Decían los
antiguos que la democracia puede degenerar en demagogia, al igual que el buen
gobierno de la aristocracia puede degenerar en oligarquía y la monarquía
absoluta en tiranía.
Hoy las
monarquías absolutas están obsoletas, al menos en Occidente; sin embargo se
dice, desde sectores críticos o anti-sistema, que estamos en España bajo un
régimen de oligarquía. Naturalmente, aún de ser cierto, la aristocracia que
tenemos ahora, como ya la de los tiempos de Joaquín Costa, no tenía nada que
ver con las castas aristocráticas de la Antigüedad Clásica ni con la Edad
Media.
En estos momentos
se trataría de elites económicas y de lobbies que los enteradillos caducos llamamos
a veces “poderes facticos”. Pero en todo caso, ahora como cuando el “Régimen de
la Restauración” que denunciaba “Costa”, se trataría de una oligarquía liberal,
no feudal o tribal, pero propia de una nación o país que no realizaron en
plenitud la “revolución burguesa” (Reforma protestante, Revolución Francesa,
etc.) como los países del centro y norte de Europa Occidental.
Estos lobbies y
poderes económicos, con los políticos que les representan (a ellos, no al
pueblo), los modernos le llaman casta (creo que con poco rigor), a lo que otra
hora, los regeneracionistas progresistas burgueses y socialistas utópicos le llamaban
oligarquía y caciquismo, y desde el punto de vista político parece que no hemos
avanzado nada. La corrupción, el clientelismo político y lo que ahora se llama “partitocracia”, mantiene el modelo de la
vieja España retrógrada que debería haberse acabado con la “Reforma política”
de la "II Restauración Borbónica de 1977". Pero no lo ha sabido hacer, y en este
momento, el régimen está en decadencia fatal y su supervivencia puesta
en cuestión.
Esto en lo
político. Sin embargo, la España actual, desde el punto de vista cultural y
económico tiene poco que ver con los tiempos de la “Restauración Borbónica” del
siglo XIX y primeras décadas del XX, que incluía la Dictadura de Primo de Ribera y donde la miseria
alcanzaba a la mayoría de la población; esta población era también, la mayoría,
analfabeta o iletrada; la desprotección social era general, no existían
pensiones ni asistencia médica universal, reglamentación laboral o libertad
sindical, etc. La enseñanza reglada para las clases bajas que eran la mayoría,
solo alcanzaba hasta los 14 años, aunque en las zonas rurales donde vivía casi
el 80% de la población el abandono era muy temprano y el absentismo grande sobre
todo en las mujeres (me río yo ahora del fracaso escolar).
Actualmente, en
contra de algunos agoreros, intelectuales orgánicos, inconformistas
empedernidos o pedantes pretenciosos, que se empeñan en decir que somos un país
de analfabetos, tenemos a las generaciones jóvenes más cultas y mejor formadas
de toda la historia de España; muchísimo más que en el siglo XIX y principios
del XX. Los valores democráticos están más arraigados que en las generaciones
anteriores, no siempre en la realidad, pero si en el imaginario colectivo:
libertad, igualdad, fraternidad, femismo, pacifismo, sensibilidad ecológica y
derechos para todo el mundo a la formación, a la sanidad, al trabajo, a la vivienda,
etr..., con igualdad de oportunidades, sin exclusiones o marginalidad por
cuestión de raza, origen, sexo, religión y demás.
Otra cosa es si
estas generaciones jóvenes están preparadas para un futuro de desigualdad
económica muy grande. El capitalismo nos prometía acabar con la miseria y
proporcionar la igualdad de oportunidades a través de un productivismo desmedido
que ha fracasado. Con el desarrollo de las tecnologías, la productividad no se
aprovecha para el reparto de la riqueza y del trabajo, como nos habían dicho;
la productividad solo beneficia a una minoría.
Habrá muchos
problemas para los jóvenes de amplias clases medias que han sido educados en un
excesivo proteccionismo familiar y tendrán que adaptarse a un consumo austero y
responsable, alejado de lo que se les ha venido enseñando a los chicos y chicas
en la familia y por medios de comunicación que todavía inducen al consumismo
insensato. La restricción del consumo no es solo una cuestión política o
social, es también ecológica; no se puede seguir con el despilfarro de los
recursos, que no son ilimitados, además, el aumento de la población mundial
está fuera de control; no parece que esto preocupe a los poderes financieros
internacionales; cuanto más reserva de mano de obra haya mejor para los ricos,
aunque a la larga quizá tendrán que arrepentirse.
Comentario al texto: Oligarquía y caciquismo... |
Yo me he vuelto
conservador y lo que espero es que me aguante la pensión, aunque ni para eso
solo confió ya en la actual “casta política” que está llegando a los niveles de
bajeza y catadura moral e intelectual de los tiempos de Joaquín Costa. Pero si confío
en la gente joven; aunque tiene defectos es más maja, más culta y más formada
que nunca en la historia de la España moderna y de la antigüedad.
Ejemplo de la influencia del "Maligno" en la juventud española consumista:
Ejemplo de la influencia del "Maligno" en la juventud española consumista:
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