viernes, 11 de noviembre de 2022

Artículo. Las clases sociales existen aunque no lo queramos reconocer

 Clase media-alta

Aunque no esté de moda, incluso esté mal visto hacer referencia a ello, las clases sociales existen. No hay que confundir las clases sociales actuales con las que había en el medievo o en la antigüedad; las clases sociales en los países desarrollados e industrializados no hay servidumbre, ni castas, ni esclavitud, aunque estas categorías todavía se dan en el Tercer Mundo. Las clases sociales actuales, al contrario que en las descritas, tienen una gran movilidad social y puede pasarse de una a otra, ascender o descender sin que socialmente se aprecie. Por lo general, cuando alguien desciende de categoría lo oculta, como sucede en las últimas crisis económicas que hemos sufrido, o estamos sufriendo-, ya que es vergonzoso reconocerlo.

Para analizar las clases sociales en su situación objetiva, el criterio principal es la diferenciación en la posición de dominio/subordinación (explotación, expropiación, discriminación, subalternidad) entre los grupos sociales en el conjunto de sus relaciones sociales, económicas, familiares y laborales. Tiene que ver con la segmentación del estilo de vida y de consumo, o sea, con los niveles de ingresos, empobrecimiento y desigualdad social, así como con la edad y las capacidades académicas y étnico-culturales. Existen buenos indicadores de rentas, tipo de ocupaciones o formación escolar, pero el análisis debe ser más complejo e interactivo.

CLASE ALTA

Junto con estas condiciones “objetivas” y su conciencia social el aspecto principal para analizar la clase como sujeto social, son sus relaciones familiares, de amistades, ubicación de barrio o lugar, sociopolítica y cultural, aspectos que habrá que considerar.

El indicador utilizado es el tipo de ocupación y he añadido el nivel de paro. Es decir, es un análisis de la población “activa”, dejando al margen la población inactiva (estudiantes, jubilados y con trabajo no remunerado como las convencionales amas de casa, que en su conjunto por su nivel de mayor dependencia y menores ingresos podrían ampliar más la composición de las clases trabajadoras.

La EPA distribuye a la población ocupada (asalariada y autónoma) en diez categorías: 1) Directores y gerentes. 2) Técnicos y profesionales científicos e intelectuales. 3) Técnicos; profesionales de apoyo. 4) Empleados contables, administrativos y otros empleados de oficina. 5) Trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores. 6) Trabajadores cualificados en el sector agrícola, ganadero, forestal y pesquero. 7/ Artesanos y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras y la construcción (excepto operadores de instalaciones y maquinaria).    8) Operadores de instalaciones y maquinaria, y montadores. 9) Ocupaciones elementales. 0) Ocupaciones militares.

El grupo 1) es el que forma las clases altas o dominantes. Los grupos 2) y 3), las clases medias. Y los grupos 4) a 9) las clases trabajadoras donde también he incluido la gente parada. Las fronteras de clase no son exactas. Puede haber ocupaciones de técnicos en situación precaria que formarían parte de la clase trabajadora y artesanos a los que le va bien, pertenecientes a la clase media. He excluido del análisis el grupo 0) de poco más de cien mil personas (apenas el 0,5%) por la dificultad para distribuirlo entre las tres clases sociales atendiendo a sus jerarquías (generales, oficiales, soldados), aunque no modifica los porcentajes totales.

JÓVENES DE CLASE MEDIA-BAJA O BAJA CON PRETENSIONES DE SUBIR EN EL ESCALAFÓN A CLASE MEDIA-ALTA.



El total de población activa es similar entre los dos momentos: 23,4 millones en 2022 y 23,5 millones en 2012. La diferencia significativa está en la variación entre la dimensión de la población ocupada y la parada: 20,47 millones + 2,92 millones en 2022, frente a 17,76 millones + 5,73 millones en 2012. O sea, en esta década han disminuido las personas desempleadas y han aumentado las ocupadas, con una variación de unos 2,7 millones de personas que han pasado de una situación a otra. Ello ha supuesto un cambio de la estructura de clases de la población activa y se da por supuesto que, de sus familias o unidades de convivencia, con impacto sobre la distribución más asequible de sus gastos, en particular los de vivienda.

El dato global más relevante es la composición ampliamente mayoritaria de las clases trabajadoras que en 2012 eran el 75,2% del total frente al 21% de las clases medias y la minoría del 3,8% de las clases dominantes. Este porcentaje de las capas altas apenas se modifica, pero sí observamos una modificación sustancial de más de seis puntos de incremento en 2022 de las clases medias (hasta el 27,4%) y una reducción de las clases trabajadoras (hasta el 68,7%). Sin embargo, la desproporción entre ambas todavía es muy grande: las clases medias no alcanzan la mitad de las clases trabajadoras. Esa es la situación “objetiva” de clase social y la tendencia generada.

Como aspecto adicional los datos del CIS sobre la identificación subjetiva de clase, en este caso del conjunto de la población cuya variada denominación agrupo en las tres clases básicas: Clase alta (y media alta): 5,1%; clase media (media): 48,2%; clase trabajadora (clase media-baja, clase trabajadora (la mayoría de los autónomos) u obrera y clase baja o bajo el umbral de la pobreza): 35,8%; al margen hay un 10,9% que no se define (No sabe/No contesta) o lo hace por “otras’” denominaciones respecto de esos tres bloques en los que se han agregado las respuestas.

Aunque son datos sobre campos muestrales heterogéneos, se observa el sesgo convencional de varios segmentos de población cuya identificación se asocia con un escalón superior al de su estatus objetivo o material; o sea, su pertenencia de clase la define por sus objetivos y deseos no por su posición sociolaboral y vital actual.

Ya he dicho que las clases medias estaban sobrerrepresentadas en el estudio del CIS y las clases trabajadoras infrarrepresentadas. Pero contando con esa distorsión, la discordancia entre situación objetiva e identificación subjetiva suma entre seis y siete puntos. Se trata de un sector de clase media (subjetiva, que aspira ir a más), probablemente jóvenes con mayores credenciales académicas y con expectativas de movilidad ascendente inmediata desde su situación todavía precaria. Y también clase media en crisis que no lo quiere reconocer.

Por tanto, es relevante la existencia en torno a ese 6% o 7% (yo creo que más), de clase trabajadora “objetiva” que se identifica, subjetivamente, con la clase media a la que aspira pertenecer, o a la que cree pertenecer, aunque todavía permanezca en esa situación bloqueada de clase trabajadora. Ello sí tiene implicaciones sociopolíticas y culturales, aunque acotadas a esa dimensión.

Además, hay una movilidad ascendente dentro de la propia clase trabajadora, desde la situación de precariedad laboral, de paro o temporalidad, a una relación laboral más estable. Se trata de la gente en paro (2,7 millones, el 12% de la población activa actual) que ha pasado a una situación de empleo, aunque sea precario. Igualmente, tras la reciente reforma laboral, han mejorado su estatus laboral las personas con una mayor estabilidad por la mayor contratación indefinida (3,3 millones en el primer semestre de 2022, 2,3 millones más que en el mismo periodo del año pasado) frente a la temporalidad anterior (que ha disminuido en 1,4 millones), aunque la mayoría son a tiempo parcial y afecta más a las mujeres.

CLASE BAJA EN EL RASTRO DE LA ALMOZARA

Todo ello constituye una mejora relativa en las condiciones de trabajo y de vida de segmentos significativos de la población trabajadora, que podemos cuantificar en un tercio de la población activa, casi ocho millones de personas. No obstante, ese avance se contrarresta con la incertidumbre, especialmente derivada de la inflación con la correspondiente pérdida de poder adquisitivo de los salarios de esos segmentos ascendentes y, sobre todo, de la mayoría de la población activa estancada, que suman el resto de dos tercios, más de quince millones, y con algunos riesgos descendentes. Aunque aquí habría que diferenciar varios segmentos cuya prolongación de su trayectoria laboral tiene más o menos efectos problemáticos y, por tanto, sus expectativas vitales: desde los más graves de los tres millones que persisten en el paro, a los sectores de clase trabajadora empleada con bajos salarios y devaluación salarial y las capas medias con mayor estatus y capacidad adquisitiva, a lo que habría que añadir la especificidad de la población inmigrante.

Junto con esa relativa mejora en esos segmentos significativos y ese estancamiento en la mayoría trabajadora respecto de sus condiciones laborales, el conjunto continúa sometido a las presiones por el incremento de la productividad, así como a la pérdida de condiciones y derechos que todavía persiste de la época más dura de los recortes sociales y el deterioro progresivo de los servicios públicos como la Sanidad, la devaluación salarial y la austeridad económica y presupuestaria. Es la base material del todavía existente malestar social, junto con la desconfianza en la clase política por su insuficiente gestión reformadora que dé más seguridad y certidumbre vital a esas mayorías de clase trabajadora.

En conclusión, las clases existen. Pero, además de sus condiciones objetivas y subjetivas, aquí analizadas, el factor fundamental de su existencia como sujeto colectivo, pero en los sectores más precarios de 3º grupo que aquí llamo la clase trabajadora y los sectores del 2ª de clase media-media en crisis y en descenso social (muchos resisten e incluso han ido a mejor, pero un sector importante ha menguado en la escala social) Y MUCHOS JÓVENES HAN VISTO FRUSTRADAS SUS ASPIRACIONES A SUBIR EN LA ESCALA SOCIAL, lo que indudablemente explican esa orientación en los últimos años hacia posiciones electorales como Podemos o VOX que podrían consolidarse o, incluso, ir a más si aumenta la desigualdad social, la precariedad laboral y la crisis económica.

Fuente: INE. EPA 2022T2 y 2012T2, 

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