, de los romanos y los griegos queda
mucho, casi todo y por supuesto de los germanos (toda la aristocracia europea
es de estirpe germánica). En España y Portugal hay mucho de los árabes y bereberes,
aunque no queramos reconocerlo, y de los judíos, que han dejado rastro por
todos los sitios. Seguramente que antes de los iberos y los celtas había gentes
de culturas de la Edad de Piedra; en la escuela nos decían que los celtas
entraron por el norte y los iberos entraron por el sur; los griegos, los fenicios
y los romanos vinieron; los godos se aposentaron y los árabes nos invadieron. El
lenguaje, a veces, es muy significativo para aclarar la opinión y simpatía que
tenemos por cada pueblo que han entrado en “la Piel de Toro”.
Para algunos nacionalistas españoles,
racionalistas e ilustrados en la historia, el nacionalismo español surgió en el
siglo XIX como todos los nacionalismos modernos, concretamente después de la
Guerra de la Independencia contra los franceses y toma cuerpo masivamente en la
población española con la primera constitución liberal de las Cortes de Cádiz.
Hasta entonces no era más que un sentimiento no maduro de clases medias urbanas
(o burguesía), pero la inmensa mayoría de la población española vivía en las zonas
rurales bajo la influencia de la Iglesia y de la aristocracia que no tenía
ideas ni sentimientos nacionalistas. Eran patrimonialistas. La legitimidad del
poder descansaba en la aristocracia feudad del señor siempre que, además, estuviera
avalada por la Iglesia y, por lo tanto, por Dios, porque si no fuera así el
poder del señor feudal se venía abajo.
Por eso la reforma protestante, en aquellos
países donde triunfó, dio paso poco a poco a la burguesía como clase dominante;
en unos sitios de manera más o menos pacífica, y en otros de forma muy violenta
como en Francia y los EE.UU, pero en Francia no podía ser de otra manera porque
era un país católico y en los Estados Unidos porque eran burgueses de colonias
del Imperio Británico que querían independizarse y no podían hacerlo sin una
guerra.
Los nacionalismos vasco y catalán vendrían
después del español. El Nacionalismo vasco apareció con la frustración que
produjo la derrota del carlismo que fue un movimiento reaccionario absolutista no
exclusivo de Euskadi, pero allí fuertemente arraigado, Todavia hoy el
nacionalismo vasco, ya democristiano o socialdemócrata, tiene muchos
componentes reaccionarios y ultramontanos propios del carlismo. En otras
comunidades españolas darían cuerpo a la aparición de movimientos agrarios
democristianos; generalmente regionalistas (el PAR en Aragón es quizás el
ejemplo más relevante o UPN en Navarra.
En Cataluña, fue la derrota “política” del
“movimiento demócrata federal” al fracasar la Primera República,
cuando apareció el catalanismo primero, y poco a poco, al nacionalismo catalán.
El federalismo, al contrario que en otras regiones españolas, era muy fuerte en
Cataluña y como le pasó a Euskadi con la derrota del carlismo, Cataluña no asumió
este fracaso y la frustración originó que, a la larga, le haya llevado al
nacionalismo catalán. Aparte que el Carlismo también tuvo bastante influencia
en Cataluña.
II PARTE, IDENTIDAD COLECTIVA EN ARAGÓN (continuará).
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