Su atribución no ha estado exenta de polémica. Cuando Azcón anunció su concesión en un pleno de las Cortes, pilló a los diputados socialistas por sorpresa y no aplaudieron. Un gesto que Azcón hecho en cara a los socialistas, que a su vez le acusaron de “falta de humanidad” por “aprovecharse interesadamente” de la figura del expresidente. Además, Vox no asistió al acto por considerar que “blanquea el presente infame del Partido Socialista”.
Lamban no era ese señor tan idealizado por una gran
parte de su partido y del centro derecha aragonés, pero tampoco el asesino que
dicen los de Vox. En el término medio está el sentido común. Lo razonable. Lo
mismo que le está cayendo ahora a Sánchez.
“Ni tanto ni tan calvo” dice el refrán castellano. Las exageraciones nos
pierden, y a quienes las usan cotidianamente, a la larga se les volverán en
contra porque “el que al cielo escupe, en la cara le cae”.
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| Don Javier Lambán en una visita a Samper |
La política actual es un sinsentido de violencia verbal que siempre adelanta a la física. Me gusta que le hayan hecho un homenaje a Lamban, aunque “no era santo de mi devoción”, eso no es una manifestación de hipocresía como dicen los dogmáticos y sectarios impenitentes. Es una fórmula de convivencia que hoy está bastante oxidada en la política española donde se criminaliza a todos los políticos que no son de nuestra “cuerda” porque así reforzarnos nuestros delirios ideológicos, quien sabe si nuestras inseguridades doctrinales también.
Lambán fue un
presidente legítimo de la Diputación General de Aragón porque así lo decidió el
parlamento aragonés y lo perdió porque así lo decidieron en unas elecciones
posteriores. Tan simple como eso y a quien no le guste es porque no le gusta la
democracia.


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