“Aquí, en Aragón, en Samper de
Calanda, tras pegarnos toda la tarde del 25 de diciembre de 2003 buscando el
artefacto en la vía férrea, no lo encontramos. Hubo que ir a buscar al
terrorista para que nos dijera dónde la había puesto. En el interrogatorio no
lo dijo exactamente, pero, por lo que contó, calculamos el lugar en un radio de
150 metros. Al final, la localizamos y desactivamos”, dice.
El subinspector de la Policía
Nacional Félix Hernández se estrenó como técnico en desactivación de explosivo
(Tedax) de la peor manera posible. El 5 de abril de 1979, en Pamplona, ETA
mataba al dueño de la cafetería El Mohicano, frecuentada por policías y
guardias civiles. Un artefacto compuesto por goma-2 conectado a un dispositivo
de relojería, que había sido colocado a las 21.00 en el depósito de agua de los
aseos de caballeros, estallaba dos horas después, tal y como había sido
programado por los terroristas.
Eran unos años duros en España, en
plena transición democrática, en los que actuaban varios grupos terroristas a
la vez. «En aquel momento el objetivo de ETA éramos los policías y, por ende,
los tedax. Colocaban trampas, nos engañaban. Era un juego macabro entre
nosotros y los terroristas. Les llamábamos las trampas ‘ven y ven’ porque las
colocaban para que cayera el primer policía que llegaba», rememora el
subinspector.
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