Hace unos días fui a comprar a
Hipercor, lo tengo al lado mismo de mi casa en Zaragoza; cuando hice la compra
y me dirigía a pasar por caja poniéndome a la fila de una de ellas, una amable
empleada me invitó a pasar por otra que yo creía acababan de abrir, como suele
pasar a veces. Pero no; me llevó a una especie de recuadro en la que había
varias cajas y se puso a darme instrucciones y a enseñarme a ser cajero de mí
mismo.
Primero le mandaría yo al
ordenador de caja que comenzara la cuenta, luego iría cogiendo, uno por uno,
cada producto; buscaría el código de barras, algo no siempre fácil de encontrar
para los que no somos profesionales y empezamos a crear cataratas; seguidamente
lo pasaría por donde hay que pasarlo sin tener que equivocarme, para lo cual te
da el pitido correspondiente y dejar el producto en el sitio adecuado a la
izquierda de la caja. Probé a dejar uno sin .marcar para ver si sacaba algo en
limpio, pero el ordenador de caja enseguida me dijo que había un producto sin grabar,
¿cómo se había enterado?, no lo sé, está visto que ya las máquinas son más
listas que las personas humanas.
Luego tenía que señalar que había
terminado de marcar productos; pero tenía que pagar con tarjeta, ¿cómo lo
haría?, sin problemas. Pasaba la tarjeta por el canalete indicado como hacían
las cajeras, y despachados. No sé cómo se hará para pagar en metálico, ¿me cobraré
a mí mismo?, ¿y a quien le enseño el DNI? -me pregunté después-. A lo mejor me
conoce la caja (las cajeras no), no lo sé. Estaba perplejo, también me sentía algo humillado.
Miré alrededor para ver cómo se sentían los clientes y clientas que hacían de
aprendices de cajero y vi a ocho o diez personas haciendo lo mismo atendidos
por no más de dos monitoras que actuaban de maestras de oficio. Parecían
felices (las maestras cajeras y los clientes). A la empleada que me atendía le
dije: “poco te queda de cajera”; no supo que contestarme, o sí lo sabía y no
quiso decirme nada o le parecía, la pregunta, una impertinencia.
El resto de los clientes parecían
animados a aprender el oficio de cajero; algo que a mí me resultaba una
astracanada. Con frecuencia observo en el pequeño comercio actitudes y
exigencias de clientes que rayan lo pijotero y aquí te convierten en bufón y
borrego y te vas contento. Te cobran lo mismo, te sirves tú, te cobras tú, no
encuentras a nadie cuando quieres buscar un producto que te lo cambian de sitio
cada día para que te aborrezcas dando vueltas por el supermercado y encima
sales satisfecho por considerarte un cliente moderno. Lo entendería si fuera un
economato de trabajadores o una cooperativa de comercio social, pero en un
supermercado de élite…
He entrado en Internet y a esto
le llaman “auto cobro”, pero en inglés es algo que suena muy raro y que pronto se
hará famoso el vocablo en España. En Argentina dicen que en los supermercados
que lo han implantado han aumentado las ventas más de un 13%. Me estoy
replanteando que la especie humana vamos evolucionando a mejor, o a lo peor es
que estoy caduco y desfasado.
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