lunes, 30 de junio de 2014

Charrada. ¿Yo que soy, optimista o pesimista?



     Estoy recibiendo este cartel por WhatsApp (creo que se escribe así), por un montón de amistades; por correo electrónico otro tanto y por amigos/as de Facebook. Estos carteles que recorren Internet y que intentan ser categóricos,  concluyentes e irrefutables, me dejan a veces, atónito, estupefacto o patidifuso.


     Cuando era crio, no había cosa que me fastidiara más que mis tíos me dijeran “que quería ser de mayor”; nunca lo supe y sigo sin saberlo; llegaré a viejo (todavía soy joven) y no sabré lo que querré ser en mi futuro. Por ejemplo; nunca he tenido un plan digno de ese nombre, ¿eso quiere decir que soy pesimista?
Sin embargo me da mucho apuro el dar excusas, a veces, a lo mejor, por timidez; pero no me gusta, ¿quiere decir eso que soy optimista?
     ¿Y si no soy ninguna de las dos cosas?, ¿qué soy?, ¿un pesimista óptimo o un optimista pésimo? Me temo que las dos cosas. O no, a lo peor como me dijo una vez mi médico de la MAZ: "!Está usted abúlico!"  
     El optimismo, al igual que la esperanza, es la doctrina y la disposición de espíritu que aguarda lo mejor y lo más positivo de todo en psicología, ética y filosofía. Se considera en estos ámbitos como corriente opuesta al pesimismo.
     Pesimismo (del latín pessimum, "lo peor"), es un estado de ánimo y una doctrina filosófica que sostiene (invirtiendo la tesis leibniziana) que vivimos en el peor de los mundos posibles, un mundo donde el dolor es perpetuo (Schopenhauer) y nuestro destino es tratar de obtener lo que nunca tendremos. El pesimismo niega el progreso de la civilización y de la naturaleza humana. Desde el punto de vista psicológico, constituye uno de los rasgos o síntomas más señalados de la enfermedad conocida como depresión.
  ¿Está el vaso medio lleno o medio vacío? Los ecepticos no lo tenemos claro.

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