Ha muerto don Santiago
Carrillo, o el camarada Carrillo, o el carnicero de Paracuellos del Jarama.
Según quien lo glose te dirá una cosa u otra.
Yo me muevo en un ambiente
en el que muchos compañeros y compañeras le adoran. Fuera de los ámbitos de la
izquierda (salvo de la derecha ultramontana), se le consideraba un hombre no
sectario ni dogmático que contribuyó a que la transición política fuera
pacífica y a que buena parte de la izquierda sociológica aceptara la monarquía
y no se depuraran los sectores facticos fascistas en la alta burocracia
estatal, la judicatura y las fuerzas armadas, y es verdad, por eso me
sorprendió el ver por la televisión, en la larga cola de sus simpatizantes, ante
su féretro, la gran cantidad de banderas republicanas que había. Pero, ¿no se
habían hecho monárquicos, los carrillistas?
Aunque yo no era
simpatizante de Santiago Carrillo (no comparto la cultura maquiavélica y amoral
de gran parte de la izquierda), no creo que tuviera responsabilidad en los crímenes
que se le atribuyen durante la última guerra civil española. En los primeros
días de la sublevación militar, por cierto, muy tenebrosa y criminal por parte
de los sublevados, la zona republicana fue un caos donde cada partido o facción
de partido o sindicato se echaron a la calle parando la rebelión cuartelera en
la mayoría de pueblos y ciudades, pero también haciendo, alguno de ellos,
muchas fechorías mientras duró el vacío de poder.
Santiago Carrillo a muerto
como mueren las personas que tienen la conciencia tranquila; más parece su
ocaso el de un maestro de yoga que el de un político genocida. Incluso rompe
esquemas con el pensamiento políticamente correcto del progresismo moderno,
pues hasta el final de su larga vida fumó como un carretero, lo que quiere
decir que algún pacto con el demonio sí que tendría. Equivocaciones políticas tuvo; para mi casi todas sus iniciativas lo fueron; como estratega fue un desastre,
aunque sus simpatizantes, como es lógico, dirán que fue un genio.
Por poner una que se alaba
tanto en los medios de comunicación: “contribuyó a la transición pacífica”. Carrillo y la
dirección del partido Comunista aceptaron lo que aceptaron, no por un
imperativo moral de la política, sino por no quedarse marginados de las
primeras elecciones que iban a darse en España después de la muerte de Franco y
en la que los camaleónicos socialistas iban a presentarse sin haberse producido "la ruptura". Carrillo, que no era
tonto, sabía que al Régimen le quedaban “cuatro
primaveras”, porque los poderes económicos de Europa, incluida España, así
lo habían ya decidido. Pero no se atrevió a esperarse y forzar la tensión por miedo a que el
centroizquierda político capitalizara los votos que correspondían a la
izquierda que tanto habían luchado. La legalización "del partido" para poder presentarse a las elecciones, estaba por encima de cualquier consideración, ética o política.
Pensaban que la llamada
izquierda sociológica española les votaría a ellos, y no lo hicieron. Un gran
error el no conocer la sociología política de la clase trabajadora española y
el poder, en Europa, de la socialdemocracia; los trabajadores votaron por los
socialistas e, incluso, en muy gran medida, al centroderecha de UCD.
El viraje político del
partido comunista, que le creó un enorme trauma, no se compensó con un fuerte
apoyo electoral. Luego fue el intento de integrarse en el PSOE, donde no fueron
muy bien recibidos sus seguidores. Otro desgarro, este fortísimo, entre antiguos camaradas,
muchos de los cuales se fueron de la política activa y otros a la creación, con
otra gente inconformista con el sistema, a fundar Izquierda Unida.
Últimamente Carrillo estaba
muy dicharachero y ocurrente en las tertulias donde, dado el bajo nivel de
tertulianos que hay ahora, las enriquecía; estaba crítico incluso con la “casa común de la izquierda”, el PSOE, a
donde había embarcado a los suyos aunque él se quedó fuera.
Descanse en paz don Santiago
Carrillo; si hay otra vida seguro que estará en el Infierno, allí nos veremos. Más información.
Es difícil valorar una vida política tan larga y, además desarrollada en circunstancias (nacionales e internacionales) tan diferentes.
ResponderEliminarLa sociedad española actual tiene muy poco que ver con la de la guerra civil del 36. Incluso la Transición aparece como algo remoto en la España europea del siglo XXI.
Personalmente, valoro muy especialmente la figura de Carrillo permaneciendo sentado en su escaño la noche del 23-F de 1981. Los políticos actuales (muy democráticos ellos) no han valorado debidamente este gesto a la muerte de Carrillo. Se entiende, salen poco airosos de la comparación.
Hasta hace poco, con sus muchos años y sin ninguna responsabilidad política, expresaba lúcidas opiniones de "perro viejo" (valga la expresión, "más sabe el diablo por viejo que por diablo" se decía cuando la vejez era un valor y no había sido sustituida por esa gansada políticamente correcta de la "tercera edad".
Por lo que recuerdo, le escuché decir que a este paso el capitalismo iba a colapsar...
Que no vivamos otra guerra como la que vivió Carrillo y los de su generación, y como la que quiso evitar en la Transición
Sentí su pérdida como si hubiese sido aguien muy cercano, en efecto sabía comunicarse de forma estraordinaria con los demás con su lúcida calidez y sus palabras que sabían llegar a las personas. Se fue un auténtico "puro" tal como vivió: sencillamente y sin aspavientos, creo que se le recordará como un ser excepcional-
ResponderEliminarAbrazos.