domingo, 27 de noviembre de 2022

Historia y cultura. Samper de Calanda. Historia de nuestro cine.

El autor desgrana sus recuerdos en torno a las dos salas de cine que tuvo este municipio de la comarca turolense del Bajo Martín en la segunda mitad del siglo XX.  Por: Antonio Zapater Fandos 

Soy de un pueblo de la comarca del Bajo Martín, en la provincia de Teruel, que se llama Samper de Calanda y, como tantos otros pueblos, se nos está vaciando. Yo quiero hacer un   homenaje al cine, y mis recuerdos me llevan a los años en los que la población de mi municipio estaba bien asentada y existían dos salas, cosa que para un pequeño pueblo era todo un lujo.

Según recoge Ángel Gonzalvo en su libro de entrevistas a propietarios y empleados de los antiguos cines turolenses, La Memoria cinematográfica del espectador,  entre  1947 y 1954 existió en Samper un cine que se usaba como sala de baile. Su propietario, Mariano Yebra, acabó vendiéndoselo a José Espés, quien lo tuvo en funcionamiento entre 1955 y 1975. Se   llamaba el cine Moderno, aunque la gente lo conocía como cine ‘Espés’, tomando el apellido de su propietario. Era un edificio con un patio exterior donde había una morera y unas         escaleras que subían a la cabina de proyección, en la cual nos colábamos los zagales a pedir al ‘Espés’ recortes de película para hacernos unos aparatos con cartones y, a través de una luz, ver lo que venía a ser una especie de diapositiva.

El cine era de reducido tamaño: contenía 200 butacas de madera y detrás, unas gradas a las que llamábamos el gallinero y donde cabían unas 40 personas. Había una especie de cuadra que hacía de bar, con un tablero de madera y muchas cajas de cerveza y refrescos;  una puerta daba acceso al cine.

Lo bueno de este cine era que no había censura; nos dejaban pasar casi siempre a los chicos y chicas, pues el negocio se basaba en que cuantos más espectadores, mejor. Tenía en la plaza una cartelera con barra y ponían unos cartones con los fotogramas de la película. Algunas veces, cuando salíamos del cine,  nos  dábamos cuenta de que   alguna escena no había salido, digo yo que serían de otra película

Un recuerdo que tengo de un sábado: fui con mi hermana, que era mayor que yo, al cine y vimos una película de terror. Para volver a casa, con aquellas bombillicas que había en las calles, las pasamos canutas; creo que no he pasado tanto miedo en mi vida, pues creíamos que a la vuelta de una esquina nos iba a salir el asesino que habíamos visto en la pantalla del cine.

Más tarde, a principios de los años 60, a un cura que había en Samper se le ocurrió, en colaboración con las ‘fuerzas vivas’ del pueblo, crear un Centro Social Católico, eso sí, con costes al erario público y con la colaboración desinteresada de todos los vecinos, y se creó el Centro Social Católico Virgen del Pilar. La propiedad y los beneficios pasarían al Arzobispado de Zaragoza, todo sea por la cultura y en beneficio de la Santa Madre Iglesia.

Dicho y hecho. El Ayuntamiento cedió los terrenos, se cortó la madera de los pinares, se vendió y se crearon los socios. Como todos sabemos, estaba mal visto no ser socio, solo no lo eran las personas con pocos o ningún recurso.

Se puso la primera piedra con todo el boato y propaganda,  que  corrió a cargo del famoso arzobispo Morcillo,  y  comenzaron las obras; la cantidad de jornales que echaron los vecinos y en dinero que aportaron nadie lo sabe. La ubicación se eligió en un cabezo enfrente de la iglesia. (antiguo fuerte o castillo de las Guerras Carlistas), un lugar privilegiado al cual se accedió por una pasarela.

Y allá por el año 1962, se inauguró el centro, compuesto por un cine con 650 butacas de madera de esas que se levantaban cuando no había nadie sentado, un bar con una hermosa terraza con unas vistas impresionantes a la huerta y una sala de TV. Tengo que reconocer que el FOCAR (Fomento de la Cultura, Deporte y Recreo), como lo llamaban los vecinos, potenció los actos culturales, ya que la juventud creó grupos de teatro y de música, y el pueblo dispuso de un local para presentaciones de las reinas de las fiesta y diversos actos,  siempre bajo la atenta mirada de una junta de católicos presidida por el cura, por la cual pasaban todos los controles habidos y por haber, tanto en películas como en obras de teatro. Pero bueno, alguna ventaja había que tener. Sábados y domingos teníamos cine, y puedo   presumir de que era uno de los mejores cines de la comarca; qué digo, de la provincia. Por   aquellos años yo era muy pequeño y no entendía muy bien, pero oía hablar a los mayores y preferían el cine de ‘Espés’, pues traía mejores películas y sin censura por la temática. Sirva de ejemplo la película Gilda, y algunas más de esas que empezaban con los destapes.

Mis recuerdos del FOCAR poseen el olor a bocadillo de calamares que en el descanso se compraba la gente pudiente, y el sabor de las gaseosas. Yo me conformaba con el olor, pues en mi casa nos venía justo y algunas veces ni podían darme dinero para la entrada. Cuando había, me llegaba para una bolsa de kikos y una gaseosa; otra solución era esperar al descanso y colarme si no me pillaba el acomodador  (se tocaban tres timbrazos para avisar la gente que estaba tomando algo en el bar). Creo recordar que el bocadillo, la entrada y la    gaseosa salían por unas 12 pesetas, así que los domingos había que buscar donde fuera a los abuelos y a los tíos para conseguir alguna peseta, por lo menos para la entrada.

El acomodador tenía un faenón con nosotros, pues como el cine estaba en cuesta nos encantaba tirar las botellas de gaseosa vacías, que hacían un ruido tremendo hasta que chocaban contra el pie del escenario. Ya tenías al tío Casión con la linternica a ver si pillaba al que había sido y, si era así, lo sacaba a la calle.

Otros recuerdos que tengo son de los cortes que le daban a la película cuando había una escena de besos o un poco tórrida. Terreu, que era quien manejaba la máquina y era muy beato,  se encargaba de cortar las películas, y se liaba la de dios cuando golpeábamos en la madera de las butacas como protesta, hasta que venían los acomodadores, el tío Figote o el tío Casión, a poner orden.

En la entrada del bar había una taquilla de madera y detrás solían estar la Pilar “la Coja” o la Teresica “la Contadera”, que te vendían unas entradas de un papel basto y de colorines

(verdes, naranjas etc…). Solía haber el sábado noche una sesión para mayores y el domingo, para todos los públicos: películas de vaqueros o de romanos y gladiadores; también se montaba guirigay cuando atacaba la caballería o los romanos ganaban.

En el pueblo teníamos la costumbre de pasear desde la plaza por el altero, que era donde colocaban las carteleras de los cines, y los mozos les preguntaban a las mozas qué película de las que echaban les gustaba más y a cuál de ellas iban a ir; pero muchas veces los engañaban, pues les decían lo contrario de lo que iban a hacer y los mozos se quedaban esperando en la entrada, pero como las chicas no venían, había que correr para llegar al otro cine. Luego, como eran un poco brutos, se lo hacían pagar:  en el tiempo de los carruchos (una clase de cardos),  cogían los mozos un buen puñado, se sentaban en la fila de detrás y se los pegaban a las chicas en el pelo; no veas los enredones que se hacían para quitárselos

También en el tiempo de los latones nuestras cabezas pensantes discurrían maldades. El latonero es un árbol que se da por estos lugares y da unos frutos del tamaño de los guisantes; cuando están negros se pueden comer, pero tienen un hueso redondo como la olivas. Antes del cine trepábamos al latonero, nos llenábamos los bolsillos de latones y,  con una caña del diámetro de los huesos, nos hacíamos una especie de cerbatana. Rosigabas el latón, introducías el hueso en la caña y, con un fuerte soplido, lo disparabas y le arreabas en toda la cocorrota al que estaba viendo la película unas filas más adelante; éramos zagales y no discurríamos nada bueno.

También me acuerdo de despistar al acomodador para colarnos en las películas de mayores;  de nuestros primeros ligues, procurando sentarnos detrás de las chicas que nos gustaban. Solo hacíamos que incordiarlas, porque éramos un poco salvajes. Lo que sí reconozco es que el cine nos trajo cultura al pueblo, y que era un punto de encuentro en torno al cual giraba la vida de chicos y mozos, además de los matrimonios que salían los sábados por la noche para disfrutar con una película; todo un lujo, pues en otros pueblos de alrededor que carecían de cine eso no ocurría. Incluso aunque lo hubiera, algunos jóvenes venían aquí por las chicas, como los de Escatrón.

Así, tuvimos en Samper de Calanda la suerte de disfrutar de dos cines, de entretenernos con las películas de vaqueros, las de romanos y las del destape; de reírnos y emocionarnos con actores como Manolo Escobar, Gracita Morales y Paco Martínez Soria; de adquirir, en suma, una cultura cinematográfica que, para aquellos años y tal como estábamos en España, no era moco de pavo.

Después cerraron el cine FOCAR por aluminosis, pero el bar continuó muchos años más. Después de mil peleas con la junta y el Arzobispado de Zaragoza, el Ayuntamiento de Samper ha conseguido en 2014 comprar el edificio a la Iglesia y que retorne el edificio al pueblo. La idea es hacer un salón multiusos con escenario para obras de teatro y proyecciones, además de un bar y un tanatorio, que ya está terminado y operativo. Así como vayan llegando los fondos volveremos a tener nuestro añorado cine, pues hoy en día nos apañamos con el cine a la fresca en el parque que se hace en verano y alguna película en el salón del ayuntamiento, pero son casos excepcionales.





PUNCHAR PARA AMPLIAR. SI DESCARGAN LAS IMÁGENES LAS LEERÁN MEJOR



       hay un pequeño error en el título de una fotografía donde dice que son José y Jacinta. No es Jacinta. Se quien es pero no me atrevo a poner el epodo y no se su nombre. El autor ya se percató de ello pero no pudo corregirlo.

2 comentarios:

  1. Cristina Terreu27 nov 2022, 23:02:00

    Antonio Zapater, eso de que Terreu cortaba las películas lo dices tú, que imagino estarías en la cabina de cine para verlo. Qué fácil es hablar de las personas cuando no están para contestarte. Poco decías esas mentiras cuando te comías las tortillas de patata que llevaba al CIR cuando estabas en la mili.

    ResponderEliminar
  2. Los latoneros son almez ... Y existen en toda España al menos ... En Córdoba En Medina Azahara al lado de la mezquita hay varios bien hermosos ... Pregunte y allí les llaman algo parecido alme........

    ResponderEliminar