
Nombra
algunos temas como la actitud de los políticos que solo van al pueblo a recoger
los votos pero luego ya no se acuerdan más de él; Toca el problema de la falta
de agua realmente potable, que fue hasta hace poco uno de los graves problemas
y carencias, o la escuela, que dice que está en un estado deplorable así como
el cementerio; también la barbacana, seguramente sin arreglar el muro por aquellos
años y con el peligro de poderse caer los niños desde su altura (cuestión que
todavía prevalece -el peligro de caerse, quiero decir-). El edificio de la Casa
de la Villa (que elogia), y nombra también el lavadero municipal, hoy
desaparecido, como un gran logro para los vecinos.
Ensalza
el alumbrado de las calles que hoy nos parecería raquítico. Para quienes lo
hemos conocido antiguamente, no tiene nada que ver con el que hay ahora, pero
seguramente conoció el pueblo sin alumbrado público eléctrico y por eso le
parece de maravilla.
Toca
otros temas: La la estación de Huerta, la necesidad del teléfono, etc.,
significando, aunque solo sea con una pincelada el potencial que pudiera tener
su agricultura.
Y por
fin, como broche final, hace un llamamiento de buenas intenciones, a que el
pueblo esté unido para el progreso local, etc., etc.…
Algunas
cosas que me ha llamado la atención: llama Casa de la Villa a la casa del
ayuntamiento, nombre que yo se lo escuchaba decir a los abuelos cuando era niño;
Y a la estación de Huerta o de “Abajo” le llama: “estación del Campo Redondo”
(por cierto, escribía que estaban algo desatendida; tendría que verla ahora). Habla
del alumbrado hacia la “Estación de Arriba” que se hizo por aquellos tiempos,
aunque luego solo quedaron los postes.
También
me ha llamado la atención el que diga que el reloj del ayuntamiento funcionaba
con electricidad.
Agradezco
al amigo Leo, que rebusca por los archivos cosas de nuestra historia de Samper,
el que me haya facilitado esta y otras noticias viejas de nuestro pueblo, que iremos
publicando.
LA VOZ
DE ARAGÓN, Año VII, nº 1798, 4 de junio de 1931
Hemos
recorrido casi toda España durante nuestra corta estancia. En ella, de cerca de
tres meses, después de haber llegado del extranjero y pasar muchos años fuera
de nuestra patria y, por consiguiente, fuera también de nuestro Aragón,
habiéndonos producido admiración muchas cosas. En las columnas del gran
periódico “El Diario Español”, de la ciudad del Plata, o sea la gran Buenos
Aires, la famosa capital que tiene en el mundo muy pocas que le igualen, por su
gran potencialidad comercial como por lo hospitalaria que es, venimos
insertando nuestras crónicas que, como notas de viaje, ya vienen apareciendo
desde el mes de mayo, donde llevamos vertiendo en las columnas del diario que
defiende a los españoles de esa República todas cuantas impresiones recogemos
al paso de nuestras jiras por España, como por otros países del extranjero. Y,
como es natural, ¿quién al llegar a su patria, no detiene su pensamiento amplio
de las cosas del mundo y se reconcentra unos días a meditar en el pueblo de su
nacimiento, y aunque hayamos recorrido parte del mundo nos interese nuestro
pueblito de nacimiento? Londres, Paris, Viena, etc., capitales muy adecuadas
para pasar unos días, no nos interesan tanto como la aldea o pueblito donde
vimos la luz de nuestra niñez.
Pues
nada queridos lectores, he estado en Samper de Calanda, mi pueblo, el pueblo en
el que se sienten las nostalgias del cariño intenso, porque lo tenemos como de
uno; y en mi pueblo, como es muy natural, me han acogido mis paisanos y
convecinos con cariño que les salían del fondo del corazón, que los aragoneses
tenemos diferentes a otros… si, a otros, porque lo sé muy bien en mis
recorridos por el mundo. Los aragoneses nos enternecemos en seguida y en
seguida también concedemos hospitalidad al que llega hacia nosotros; si lo
sabré yo que lo practico como regla de mis actos con mis otros hermanos, los de
las demás provincias. ¿No somos españoles todos? ¿No somos hermanos todos? ¿No
somos hermanos para sufrir y para querernos? Bueno, pues, vamos al grano, y
Samper de Calanda ocupará nuestra atención de esta crónica para que vean mis
paisanos de mi pueblo como veo yo las cosas y las necesidades que se sienten
palpitar desde hace muchos años, y sea por lo que sea, no se han llevado a la
realidad como obra necesaria para el vecindario laborioso de este floreciente
pueblo.
He
visto la Casa de Ayuntamiento; un edificio muy bien conservado, porque se ve no
lo descuidan los diversos alcaldes que ha habido en varios periodos de
gobierno, como su gran reloj encima de la Casa de la Villa, un potente reloj
que funcionó por medio de electricidad de las fábricas de don Policarpo Martínez
de Lecea, de Victoria, el industrial mago que tiene hoy España, porque Lecea es
admirado y conocido por sus fábricas de pirotecnia en el mundo entero. También
he visitado el lavadero; es una buena obra que durara todavía muchos años sin
necesidad de reparaciones. Un lavadero que tiene higiene bastante para el
lavado de la ropa. (No deben descuidar las autoridades esta obra, para que no
llegue a estar en condiciones que menoscabe sus necesidades de hoy, que el
vecindario la ve con muy buenos ojos por ser obra necesaria para toda la
población.)
La luz
eléctrica es excelente y las calles están muy bien alumbradas y en particular
llama poderosamente la atención del viajero la buena iluminación que existe
desde la estación del pueblo, para que no vengan a tientas, como hacían antes.
En cambio necesita este vecindario resolver con urgencia la cuestión de las
aguas potables, que llama la atención de cualquiera que haya viajado un poquito
no esté una población dotada de excelentes aguas y tengan que tomarlas de pozos
que se reconcentran cuando vienen las lluvias, y si no tienen que comprarlas
como si fueran artículos de lujo, que es el colmo, y producen tristeza ver
chicas labradoras acarrear agua como si se viviera en los desiertos; se conoce
que los señores que salían diputados por Samper de Calanda estaban ciegos y no veían
las necesidades de este vecindario. El agua que se toma es mala, tiene
impurezas y mucho barro, que esta gente no se da cuenta porque no conoce otra,
pero llamo la atención del señor gobernador de Teruel para que investigue y
resuelva, lo más urgente posible, el problema de las aguas de Samper de Calanda.
Ya sabemos que muchos diputados buscaron el voto de Samper, pero no hicieron
casi nada por el pueblo; ahora que también se han elegido otros diputados para
el periodo del nuevo régimen, es necesario tomen en consideración el problema
de las aguas, y si no lo hacen casi estoy buenos señores, los buenos vecinos no
deben votar a hombres que no hacen nada por el pueblo.
En
ninguna parte del mundo se toman las aguas de este pueblo, y si no se toman
medidas, seguirán las cosas a peor.
A la
barbacana de la Iglesia le ocurre una particularidad: existe un expediente en
el Ministerio de Justicia que duerme en el sueño de los justos y hasta hay
peligro para los chicos, la reparación de una pared que, sin repararla, puede
caerse a una altura de varios metros y matarse, y luego a lamentarse del
suceso, cuando se produciría por descuido de las autoridades, que hacen dormir
un expediente en el sueño eterno…
La
escuela de niños está en un estado deplorable, que no sabemos cómo el
Ministerio, o a quien le incumba su arreglo, no ha visto su necesidad de una
reparación, o, mejor dicho, Samper necesita, dada su importancia, otros
edificios más modernos y mejor construidos para escuelas públicas; ¿no lo han
visto los inspectores del Ministerio de Instrucción Pública? ¿O también estos
señores están ciegos cuando vienen a inspeccionar? ¡Serán amigos y protegidos
que le ha tocado a Samper, para colmo y desgracia de este floreciente pueblo!
¿Y qué diremos del cementerio? De esto necesitaríamos escribir mucho, pero nos
limitaremos a decir en breves líneas lo que ya es intolerable, y aquí ya no
culpo a los de fuera, sino a los de casa, a los de Samper, por lo negligentes y
abandonados de tener un cementerio tan mal cuidado como lo tienen; se conoce
que no sienten respeto por los finados que descansan en él; necesitan
ampliarlo, plantar cipreses, ornamentarlo y arreglar las sepulturas, sacar los
huesos que existen en cualquier lugar de la tierra y llevarlos al osario
general, y en particular aumentar el sueldo al cuidador para que no haga otra
cosa que cuidar la casa de los muertos.
En la
Estación del Campo Redondo nos ha llamado la atención que, siendo ferrocarril
del Estado, tenga un solo hombre con un sueldo de cinco pesetas, para que haga
de jefe, factor, guarda-hilos, despachador de bultos, etc., el hombre este, y
eso que es del Estado el ferrocarril; en cambio existirá algún alto empleado
que ganará cincuenta mil pesetas y tendrá varios puestos.
Nos ha
llamado gratamente la atención que el Banco de Vizcaya ponga una agencia en
este pueblo, vemos que constituirá un gran acierto para las diversas
operaciones bancarias, felicitando a las autoridades del Banco. Urge también la
instalación de los teléfonos para servicio público, pues es una necesidad
grande y sentida por el vecindario.
Y
ahora, como broche final de mi crónica, deseo al vecindario de mi pueblo se
mantenga unido para los mismos fines de progreso local, y al dirigente que
llegue a pretender el voto debe hacérsele saber las necesidades del vecindario
y “obra son amores y no buenas razones”.
Samper
debe ser grande, progresista, porque la riqueza de su agricultura así lo
programa, para que los vecinos adelanten y progresen y salgan del marasmo en el
que están metidos y avienten, como decía nuestro Costa, todo cuanto exista de
atraso, que no sirve más que para sumir en la miseria a todos los pueblos y a
todos cuantos trabajan por la grandeza nacional.
José María Peralta Ballester
3 de julio de 1931
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