Aunque no esté de moda, incluso esté mal visto hacer referencia a ello, las clases sociales existen. No hay que confundir las clases sociales actuales con las que había en el medievo o en la antigüedad; las clases sociales en los países desarrollados e industrializados no hay servidumbre, ni castas, ni esclavitud, aunque estas categorías todavía se dan en el Tercer Mundo. Las clases sociales actuales, al contrario que en las descritas, tienen una gran movilidad social y puede pasarse de una a otra, ascender o descender sin que socialmente se aprecie. Por lo general, cuando alguien desciende de categoría lo oculta, como sucede en las últimas crisis económicas que hemos sufrido, o estamos sufriendo-, ya que es vergonzoso reconocerlo.
Para analizar las clases sociales
en su situación objetiva, el criterio principal es la diferenciación en la
posición de dominio/subordinación (explotación, expropiación, discriminación,
subalternidad) entre los grupos sociales en el conjunto de sus relaciones
sociales, económicas, familiares y laborales. Tiene que ver con la segmentación
del estilo de vida y de consumo, o sea, con los niveles de ingresos,
empobrecimiento y desigualdad social, así como con la edad y las capacidades
académicas y étnico-culturales. Existen buenos indicadores de rentas, tipo de
ocupaciones o formación escolar, pero el análisis debe ser más complejo e
interactivo.
CLASE ALTA |
Junto con estas condiciones “objetivas”
y su conciencia social el aspecto principal para analizar la clase como sujeto
social, son sus relaciones familiares, de amistades, ubicación de barrio o
lugar, sociopolítica y cultural, aspectos que habrá que considerar.
El indicador utilizado es el tipo
de ocupación y he añadido el nivel de paro. Es decir, es un análisis de la
población “activa”, dejando al margen la población inactiva (estudiantes,
jubilados y con trabajo no remunerado como las convencionales amas de casa, que
en su conjunto por su nivel de mayor dependencia y menores ingresos podrían
ampliar más la composición de las clases trabajadoras.
La EPA distribuye a la población
ocupada (asalariada y autónoma) en diez categorías: 1) Directores y gerentes.
2) Técnicos y profesionales científicos e intelectuales. 3) Técnicos;
profesionales de apoyo. 4) Empleados contables, administrativos y
otros empleados de oficina. 5) Trabajadores de los servicios de
restauración, personales, protección y vendedores. 6) Trabajadores
cualificados en el sector agrícola, ganadero, forestal y pesquero. 7/ Artesanos
y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras y la
construcción (excepto operadores de instalaciones y maquinaria). 8) Operadores de instalaciones y
maquinaria, y montadores. 9) Ocupaciones elementales. 0) Ocupaciones
militares.
El grupo 1) es el que forma las
clases altas o dominantes. Los grupos 2) y 3), las clases medias. Y los grupos
4) a 9) las clases trabajadoras donde también he incluido la gente parada. Las
fronteras de clase no son exactas. Puede haber ocupaciones de técnicos en
situación precaria que formarían parte de la clase trabajadora y artesanos a
los que le va bien, pertenecientes a la clase media. He excluido del análisis
el grupo 0) de poco más de cien mil personas (apenas el 0,5%) por la dificultad
para distribuirlo entre las tres clases sociales atendiendo a sus jerarquías
(generales, oficiales, soldados), aunque no modifica los porcentajes totales.
El total de población activa es
similar entre los dos momentos: 23,4 millones en 2022 y 23,5 millones en 2012.
La diferencia significativa está en la variación entre la dimensión de la
población ocupada y la parada: 20,47 millones + 2,92 millones en 2022, frente a
17,76 millones + 5,73 millones en 2012. O sea, en esta década han disminuido
las personas desempleadas y han aumentado las ocupadas, con una variación de
unos 2,7 millones de personas que han pasado de una situación a otra. Ello ha
supuesto un cambio de la estructura de clases de la población activa y se da por
supuesto que, de sus familias o unidades de convivencia, con impacto sobre la
distribución más asequible de sus gastos, en particular los de vivienda.
El dato global más relevante es la
composición ampliamente mayoritaria de las clases trabajadoras que en 2012 eran
el 75,2% del total frente al 21% de las clases medias y la minoría del 3,8% de
las clases dominantes. Este porcentaje de las capas altas apenas se modifica,
pero sí observamos una modificación sustancial de más de seis puntos de
incremento en 2022 de las clases medias (hasta el 27,4%) y una reducción de las
clases trabajadoras (hasta el 68,7%). Sin embargo, la desproporción entre ambas
todavía es muy grande: las clases medias no alcanzan la mitad de las clases
trabajadoras. Esa es la situación “objetiva” de clase social y la tendencia
generada.
Como aspecto adicional los datos
del CIS sobre la identificación subjetiva de clase, en este caso del conjunto
de la población cuya variada denominación agrupo en las tres clases básicas: Clase
alta (y media alta): 5,1%; clase media (media): 48,2%;
clase trabajadora (clase media-baja, clase trabajadora (la mayoría de
los autónomos) u obrera y clase baja o bajo el umbral de la pobreza):
35,8%; al margen hay un 10,9% que no se define (No sabe/No contesta) o lo hace
por “otras’” denominaciones respecto de esos tres bloques en los que se han
agregado las respuestas.
Aunque son datos sobre campos
muestrales heterogéneos, se observa el sesgo convencional de varios segmentos de
población cuya identificación se asocia con un escalón superior al de su
estatus objetivo o material; o sea, su pertenencia de clase la define por sus
objetivos y deseos no por su posición sociolaboral y vital actual.
Ya he dicho que las clases medias
estaban sobrerrepresentadas en el estudio del CIS y las clases trabajadoras
infrarrepresentadas. Pero contando con esa distorsión, la discordancia entre
situación objetiva e identificación subjetiva suma entre seis y siete puntos.
Se trata de un sector de clase media (subjetiva, que aspira ir a más),
probablemente jóvenes con mayores credenciales académicas y con expectativas de
movilidad ascendente inmediata desde su situación todavía precaria. Y también
clase media en crisis que no lo quiere reconocer.
Por tanto, es relevante la
existencia en torno a ese 6% o 7% (yo creo que más), de clase trabajadora “objetiva”
que se identifica, subjetivamente, con la clase media a la que aspira
pertenecer, o a la que cree pertenecer, aunque todavía permanezca en esa
situación bloqueada de clase trabajadora. Ello sí tiene implicaciones
sociopolíticas y culturales, aunque acotadas a esa dimensión.
Además, hay una movilidad
ascendente dentro de la propia clase trabajadora, desde la situación de
precariedad laboral, de paro o temporalidad, a una relación laboral más
estable. Se trata de la gente en paro (2,7 millones, el 12% de la población
activa actual) que ha pasado a una situación de empleo, aunque sea precario.
Igualmente, tras la reciente reforma laboral, han mejorado su estatus laboral
las personas con una mayor estabilidad por la mayor contratación indefinida
(3,3 millones en el primer semestre de 2022, 2,3 millones más que en el mismo
periodo del año pasado) frente a la temporalidad anterior (que ha disminuido en
1,4 millones), aunque la mayoría son a tiempo parcial y afecta más a las
mujeres.
CLASE BAJA EN EL RASTRO DE LA ALMOZARA |
Todo ello constituye una mejora
relativa en las condiciones de trabajo y de vida de segmentos significativos de
la población trabajadora, que podemos cuantificar en un tercio de la población
activa, casi ocho millones de personas. No obstante, ese avance se contrarresta
con la incertidumbre, especialmente derivada de la inflación con la
correspondiente pérdida de poder adquisitivo de los salarios de esos segmentos
ascendentes y, sobre todo, de la mayoría de la población activa estancada, que
suman el resto de dos tercios, más de quince millones, y con algunos riesgos
descendentes. Aunque aquí habría que diferenciar varios segmentos cuya
prolongación de su trayectoria laboral tiene más o menos efectos problemáticos
y, por tanto, sus expectativas vitales: desde los más graves de los tres
millones que persisten en el paro, a los sectores de clase trabajadora empleada
con bajos salarios y devaluación salarial y las capas medias con mayor estatus
y capacidad adquisitiva, a lo que habría que añadir la especificidad de la
población inmigrante.
Junto con esa relativa mejora en
esos segmentos significativos y ese estancamiento en la mayoría trabajadora
respecto de sus condiciones laborales, el conjunto continúa sometido a las presiones
por el incremento de la productividad, así como a la pérdida de condiciones y
derechos que todavía persiste de la época más dura de los recortes sociales y el
deterioro progresivo de los servicios públicos como la Sanidad, la devaluación
salarial y la austeridad económica y presupuestaria. Es la base material del
todavía existente malestar social, junto con la desconfianza en la clase
política por su insuficiente gestión reformadora que dé más seguridad y
certidumbre vital a esas mayorías de clase trabajadora.
En conclusión, las clases existen. Pero, además de sus condiciones objetivas y subjetivas, aquí analizadas, el factor fundamental de su existencia como sujeto colectivo, pero en los sectores más precarios de 3º grupo que aquí llamo la clase trabajadora y los sectores del 2ª de clase media-media en crisis y en descenso social (muchos resisten e incluso han ido a mejor, pero un sector importante ha menguado en la escala social) Y MUCHOS JÓVENES HAN VISTO FRUSTRADAS SUS ASPIRACIONES A SUBIR EN LA ESCALA SOCIAL, lo que indudablemente explican esa orientación en los últimos años hacia posiciones electorales como Podemos o VOX que podrían consolidarse o, incluso, ir a más si aumenta la desigualdad social, la precariedad laboral y la crisis económica.
Fuente: INE. EPA 2022T2 y 2012T2,
CONOCER MÁS SOBRE LAS CLASES SOCIALES...
No hay comentarios:
Publicar un comentario