Hace unos
años, un viejo anarquista que había participado en la guerra civil como
voluntario en una brigada de milicianos de la República me contaba que, en su
unidad, unos soldados violaron a una o varias mujeres al entrar en un pueblo
ganado al enemigo. Los soldados fueron juzgados (no sé por qué procedimiento,
no creo que fuera muy garantista en aquellas condiciones) y condenados a muerte
por fusilamiento. Los soldados lloraban (¡como mujeres!) y suplicaban el perdón
que no les fue concedido. Al final se
les fusiló, pero con balas de fogueo.
Se fue
compasivo con ellos, aunque ellos no lo fueron con sus víctimas a las que
despreciaron como objetos o animales, pero no sé si habrían tenido tanta suerte
si la influencia de las mujeres libertarias y libres de aquella época hubiera
sido mayor, que no lo era, incluso en las brigadas anarquistas. Bien es verdad
que ya entonces también empezaba a ser influyente entre los sectores
democráticos y de izquierdas el rechazo a la pena de muerte, incluso en caso de
guerra; pero por aquella época todavía era un sentimiento o idea minoritaria en
ambientes izquierdistas*.
Y es que
las ideas y los sentimientos avanzan, retroceden y se modifican según estas
avancen o no. La sociedad es cambiante y las ideas, la moral y esas cosas no
son igual ahora que hace cincuenta años, y no lo será ahora como dentro de
cincuenta (esperemos que en positivo). Seguramente cuando aprobaron la
diferencia penal entre abuso sexual y violación no hubo mucho rechazo social (a
lo mejor me equivoco), y luego los árbitros, en este caso los jueces,
interpretan la ley según sus perjuicios éticos, ideología o sentimientos de
clase; eso es inevitable. El poder judicial es un estamento del Estado; el más
conservador casi siempre, en todos los Estados; antes emanaba del poder real,
ahora es supuestamente independiente, pero, al menos en España, emana de los
principales partidos turnistas, porque como decía el recientemente fallecido señor
García Trevijano, somos no una democracia al uso sino una partidocracia.
Oligarquía que diría Costa.
Hoy
escandaliza que no se considere violación un abuso sexual continuado de un
grupo de hombres a una joven (haya penetración o no), aprovechando el jolgorio, “la marcha” y la
permisividad que da la fiesta en la que la mujer, igual que el hombre, se ha
incorporado o debería incorporar, con pleno derecho y libertad sin que eso sea
una invitación al macho a abusar de ellas. Pero los elementos rezagados de la
sociedad no lo entienden por las buenas; habrá que hacérselo entender por las
malas; aunque sea con balas de fogueo. Lo que escandaliza es que el poder
judicial esté entre los elementos más rezagados de la sociedad. Que estén con
los poderes facticos, se entiende, porque en definitiva es la mano que les da
de comer, pero que lo estén también en lo moral, que sean machistas anacrónicos
rezagados de la media de la sociedad a la que juzgan, estos señores de levita y
toga ganada en oposición, es preocupante.
Dicen que
interpretan lo que dice la ley; pero no les criticarían tanto si hubieran resuelto
el dilema condenando a los procesados por violación y no por abuso, porque es evidente que el abuso es agresión sexual; han querido
fusilar con balas de fogueo en una época en la que cada vez tienen más
influencia las mujeres libertarias incluso en ambientes conservadores.
*(Me
decía también, quien me lo contó, que fueron condenados a ir a “primera línea de
fuego”, aunque tampoco esto se llevó a cabo pues al ser casi reclutas de quinta
“les dieron pena” a los jefes.)
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