Llega la princesa Leonor a Zaragoza a recoger las medallas que le hemos dado: la de las Cortes, la del Aragón, la de Hija adoptiva, el bastón de mando, la pulsera de la Virgen del Pilar y no sé si también el pincho de oro de la Asociación de Bares de Zaragoza, que como a su abuelo, parece que le gustan las tapas del casco viejo y del ensanche. Y nos dice que se siente una maña más.
Eso de que a los aragoneses nos llamen maños quienes no son aragoneses,
da empaque, relevancia; satisface nuestro ego regional y exalta nuestra
identidad colectiva como pueblo que ahora está muy de moda y a los aragoneses,
al contrario que a los catalanes, a los vascos y a los andaluces (los de Madrid
son los españoles por antonomasia y casticismo), no nos conocen más que en
Oloron, en Francia, donde fui hace poco porque allí fueron unos cuantos miles
de antifranquistas aragoneses de los que perdieron la guerra y los encerraron
en campos de concentración como a perros sarnosos, porque los franceses, ya
sabemos que son muy liberales y acogedores.
A los franceses les llamamos galos cuando queremos ser familiares con
ellos, salvo en Aragón que a veces les llamamos por mote: “gabachos”,
por lo bien que nos trataron cuando entraron con los ejércitos napoleónicos a
liberarnos de la Santa Inquisición pero que como los maños somos tan
desagradecidos no quisimos que nos liberaran, y ni a rezarle a la Virgen del
Pilar dejamos que entraran.
A los portugueses les llamamos lusos, a los americanos de EE. UU., yankis, o sea, que las naciones importantes tienen su apellido y la aragonesa somos nación desde Alfonso I el Batallador o antes, cuando el emperador César Augusto, que fue el que nos dio el apodo que nos dicen MAÑOS; que nada menos en romano paladino quiere decir MAGNO.
Como lo de gabachos a los franceses, los aragoneses también tenemos
apodos, no sé si degradantes, despectivos u ostentosos; los aragoneses somos mismamente
baturros que dicen sinónimo de campesino iletrado o cazurro (nunca pijo); en todo caso lo de baturro también
nos gusta a la mayoría y no sé porque, debe ser que los aragoneses somos muy de
reclamar nuestra identidad y ya que nuestra lengua histórica está prácticamente
perdida y la mayoría nos empeñamos en hablar castellano (algunos, todavía con
acento baturro), o catalán, que aún lo entiendo todavía menos, o “chapuriau”,
como les gusta decir a algunos de ellos (que es como un baturro del catalán),
pues tener el apellido (MAÑO) y el mote (BATURRO), es muy gratificante.
O sea; que, si la princesa se siente una maña más y le gusta recorrer
los bares de Zaragoza, yo me siento cada vez más identificado con ella, aunque
dudo que se sienta más maña que yo y le guste recorrer los bares de Zaragoza
más que yo, por lo menos los de tapas; los de copas no sé, que a esos ya no voy
desde que soy obrero pensionado por inutilidad y cotizante de clases pasivas. Es decir; hay sintonía.
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