YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE ARANDA DE MONCAYO
Esta mañana se han presentado en el Museo de Zaragoza, donde, según el
anuncio del Gobierno aragonés, quedarán expuestos, siete cascos celtibéricos
que fueron expoliados en los años 80 de un yacimiento de Aranda de Moncayo y
que, tras distintas peripecias por Europa en las que se disgregaron de una
colección mayor, acaban de retornar. Allí estaba Javier Lambán con el director
general de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, Román Fernández-Baca. Es la
culminación de una semana de la que presumir en cuanto a la recuperación del
patrimonio salido de este territorio: el miércoles se cumplían dos años de la
vuelta desde Cataluña de algunos de los bienes histórico-artísticos de Sijena y
ese mismo día se difundía la sentencia que ordena la devolución de otras 111
piezas de arte sacro de varias parroquias aragonesas que están retenidas en
Lérida.
Los éxitos aragoneses en las reclamaciones ante unas prácticas que si no
son expolio se parecen mucho van llegando. Es una cuestión de justicia, de
justicia básica, y esta alguna vez se da. Hay que celebrarlo. Pero la de hoy
era también una ocasión estupenda para ir más allá y anunciar un compromiso con
la gestión del patrimonio histórico-artístico propio, tomando la iniciativa en
la resolución de cuestiones básicas que se arrastran cansinamente legislatura
tras legislatura (edificios y conjuntos artísticos notables en deterioro y
abandonados a su suerte, yacimientos arqueológicos de primer nivel que esperan
estudio y protección, patrimonio industrial y popular que se está perdiendo sin
que se le preste atención, programas de educación y difusión paralizados…).
Salir a la contra está bien solamente si se combina con algo de ofensiva. Y
para jugar bonito, en este aspecto de la gestión pública igual que en cualquier
otro, hace falta un presupuesto digno. El actual de la DGA, como el de los
últimos años, no se corresponde con un mínimo de ambición.
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