Todo el mundo sabe mucho cuando se han celebrado unas elecciones; si le hubieran preguntado hace unos días la mitad no habrían acertado, sobre todo los que han perdido, porque todo el mundo pensaba ganar, y los que han ganado han acertado.
Es así y no le demos
más vueltas. Las elecciones no son tan racionales como creemos, influye mucho
la emotividad, el contexto sociopolítico del momento, el cansancio de aguantar
a los que llevan tiempo gobernando en la nación, en la comunidad o en un
municipio. Hay votantes muy rígidos y disciplinados que votarán siempre a su
partido de referencia; esto es un valor sobre todo en los partidos más consolidados
como el PP, el PSOE y algunos nacionalistas de las comunidades más soberanistas.
¿Cuántos el 40, el 60%? Luego están los que cambian según lo dicho; estos son
los que cambian de voto o se abstienen según les va el aire, casi siempre a
otro partido fronterizo, pero a veces pueden ir de extremo a extremo.
¿Pero quiénes son? no
los conocemos. El voto es secreto y la mayoría no quiere significarse o miente
cuando dice por quién ha votado. Esto es imprevisible por más que las empresas
de encuestas digan que lo saben todo. Se ganan el pan con ello. Encuestas S.A.
es una industria con cientos, quizá miles de trabajadores y trabajadoras y
alimentan también a varios cientos de periódico, la mayoría ya digitales.
Además, están contratados por los partidos y el “sesgo y la tría” la
hacen a cuenta de quien los contratan.
A mí me han encuestado,
nunca digo la verdad, salvo una vez que me encuestó una chica joven hija de un
amigo, que conocía mi perfil político y no le podía mentir. Creo que mucha
gente hace lo mismo. Los sociólogos me dicen que tienen métodos muy estudiados,
sofisticados y más ahora con los medios digitales, pero soy escéptico.
Aciertan, a veces, porque en elecciones se acierta a si o no, y suelen conocer
las tendencias; si ves caer un avión desde el cielo seguro que se estrella,
piensas. Pero a veces no, es que está aterrizando.
Digo todo esto porque
soy de los pocos que piensan que la confrontación electoral se juega como el
mus o el póker y quien sabe echar los órdagos o los faroles, quien es valiente
sin ser imprudente, puede ganar. Las elecciones políticas tienen más de juego
de tahúres, de adiestrados e inteligentes estrategas que de realidad sociológica
(que también tiene su parte, por supuesto).
Ahora se le hecha toda
la culpa a Sánchez de la derrota del PSOE, pero quienes han perdido son los
varones que la mayoría de ellos no quieren a Sánchez y están en la cultura que
estaba el PSOE de Andalucía. Han sido ellos los que han perdido, no Sánchez,
porque son ellos los que lo han hecho muy mal con sus contradicciones
ideológicas, su populismo mal disimulado, sus eventos ruinosos y corruptelas;
con sus discordancias disciplinarias. Veamos si no a Lamban y el PSOE de Aragón
que más se parece al PAR que a un partido obrerista serio, cosmopolita he
internacionalista. Es normal que la gente prefiera el original (que no es el
PAR, claro, que está de capa caída), sino el PP. O Podemos, que no hacía falta
encuestas para saber que se iban a estrellar; no por sus ideas sino por su torpeza
e inmadurez para desenvolverse en el mundo de la política profesional y
convencional. Para eso hay que haber hecho muchos cursillos de aprendizaje, ser
ladino, pragmático, “morderse la lengua”, unas gotas de demagogo y
bastante de hideputa sin que se note mucho, porque si se nota mucho te has
perdido también.
Sánchez ha hecho lo que
debe hacer un presidente de gobierno que ha perdido su partido las elecciones y
donde él es el máximo responsable de dirección. Aguantar seis meses más a su
oposición cada vez más ofensiva después de haberla aguantado estos años de
sufrimiento por las crisis y la pandemia en la que se le ha acusado
constantemente de criminal, “ocupa de la casa del gobierno de la nación”
y todo tipo de improperios que superan con creces lo que es una crítica
contundente y dura (que deben aguantar pues para eso se les elige y paga), no
hay mortal que aguante eso.
Si pierde se irá a casa
a descansar, como se fue Rajoy que dice estar más tranquilo “que un ocho”,
con lo mucho malo y lo mucho bueno que nos hizo; ahí ya según la ideología de
cada cual.
Si ganara, que todo
pudiera suceder, porque la política, en democracia ya digo, es un juego de
tahúres, será dios para sus adeptos, aunque seguirá siendo el demonio para sus
adversarios, pero estos se habrán calmado ya hasta la próxima revancha.
Así, para bien, gane o
pierda; estaremos tranquilos una temporada.
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