viernes, 27 de julio de 2018

Narrativa. La historia de un tocino.

En memoria y recuerdo de quien lo vivió en persona.
Recopilación y recitador

Emilio Abadía Jariod.

Presten atención señores lo que les voy a contar,
es la Historia de un tocino que vuelve a resucitar.
Una historia muy bonita y además muy verdadera,
que nadie debe fiarse aún de la camisa que lleva;

La puercaza de mi madre tuvo el gusto de parir,
en casa de unos pelaires que me vendieron a mí.

Aún no tenía dos meses y a la plaza me sacaron,
y por suerte fui a caer en casa de un hortelano,
una mañanica fresca.

Un franchute capador, con la lanceta en la mano
los dos pesos me sacó.

Yo me quedé escamado, como es muy natural,
aunque me dejo la bolsa, se llevó to el capital.
Mis pesos se los comieron los chicos para almorzar,
a mí me dieron pataticas menudicas sin pelar.

Me sacaron de paseo, los días que hacía sol,
y me bañaba en el rio, los días que hacía calor,
y cuando salía del agua en la tripa me rascaban,
me tumbaba por el suelo del gustico que me daba.

Cuando llegó Todos Santos, mi amo me preparó,
las bellotas y el panizo para que engordara yo.

Terminada las bellotas, el panizo comencé,
y como es muy nutritivo, señores, yo engordé;
pero llegó san Antón y allí fue mi desventura,
donde mi amo ya piensa en preparar mi sepultura;
la víspera de mi muerte me dejaron sin cenar
y aquí tienen en capilla al que van a sentenciar.

A las tres de la mañana ya me vinieron a ver,
pero a mí no dijeron lo que iba a suceder.
Yo les dije -criminales, ¿conmigo que vais a hacer? -,
sabéis que soy inocente y me queréis emprender;
agacharon la cabeza sin darme contestación,
mientras tanto prepararon los cacharros y el vación.

Detrás de ellos entro otro con un gancho fenomenal,
un estral, varios cuchillos y los cazos de pelar;
con aquel terrible gancho del hocico me agarró
y entre todos me tumbaron dentro de aquel vación;
de los esfuerzos que hice me cagué sin remisión,
aun pidiendo mil perdones no hubo pa mi salvación.

Mi sangre la recogió una mujer mondonguera,
con el brazo remangado la guardó en una cazuela
y subiendo a la cocina bajó la pasta rojilla,
para hacer muchismas pellas y más aún de morcillas.

¡Agua caliente! Pedían aquellos y también el matachín,
la traían a pucheros y la echaban sobre mí.

Me empezaron a pelar como lobos carniceros
y mis pelos los guardaban pa coser los zapateros;
con la soga me amarraron y me colgaron en alto,
y me abrieron en canal con certeros estralazos.

Me quitaron la vejiga, el hígado e intestinos
y por último me quitaron hasta el liviano querido.
Tres o cuatro horas estuve en aquella posición,
la gente venía a verme como si fuera un ladrón.
Después me descolgaron y echaron en un tablero,
me partieron en pedazos para subirme al granero.

De los pies a la cabeza todo mi cuerpo salaron;
espaldillas y perniles, por el techo los colgaron.
Aquel día fue de gozo para toda la familia,
todo el día estuvieron con la sartén prevenida:
me frieron las costillas y los lomicos tamien
Pa ponerlos en conserva, requiencantimpaces amen.

CUANDO MÁS GOZA UN BATURRO   Enlace: La matancía del tocino...
DÍA QUE MATA EL TOCINO,
LA NOCHE QUE VA DE RONDA
Y CUANDO ENCUBA EL VINO.

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