Recopilación y recitador
Emilio Abadía Jariod.
Presten atención señores
lo que les voy a contar,
es la Historia de un
tocino que vuelve a resucitar.
Una historia muy bonita y
además muy verdadera,
que nadie debe fiarse aún
de la camisa que lleva;
La puercaza de mi madre
tuvo el gusto de parir,
en casa de unos pelaires
que me vendieron a mí.
Aún no tenía dos meses y a
la plaza me sacaron,
y por suerte fui a caer en
casa de un hortelano,
una mañanica fresca.
Un franchute capador, con
la lanceta en la mano
los dos pesos me sacó.
Yo me quedé escamado, como
es muy natural,
aunque me dejo la bolsa,
se llevó to el capital.
Mis pesos se los comieron
los chicos para almorzar,
a mí me dieron pataticas
menudicas sin pelar.
Me sacaron de paseo, los
días que hacía sol,
y me bañaba en el rio, los
días que hacía calor,
y cuando salía del agua en
la tripa me rascaban,
me tumbaba por el suelo
del gustico que me daba.
Cuando llegó Todos Santos,
mi amo me preparó,
las bellotas y el panizo
para que engordara yo.
Terminada las bellotas, el
panizo comencé,
y como es muy nutritivo,
señores, yo engordé;
pero llegó san Antón y
allí fue mi desventura,
donde mi amo ya piensa en
preparar mi sepultura;
la víspera de mi muerte me
dejaron sin cenar
y aquí tienen en capilla
al que van a sentenciar.
A las tres de la mañana ya
me vinieron a ver,
pero a mí no dijeron lo
que iba a suceder.
Yo les dije -criminales, ¿conmigo
que vais a hacer? -,
sabéis que soy inocente y
me queréis emprender;
agacharon la cabeza sin
darme contestación,
mientras tanto prepararon
los cacharros y el vación.
Detrás de ellos entro otro
con un gancho fenomenal,
un estral, varios
cuchillos y los cazos de pelar;
con aquel terrible gancho
del hocico me agarró
y entre todos me tumbaron
dentro de aquel vación;
de los esfuerzos que hice
me cagué sin remisión,
aun pidiendo mil perdones no
hubo pa mi salvación.
Mi sangre la recogió una
mujer mondonguera,
con el brazo remangado la
guardó en una cazuela
y subiendo a la cocina bajó
la pasta rojilla,
para hacer muchismas
pellas y más aún de morcillas.
¡Agua caliente! Pedían
aquellos y también el matachín,
la traían a pucheros y la echaban
sobre mí.
Me empezaron a pelar como
lobos carniceros
y mis pelos los guardaban
pa coser los zapateros;
con la soga me amarraron y
me colgaron en alto,
y me abrieron en canal con
certeros estralazos.
Me quitaron la vejiga, el hígado
e intestinos
y por último me quitaron
hasta el liviano querido.
Tres o cuatro horas estuve
en aquella posición,
la gente venía a verme
como si fuera un ladrón.
Después me descolgaron y
echaron en un tablero,
me partieron en pedazos
para subirme al granero.
De los pies a la cabeza
todo mi cuerpo salaron;
espaldillas y perniles,
por el techo los colgaron.
Aquel día fue de gozo para
toda la familia,
todo el día estuvieron con
la sartén prevenida:
me frieron las costillas y
los lomicos tamien
Pa ponerlos en conserva,
requiencantimpaces amen.
CUANDO MÁS GOZA UN BATURRO Enlace: La matancía del tocino...
DÍA QUE MATA EL TOCINO,
LA NOCHE QUE VA DE RONDA
Y CUANDO ENCUBA EL VINO.
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