miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ensayo.- Conjetura creíble II: La crisis, ¿será por culpa de la desindustrialización y deslocalización de empresas?


España, era un país atrasado hasta los años sesenta del pasado siglo. Solo Cataluña y el País Vasco habían realizado la “revolución industrial” y tenían una burguesía digna de ese nombre. Eso no quiere decir que algunas ciudades no desarrollaran también cierta industria (Madrid, Zaragoza, Valencia…) y, sobre todo, una burguesía urbana comercial más o menos progresista; así mismo, fueron apareciendo durante el siglo XIX y principios del XX, clases medias de tipo corporativo en torno a los funcionarios y cuerpos del estado o colegiales: notarios, médicos, arquitectos,  ingenieros, profesores; jueces, militares y otros altos funcionarios, sobre todo en Madrid pero también en las capitales provinciales.


A raíz de la desamortización de los bienes eclesiásticos y comunales, se creó una clase terrateniente liberal o conservadora pero rentista y vaga, o absentista, que queda más fino, pues la mayoría vivía en la ciudad y veraneaba en el pueblo donde tenía sus tierras; propició el conocido caciquismo rural, del último tercio del siglo XIX y el primero del XX, que tan bien supo retratar don Joaquín Costa junto a la oligarquía nacional a la que le era servil. La mayor parte de la población trabajadora residía en poblaciones pequeñas en torno a la actividad agrícola o ganadera, a veces de manera muy precaria, compuesta principalmente por medieros, colonos y jornaleros y en menor medida por propietarios labradores, la mayoría minifundistas.

La cosa empezó a cambiar a partir de 1960, con el proceso de industrialización de los planes de desarrollo del Régimen franquista. Se fueron creando multitud de polígonos industriales como el de Cogullada, en Zaragoza. Muchas de las empresas que se establecieron eran de capital extranjero, atraídas por las buenas condiciones económicas, laborales, fiscales, etc., más o menos lo que pasa ahora con los países emergentes, sin embargo el Régimen creó también una red de empresas estratégicas y al calor de todo ello fueron apareciendo multitud de pequeñas y medianas empresas españolas,  nuevos polígonos que fueron surgiendo por las principales ciudades durante el último periodo del Franquismo y los primeros años de la Reforma política.

En este segundo periodo se aprobó el Estatuto de los Trabajadores, surgió con fuerza el movimiento sindical y mejoró la negociación colectiva, alcanzando los trabajadores por cuenta ajena unas condiciones económicas impensables en otras épocas; impensables, incluso, por afiliados  a los sindicatos de antes de la última Guerra Civil. Sin embargo en condiciones de trabajo, seguridad e higiene y demás dejaban bastante que desear si las comparamos con la media de Europa, salvo en las grandes empresas, tanto públicas como privadas. También se contaba con una banca pública fuerte.

Un aspecto muy negativo fue el abandono masivo del mundo rural, al concentrarse la industria en las grandes ciudades y en menor medida en las capitales provinciales pequeñas. En Madrid, Barcelona, Tarragona, Valencia o las provincias vascas, la industrialización abarcaba grandes extensiones del término provincial, creándose amplias áreas metropolitanas o comarcas industriales. Un fenómeno propio de la era moderna, este del abandono rural, que también se está dando en los países emergentes y en los no desarrollados. Se incrementó la minería, especialmente en Asturias, y la siderurgia e industria pesada. La industria manufacturera y de automoción también se desarrolló en este periodo. Y mucho el turismo, con la hostelería, en las zonas costeras.

La industria entro en declive a partir de 1980, al principio de manera imperceptible y luego más apreciable. Muchas empresas manufactureras se iban  trasladando al extranjero bananero y tercermundista, donde las leyes y condiciones laborales, de salud, medio ambiente o fiscales apenas existen. Sobrevino una gran crisis y mucho paro que fue solventado pronto gracias, entre otras cosas, a la extensión enorme de la construcción de vivienda que tapo la crisis industrial, cada vez más galopante.

Las condiciones para “entrar en Europa” obligaron a privatizar o liquidar las empresas públicas estratégicas, tanto la minería como las de industria pesada y las de servicios, estas últimas muy rentables como Telefónica o Endesa que han pasado a capital extranjero. Se subvencionó la agricultura y la ganadería pero, en algunos casos,  para hacerla improductiva a favor de mercaderías extranjeras, costeando, la UE, el absentismo improductivo de las tierras. Hoy somos un país dependiente del mercado exterior en la mayoría de los productos agroalimentarios a pesar de que todavía tenemos una buena industria agroalimentaria.

La pesca también entró en declive (aunque no al nivel de la industria), en parte porque dejamos de ser un país colonial y hemos pasado a ser un país de segundo orden en la “división internacional del trabajo”. En parte, también, porque las prácticas depredadoras pesqueras, de las que participamos, están esquilmando los caladeros. La solución no está en nosotros mismos, pero la Unión Europea y las autoridades internacionales deberían hacer algo si no queremos caer en una catástrofe alimentaria de graves consecuencias.

Sin embargo hasta hace poco todo iba bien, por seis motivos:

Primero, porque, la llamada “burbuja inmobiliaria”, propiciada por los gobiernos de “Aznar”, produjo una ingente cantidad de puestos de trabajo, directos en la construcción o indirectos en otros sectores; por ejemplo en las actividades de suministros y gremios anejos a la construcción.

Segundo, porque la dejadez en la agricultura, la desindustrialización, la deslocalización de empresas de manufacturas y la liberalización de mercado, propiciadas tanto por los gobiernos de “Felipe González” como los de “Aznar”,  favorecieron la entrada de productos elaborados en el extranjero, malos y con pocas garantías de salud y calidad pero muy baratos que hicieron, y hacen, la delicia del consumidor poco exigente y de recursos bajos o medio-bajos.

Tercero, porque la gran expansión de barrios urbanos que se dio en todas las ciudades, el tremendo aumento del parque automovilístico y la derivación del transporte hacia la carretera, favoreció el que miles de trabajadores en el desempleo pasaran a autónomos del comercio, la hostelería, el taxi, camioneros, servicios de carretera, talleres, etc., absorbiendo gran parte del paro, condición que no puede darse en la actual crisis económica.

Cuarto, porque con mucho empleo, las actividades más penosas, insalubres, peligrosas y las poco prestigiadas como el servicio doméstico, chapuzas a domicilio y de ayuda a las familias, permanecieron en la economía sumergida, a veces con personal extranjero, a bajo costo.

Quinto, porque se amplió y mejoro la cobertura del seguro del paro y el subsidio del mismo. El seguro del paro y el Fondo de Garantía Salarial de los empresarios, adquirieron en España un uso diferenciado de lo que significa en otros países de nuestro entorno; se convirtieron, también y en gran medida, en instrumento para las prejubilaciones o para financiar la reconversión al trabajo autónomo de los trabajadores asalariados afectados por la desindustrialización, que sirvieron de colchón para aminorar los problemas y posibles estallidos  sociales que al principio de la desindustrialización fueron muy fuertes, pero luego fueron encarrilados gracias a las indemnizaciones asumidas por el Estado y las prejubilaciones (que en realidad no son prejubilaciones sino pago por desempleo inducido por las administraciones públicas y las grandes empresas).

También se trapicheo alegalmente con el Paro y el FOGASA para sanear las débiles contabilidades de las empresas medianas y pequeñas, cada vez más descapitalizadas por la crisis industrial y por los altos intereses de los bancos que penetraron de forma masiva y abusiva en las entidades empresariales de la industria, hasta el punto de que estas están endeudadas y dependen de las financieras totalmente.

Con paro masivo, como tenemos ahora, el seguro de desempleo no va a poder utilizarse para estos cometidos aparentemente contradictorios; además el seguro del paro se está desprestigiando desde todos los medios de comunicación, pero fue muy eficaz en las pasadas crisis industriales y laborales. Si se quita o se minimiza la cuantía del paro, el tiempo de prestación y los subsidios a los parados de larga duración, la conflictividad aguda está garantizada, porque a muy largo plazo vamos a seguir teniendo mucho desempleo, pero el de verdad.

Y sexto, porque además, también, el Estado moderno de las autonomías favoreció, en las últimas décadas, una gran cantidad de empleados públicos (funcionarios o laborales).

Esto último no es malo en sí mismo; es muy positivo, pues el Estado moderno y de servicios requiere de más personal pero, siempre que esté equilibrado con el productivo. Ahora se están echando trabajadores públicos, lo cual, al margen de lo que pensemos de su actividad laboral y del burocratismo funcionarial, el paro sube y sube, y su reciclaje en la empresa privada (no nos hagamos ilusiones), es imposible en la actual coyuntura. Lo que es evidente, es que con treinta años  cargándose, poco a poco, el sector productivo de la economía, y con el paro que esto produce, los gastos del Estado no se pueden mantener. Hay que recortar. ¿pero de donde? Ahí van a entrar en conflicto los diferentes intereses, la sensibilidad de cada partido político y la ideología que ninguno decimos tener pero que todos tenemos.  Esa va a ser, lo está siendo ya, la confrontación social a corto plazo.

Actualmente, nos encontramos con los siguientes problemas:

-Desaparición fuerte de la industria pesada y de la minería
-Deslocalización de la industria manufacturera.
-desfavorable balanza de pagos (del las mayores del mundo, según estadísticas objetivas) entre importación y exportación; también de productos agroalimentarios, cuando éramos un país esencialmente productivo agrícola y ganadero.
-Dependencia tecnológica y de patentes de todos los sectores industriales, incluidos el químico y el farmacéutico, o de semillas que están en manos de las multinacionales agroalimentarias.
-Dependencia energética: gas, carbón, petróleo y derivados. Un mal antiguo pero que ahora se hace más patente.
-Desaparición, lenta pero irreversible, del comercio minorista a favor de cadenas extranjeras, salvo algunas pocas nacionales que se conocen porque se pueden contar con los dedos de la mano.
-Mala situación endémica de la agricultura y de la ganadería, en decadencia desde mucho antes de la crisis.
-Compra por el capital extranjero de empresas de servicios estratégicas como las aerolíneas, la electricidad, las telecomunicaciones, etc. Actualmente se está vendiendo a trozos RENFE, también.
-No poseer ya una banca pública ni moneda propia.
-Asfixia económica, cada vez mayor, para pagar, el Estado, a entidades financieras extranjeras, los intereses de la deuda de financiación a la banca privada española afectada por la burbuja inmobiliaria y las hipotecas basura.
-Tolerancia a la fuga de capitales a paraísos fiscales, algo que, por otra parte, no es nuevo.
-Debido a la crisis de la banca y cajas, reconversión de la misma, con fuertes despidos.
-Debido a los recortes en las administraciones del Estado, despidos. Y más despidos también en la sanidad y la enseñanza, que habían sido una fuente de empleos en los últimos tiempos, con la consiguiente degradación de estos servicios para la mayoría de la población que no pueda tener acceso a un buen colegio o pagarse un buen seguro médico.
-Crisis total y paro generalizado en la construcción de viviendas que ya no volverá a los índices exagerados que tenía aunque el conjunto de la construcción vuelva a la normalidad.
-No solución de la economía sumergida y el trabajo negro, que incluso repunta a más debido a la subida del IVA y a la incapacidad o impotencia de las administraciones públicas para corregir este defecto.
-Quiebra de la hacienda pública por los fuertes intereses de la deuda y la bajada de cotizaciones debido al alto número de parados y la perdida de autónomos y empresas cotizantes. También menor ingreso del IVA, a pesar de su subida, debido a la caída del consumo.

A la hora de sacar este artículo, el Gobierno ya está hablando de la oportunidad de tocar el “Fondo de pensiones” (se decía que era intocable), para pagar no se sabe el que; esto significaría el principio del fin de las pensiones.

La desindustrialización y deslocalización de empresas podría ser la causa principal de la crisis en España. Pera mi es la más grave y la de más difícil solución. Pero la crisis –dicen- es global y por otras causas.

¿Puede ser por estas cosas u otras y lo de la desindustrialización y la quiebra del sector productivo, en general, solamente ser un pequeño defecto secundario e intrascendente? ¡He ahí la duda! El tiempo nos lo dirá.






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