Comer carne y
beber vino es tan espiritual como comer una buena ensalada o verdura.
Jesucristo y los apóstoles comieron un buen cordero para la Pascua, con vino y
algo de pan (preto debía ser porque no llevaba levadura); le dio vino a
todo “quisqui” en una boda e hizo el milagro de multiplicar los panes y
los peces. El cristianismo, que es la religión verdadera, potencia el comer carne
y pescado. En eso estarán de acuerdo los “creacionistas”. Pero también
los partidarios de la “teoría de la evolución”, que ya la reconoce la
Iglesia Católica desde hace unos años pues, aunque es la verdadera y tiene comunicación
con el Espíritu Santo, le cuesta reconocer las cosas.
La idea del
vegetarianismo (ahora se llama veganismo), era una idea romántica propia del
socialismo utópico y de corrientes sociales regeneracionistas progresistas del
siglo XIX y primeras décadas del XX, muy bien intencionadas pero idealistas.
También del movimiento pacifista y las masonerías, sobre todo de las esotéricas,
que tuvieron mucha influencia en esa época.
Se asentaban también
en algunas corrientes de “La Ilustración” como la que representaba “Rousseau”
que consideraba que el ser humano en su origen era inocente, incapaz del mal y
por supervivencia fue degenerando. Idea que entronca también con el mito del “Paraíso
Terrenal”. Según este mito, lo de matar animales sería, como todo lo malo o
violento, un subproducto del “pecado original”, que en este caso no lo
cura ni el bautismo, porque seguimos pecando y comiendo proteínas cárnicas después
de bautizarnos e, incluso, después de comulgar por “Pascua Florida”.
Estas ideas se popularizaron mucho en algunas corrientes cultas del anarquismo
y del marxismo, indirectamente algunas de ellas, por ejemplo; con la divulgación
del folleto de Federico Engels: “El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado”, donde partía de un estado idílico de la humanidad. O sea, que
nos hemos ido embrutecido y haciéndonos animales carnívoros con el tiempo, cuando en
realidad sería al contrario; éramos brutos y nos hemos ido humanizando o civilizando.
También el
trabajar era producto del pecado; por eso los nobles no trabajaban, Con la
burguesía se idealizó el trabajo, pero cuando los burgueses se hicieron ricos
dejaron de trabajar y se la cargaron al proletariado y a los campesinos. Ahora
nadie quiere trabajar si no es por obligación. Es un pecado, naturalmente.
Es posible que en Occidente
se coma mucha carne, pero también exceso de carbono-hidratos vegetales, dulces,
alcohol, etc., y tendríamos que cuidarnos más por una cuestión de salud, y
repartir con los que pasan hambre; pero somos todavía algo brutos y una especie
animal omnívora que tenemos que comer de todo porque esa es nuestra naturaleza y
si no comemos proteínas animales con beturracio, frutas y semillas no se desarrollará
más el intelecto de nuestra especie. Ya somos, además, la especie más inteligente,
la única que ha desarrollado el entendimiento y la autoconciencia a mucha
distancia de sus parientes próximos. Esta idea tampoco está muy de actualidad.
El humanismo ya se considera retrógrado y se fomenta la igualdad de todo el
reino animal (que con algunas especies no te digo). Es paradójico; mientras las
ideas sobre el igualitarismo y la solidaridad entre la sociedad humana, las
clases sociales y las naciones están de nuevo en retroceso, les queremos
aplicar los derechos humanos a los animales.
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