miércoles, 5 de junio de 2024

Comentario. Yo me lo sirvo, yo me lo cobro y yo me lo como.

Hace unos días fui a comprar a Hipercor, lo tengo al lado mismo de mi casa en Zaragoza; cuando hice la compra y me dirigía a pasar por caja poniéndome a la fila de una de ellas, una amable empleada me invitó a pasar por otra que yo creía acababan de abrir, como suele pasar a veces. Pero no; me llevó a una especie de recuadro en la que había varias cajas y se puso a darme instrucciones y a enseñarme a ser cajero de mí mismo.

Primero le mandaría yo al ordenador de caja que comenzara la cuenta, luego iría cogiendo, uno por uno, cada producto; buscaría el código de barras, algo no siempre fácil de encontrar para los que no somos profesionales y empezamos a crear cataratas; seguidamente lo pasaría por donde hay que pasarlo sin tener que equivocarme, para lo cual te da el pitido correspondiente y dejar el producto en el sitio adecuado a la izquierda de la caja. Probé a dejar uno sin .marcar para ver si sacaba algo en limpio, pero el ordenador de caja enseguida me dijo que había un producto sin grabar, ¿cómo se había enterado?, no lo sé, está visto que ya las máquinas son más listas que las personas humanas.
Luego tenía que señalar que había terminado de marcar productos; pero tenía que pagar con tarjeta, ¿cómo lo haría?, sin problemas. Pasaba la tarjeta por el canalete indicado como hacían las cajeras, y despachados. No sé cómo se hará para pagar en metálico, ¿me cobraré a mí mismo?, ¿y a quien le enseño el DNI? -me pregunté después-. A lo mejor me conoce la caja (las cajeras no), no lo sé. Estaba perplejo, también me sentía algo humillado. Miré alrededor para ver cómo se sentían los clientes y clientas que hacían de aprendices de cajero y vi a ocho o diez personas haciendo lo mismo atendidos por no más de dos monitoras que actuaban de maestras de oficio. Parecían felices (las maestras cajeras y los clientes). A la empleada que me atendía le dije: “poco te queda de cajera”; no supo que contestarme, o sí lo sabía y no quiso decirme nada o le parecía, la pregunta, una impertinencia.
El resto de los clientes parecían animados a aprender el oficio de cajero; algo que a mí me resultaba una astracanada. Con frecuencia observo en el pequeño comercio actitudes y exigencias de clientes que rayan lo pijotero y aquí te convierten en bufón y borrego y te vas contento. Te cobran lo mismo, te sirves tú, te cobras tú, no encuentras a nadie cuando quieres buscar un producto que te lo cambian de sitio cada día para que te aborrezcas dando vueltas por el supermercado y encima sales satisfecho por considerarte un cliente moderno. Lo entendería si fuera un economato de trabajadores o una cooperativa de comercio social, pero en un supermercado de élite…

He entrado en Internet y a esto le llaman “auto cobro”, pero en inglés es algo que suena muy raro y que pronto se hará famoso el vocablo en España. En Argentina dicen que en los supermercados que lo han implantado han aumentado las ventas más de un 13%. Me estoy replanteando que la especie humana vamos evolucionando a mejor, o a lo peor es que estoy caduco y desfasado.

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