Cuando preparé, hace unos meses, este
artículo sobre la corrupción, de una serie de 15, sobre las posibles causas de
la crisis económica actual, no podía imaginarme la dimensión que la corrupción
tenía (ingenuo de mi), y no es qué pensará que no la hubiera; la corrupción en
la etapa del gobierno de Felipe González derribó a este gobierno, pero en la de
Aznar y en las administraciones de la derecha no solo no le fue a la zaga si no
que ha alcanzó cuotas realmente inquietantes sobre todo en las comunidades de Levante
y Baleares donde no parece haber rubor para arrasar todo el monte y la costa
para llenarse la faldriquera.
Ahora nos enteramos que el partido
regeneracionista que tanto criticó al felipismo, se repartía sobres “en negro”
en mucha mayor cuantía que las taleguillas que se llevaba Roldan de “los fondos
reservados” y seguramente otros dirigentes de PSOE. Esta vez cantidades
ingentes de dinero, dicen que de comisiones ilegales o quién sabe si del narco-tráfico o de la trata de blancas o de las multinacionales petroquímicas, etc...
Puestos a pensar mal, como no nos lo van a decir, pensamos cualquier cosa.
Claro que no solo allí donde gobiernan los populares o
el PSOE, los casos de Cataluña o del País Vasco son bien elocuentes (gobiernen
o no los nacionalistas): el amiguismo, el clientelismo político o las falacias
contables y administrativas (caja B, que no se sabe, no existe) nos ilustran y escandalizan cada día que
pasa. Las cuentas en Suiza de Bárcenas,
las que presuntamente puedan tener allí los dirigentes de CiU, el caso Gürtel,
el Pallerols, el ático del presidente de Madrid, lo de Baltar padre y Baltar Hijo, lo de la familia Fabra, los indultos a la carta que se
han dado a delincuentes de “guante blanco” o algunos tan inverosímiles como el
dado al “camicace” que mató a un automovilista y que ha sido indultado como si
fuera un marginal, arrepentido de robar gallinas, por el Nazareno de la Semana
Santa.
El apartar a policías y jueces honestos que llevan
determinados asuntos o la retirada, incluso, de la carrera judicial de Baltasar
Garzón por su exceso de celo en instruir asuntos de corrupción. El caso de los
ERES en Andalucía, lo del yerno del Rey, lo opacidad que se está dando en
muchas de las reestructuraciones y privatizaciones de empresas públicas; en fin,
los casos son interminables. Aquí no hay “Camorra” ni mafia como en Italia pero
tenemos unas familias y clanes políticos emparentados y relacionados
clientelarmente con los financieros que todavía no tiran de metralleta pero
todo se andará. El chantaje de Bárdenas al PP es de ya de mafia de “alto copete”,
aunque ahora parece que le perdona la vida a su ex partido (de momento).
Y lo curioso
es que todo el mundo lo sabíamos; como sabemos lo que había detrás de esas
euforias urbanísticas en ciudades, en las montañas del Pirineo, en nuestras
sierras, en nuestros barrios rurales y pueblos con posibilidades de expansión o
en esas ganas incomprensibles que tienen algunos seudo-empresarios y ejecutivos
de la política por regir empresas y
complejos deportivos o de ocio sin ánimo de lucro (¿?) con nóminas millonarias.
Hay una
realidad que sería injusto obviar, como son los grandes logros positivos
conseguidos en los últimos años por parte de las administraciones públicas del
Estado, de las autonomías y de los municipios (que nos las quieren recortar,
por cierto), pues los servicios han aumentado y mejorado de manera
extraordinaria, sin embargo, la corrupción también ha aumentado en paralelo.
Esta perversión no es esporádica; cada vez hay más conciencia de que tiene
carta de naturaleza institucional, y si se concilia con ella y no se ataja
hasta convertirla en marginal, nos puede llevar, al tercermundismo bananero.
El Gobierno del PP, en 1998, con la Ley del Suelo, dio un impuso a la macro-burbuja inmobiliaria, pero el Gobierno del PSOE, a partir de 2004, no tomó las medidas necesarias para desinflarla, satisfecho tal vez con un crecimiento económico que superaba el 3% anual y con unos ingresos fiscales que permitieron a las arcas del Estado tener un superávit de más de un 2%, medido en porcentaje del PIB, en 2006. Este superávit se tornó en un déficit superior al 11% en 2009. En tan poco tiempo se pasó de más de 20.000 millones de euros de superávit a un déficit de más de 87.000 millones. El desastre, bien conocido, espoleado por la crisis del sistema financiero internacional, ha sido determinante en la gestación de la catástrofe económica y social que hoy padecemos. Además, cuando Zapatero dispuso de mayores recursos económicos, y este es uno de los mayores reproches que se le pueden hacer, no tomó las medidas necesarias para reducir unas desigualdades sociales que están a la cabeza de Europa.
Zapatero, asimismo, negó la existencia de la crisis económica, cuando era evidente, y, bajo la presión europea, en mayo de 2010, aplicó unas medidas con desastrosos efectos sociales.
Junto a esto, con todo, tuvo aciertos importantes. Entre otras cosas cabe recordar que no fue lo mismo apoyar y participar en la guerra de Irak, como hizo Aznar, repitiendo la mentira de que había armas de destrucción masiva, que retirar las tropas españolas de aquel país, como hizo Zapatero al poco de ganar las elecciones en 2004, lo mismo que no se puede ignorar el avance que ha supuesto el matrimonio gay y, pese a sus deficiencias y posterior desinfle, la Ley de Dependencia.
El Gobierno del PP, en 1998, con la Ley del Suelo, dio un impuso a la macro-burbuja inmobiliaria, pero el Gobierno del PSOE, a partir de 2004, no tomó las medidas necesarias para desinflarla, satisfecho tal vez con un crecimiento económico que superaba el 3% anual y con unos ingresos fiscales que permitieron a las arcas del Estado tener un superávit de más de un 2%, medido en porcentaje del PIB, en 2006. Este superávit se tornó en un déficit superior al 11% en 2009. En tan poco tiempo se pasó de más de 20.000 millones de euros de superávit a un déficit de más de 87.000 millones. El desastre, bien conocido, espoleado por la crisis del sistema financiero internacional, ha sido determinante en la gestación de la catástrofe económica y social que hoy padecemos. Además, cuando Zapatero dispuso de mayores recursos económicos, y este es uno de los mayores reproches que se le pueden hacer, no tomó las medidas necesarias para reducir unas desigualdades sociales que están a la cabeza de Europa.
Zapatero, asimismo, negó la existencia de la crisis económica, cuando era evidente, y, bajo la presión europea, en mayo de 2010, aplicó unas medidas con desastrosos efectos sociales.
Junto a esto, con todo, tuvo aciertos importantes. Entre otras cosas cabe recordar que no fue lo mismo apoyar y participar en la guerra de Irak, como hizo Aznar, repitiendo la mentira de que había armas de destrucción masiva, que retirar las tropas españolas de aquel país, como hizo Zapatero al poco de ganar las elecciones en 2004, lo mismo que no se puede ignorar el avance que ha supuesto el matrimonio gay y, pese a sus deficiencias y posterior desinfle, la Ley de Dependencia.
La corrupción no es solo
una cuestión de ética política o de decencia administrativa; es que un modelo
de sociedad democrática y desarrollada es incompatible con que la corrupción
forme parte de su esencia aunque sea a pequeña escala. Los políticos, desde el
mayor regidor hasta el más humilde no deben tolerar ni consentir con esta
lacra, ni en su partido ni en los demás. Los ciudadanos corrientes tienen un
buen espejo en donde mirarse y no vamos a ser menos corruptos que los que nos
mandan.
En cuanto a
los ciudadanos tenemos todo el derecho del mundo a la crítica de las elites
responsables pero, no deberíamos ser paternalistas con nosotros mismos; nos
quejamos de la corrupción ahora que vienen mal dadas las cuentas, pero la
población, mayoritariamente, y aunque nos quejamos ahora cuando no nos favorece
(pues en estos momentos de crisis no es eficaz para casi nadie), en realidad
conciliamos cuando creemos que la corrupción nos es beneficiosa. Por eso está
ahí, porque la toleramos.
Así hemos llegado a la actual situación, cuando las
más fundadas sospechas recorren el país desde lo alto de la Casa Real hasta
cualquier ayuntamiento; desde la españolísima Madrid hasta la separatista
Cataluña; desde las modestas empresillas que contratan con administraciones de
medio pelo hasta las grandes compañías (bancos, eléctricas, constructoras) que
saquean a placer las arcas públicas.
A la larga,
con la corrupción, la crisis es inevitable y endémica; Algunos estados modernos
quebraron en las últimas décadas y no logran salir del foso a pesar de sus
buenas potencialidades económicas, como le sucedió a la Argentina, a Venezuela,
a Uruguay o como les pasará a la India,
a China y otros países emergentes si no acaban con su corrupción. No quebraran
por tener muchos funcionarios o por pagar buenas pensiones, o por ser unitarios
o federales; autoritarios o demócratas, o por tener economía liberal o
planificada; quebraran porque la corrupción rebasará la tolerancia que puede
admitir sus administraciones estatales.
Todos los tipos de
gobierno son susceptibles a la corrupción política. Las formas de corrupción
varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada,
el tráfico de influencias, el pucherazo, el patrocinio, sobornos, extorsiones,
fraude, malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadreo, la
cooptación, el nepotismo y la impunidad.
La corrupción política está ligada a la corrupción
empresarial, pues no puede existir la primera sin la segunda; ambas se
retroalimentan.
Ahora, bien
está el lacerarnos y ponernos cadenas en los pies por nuestra corrupción
nacional, sobre todo ahora que viene la Semana Santa, ¡pero ojo! Que los
paraísos fiscales están en el corazón de la Europa democrática, y las
democracias occidentales las mantienen y la sostienen. Si quisieran, si hubiera
voluntad política por parte de la Unión Europea y EE.UU., ni en el Sur de
Europa ni en ningún otro sitio habría
corrupción. Algo ganarán con ello.
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