En España hay más
de dos millones de mayores de 65 años que viven solos. Son casi la mitad de los
4,7 millones de hogares unipersonales, según los datos del Instituto Nacional
de Estadística (INE) publicados recientemente y correspondientes al año pasado
2018. De ellos, más de 850.000 tienen 80 o más años y la gran mayoría son
mujeres: 662.000.
Si bien los datos
muestran que las tendencias entre tramos de edad no han variado
significativamente entre 2013 y 2018 (los años para los que hay datos), sí
ponen de manifiesto la crisis demográfica que afronta España. Son unos 112.000
mayores de 80 sin compañía más que en 2013. Más viejos y solos.
La familia ya no es lo que era |
Los datos de la
Encuesta Continua de Hogares del INE también permiten apreciar la disminución
de jóvenes que viven solos. El año pasado, unas 482.000 personas de 25 a 34
años no compartían vivienda, frente a las 616.300 de hace seis años. Entre los
25 y los 29 años, la cifra pasó de 224.300 a 167.600 en el mismo periodo: el 8%
de quienes pertenecían a este tramo de edad frente al 6,7%. La encuesta del INE
revela también que el 53,1% de estos jóvenes seguían en la casa familiar (en
2013 eran el 48,5%).
Esta cifra de
jóvenes que viven con sus padres sería un escándalo en países escandinavos
según dicen los que publican la estadística que también se recrea en opinar
sobre el tema. Es casi un récord mundial de jóvenes viviendo con algún
progenitor -siguen diciendo-. Y no parece que vaya a menos. La crisis se notó
en el desempleo, pero ahora que se recuperan los niveles de trabajo, vemos que
los datos no mejoran.
Es decir, que cada
vez menos jóvenes pueden independizarse (o no quieren), mientras aumenta el
número de mayores en hogares unipersonales. No obstante, los expertos insisten
en que es preciso diferenciar entre la soledad elegida y la no deseada. Venimos
de una sociedad en que era una obligación asumida por los hijos atender a los
mayores. Y ahora choca con el deseo de independencia de los padres. Los avances
tecnológicos facilitan que los ancianos puedan seguir en casa. Si hay un
desarrollo de los servicios de atención a domicilio y las viviendas están
adaptadas se gana en autonomía.
Pero no siempre la
independencia de los hijos es posible, aunque a mí me parece que en mi
generación tampoco teníamos la cosa tan bien, pero todos queríamos
independizarnos de los padres; ahora no; sobre todo los chicos; las chicas
siguen todavía sufriendo la autoridad paterna, pero cada vez también las chicas
se sienten a gusto el seguir con los padres. La casa de los padres parece que
es ahora un oasis de felicidad, de libertad y de fraternidad; antes no, si te
quedabas en casa estabas bajo la autoridad paterna, trabajando para la casa o entregando
el jornal en casa.
En otros países de
Occidente, ya digo, se extrañan de este fenómeno español. Por ahí los hijos
quieren irse pronto de casa o los padres los echan (¡ande se ha visto!, que no
son padres ni nada), pues quieren ser también independientes, que los
mandamientos de la Ley de Dios hablan de honrar padre y madre, pero no a los
hijos viejos.
En cuanto a los
mayores; es cierto que muchos mayores quieren estar solos mientras puedan y lo
tienen asumido, sobre todo los que tienen una pensión bien retribuida, pero
quienes estamos trabajando en cuestiones sociales con mayores, vemos que
aumentan las personas que viven solas con problemas para tener una asistencia y
cuidados adecuados, o para conseguir una residencia; la ley de Dependencia va
lenta y aún con todo, el Estado se ha desatendido de promocionar las
residencias públicas. Las privadas están cada vez menos al alcance de una
pensión media o baja y las que lo están no cumplen con las ratios establecidos.
Las que están al alcance de pensiones bajas dejan bastante que desear.
Mientras, hay cada
vez más jóvenes que no se van de casa. Por ahí fuera “hace un frio que pela”.
Leer artículo en "El Heraldo de Aragón" sobre la gran cantidad de hijos que viven con sus padres...
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