Me ha sorprendido
el artículo de Manuel Vicent en “El País”, que aparece insertado en el blog
amigo “Cierzo y Niebla”, sobre la calidad de vida que se disfruta en España.
Soy admirador de este periodista; de su trayectoria y de su estilo. Suele jugar
a recrearse en la oposición de dualidades, tesis y antítesis; lo sublime y lo
banal, o lo cotidiano y trascendente. Pero me parece muy optimista sus conclusiones;
o sea la ´síntesis que propone. Según él (y agencias y periódicos muy notables
y solventes de Europa),” España es el mejor país para nacer” (creo que sí), “y
vivir” (no está mal); “el más seguro para viajar y salir a disfrutar” (yo
pienso que también, aunque cada vez hay más gente que no piensa lo mismo). “Nuestro
nivel democrático está por encima de países como Bélgica, Francia e Italia”, ahí
ya me permito dudarlo, yo creo que hemos bajado del nivel de Italia, que ya es
decir y por supuesto mucho más bajo que Bélgica o Francia, según creo, y por
más que lo diga el The Economist; recientes estudios de la UE ponen a España en los
últimos lugares).
Sigue diciendo: “Somos
líder mundial en donación y trasplantes de órganos, en fecundación asistida, en
sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal
gratuita” (estoy de acuerdo pero se está deteriorando progresivamente la
sanidad), “en esperanza de vida solo detrás de Japón” (está decayendo según las
últimas encuestas y estadísticas de otros medios), “en robótica social” (que no
sé lo que es), “en energía eólica” (pero con un gran retraso todavía en energías
renovables y dependiendo de energías importadas, aunque últimamente se empieza
a mejorar).
“En producción
editorial” (quizá, no lo sé), “en conservación marítima” (ya lo dudo), “en
tratamiento de aguas” (con el sistema natural de acuíferos destrozado e ilegal tolerado),
“en energías limpias, en playas con bandera azul “(lo mismo digo), “en
construcción de grandes infraestructuras ferroviarias de alta velocidad” (pero
la de baja velocidad del interior de España destartalada y abandonada).
Y lo que más me
conmueve y cabrea, porque soy un producto negativo de esta España que envidia a
todos los que triunfan, pues -sigue diciendo-: ”tenemos de modelo una empresa
textil que se estudia en todas las escuelas de negocios del extranjero civilizado”,
o sea; que tenemos como ejemplo a un empresario que se salta las leyes de su país,
descoloca sus empresas de la patria a la que tanto ama, se va a los países del
tercer mundo donde no le cobran impuestos, le permiten emplear y explotar mano
de obra infantil, “unta a sus dirigentes”, no tienen leyes laborales que puedan
recurrir los trabajadores, ni de salud laboral ni de medio ambiente, y se
permite el hacer donaciones pías a instituciones de caridad como hacen en
Italia los de la Camorra y otras mafias.
Sigue diciendo: “España
será el país del mundo con mayor esperanza de vida en 2040”; la hecha larga.
“Sitúa a España
como el quinto país con más bienestar para las mujeres” -sigue diciendo.
“Frente a la
agresividad que rezuman los telediarios, España es el país de menor violencia
de género en Europa, muy por detrás de las socialmente envidiadas Finlandia,
Francia, Dinamarca o Suecia”; ¿tendrán razón los de VOX de que en la ilustrada
Francia y en los países nórdicos se viola y mata más mujeres que aquí?
“Somos el país con
menos asesinatos por 100.000 habitantes, y junto con Italia el de menor tasa de
suicidios”. Es verdad y algo bueno habrá que no hay tanta gente que se quiere
suicidar, y asesinatos muchos menos que en EE. UU. y otros países desarrollados
que se están matando sin objetivos concretos; solo porque les da la “venada”.
“España posee una
de las lenguas más poderosas, más habladas y estudiadas del planeta (es verdad,
aunque luego cada uno la hable y la escriba como le da la gana, que a este paso
se va a trocear como el latín) y es el tercer país, según la Unesco, por
patrimonio universal detrás de Italia y China” (a pesar del que se han cargado
y se están cargando por intereses urbanísticos y la escasa cultura de nuestros
políticos).
Y encima, para
celebrarlo, tenemos la segunda mejor cocina del mundo -según dice Vicent-. Creo
que en eso acierta plenamente, yo diría que la primera, aunque no sé si en esta
opinión mía influye mi chauvinismo españolista y el que no conozco las cocinas extranjeras; me gustan, sobre todo, la catalana (muy sencilla y sobria, prácticamente
igual que la aragonesa o la castellana pero con nombres en catalán); la vasca (la mejor pero
muy cara) y la gallega (sublime).
Por ser cenizo, y enmendarle
todavía más la plana a Manuel Vicent, le diré, que sí, que el clima, las
costumbres de despelote fiestero y la gastronomía nos hace ser felices a los
españoles, pero, refiriéndonos solo a la UE porque por ahí fuera hace un frio que
te “las pelas”; somos el país con mayor nivel de desempleo a pesar de los cinco
años que llevamos ya de crecimiento económico; somos los primeros en trabajo
precario, mal retribuido y no especializado; somos el país donde más ha crecido
la desigualdad a causa de la crisis, donde el gasto social está por debajo de
la media de la UE, donde más se ha destruido y descolocado empresas, sobre todo
del sector de la industria manufacturera; donde ha aumentado la importación de
productos agrícolas en un país que debería ser autosuficiente, y donde los
principales pilares del bienestar del que todavía podemos sentirnos orgullosos (y
es verdad porque todavía son los mejores del mundo), se están deteriorando y
recortando, como la Sanidad pública, la enseñanza y las pensiones. Solo la
asistencia social y la Dependencia, que es nueva en España y comenzando, se
está manteniendo, incluso ampliando, aunque con gran retraso sobre lo
programado.
Es decir, ni el
catastrofismo que predica la extrema derecha, que tiene nostalgia de la España
Imperial y del franquismo; ni el conformismo complaciente e irreal de las
clases medias acomodadas.
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