Lugar mítico. Pinchar |
En Samper hay una fuente/ de abundante agua bendita/ por que brota de
la roca/ que sostiene nuestra ermita.
(Jota popular)
Me
contaba mi tía abuela, María Latorre, que cuando era niña la llevaban a ver el
“dance” a las puertas de la ermita de Santa Quiteria. El “dance” era un rito
tradicional en Aragón relacionado con el carácter pastoril y bucólico de
leyendas como la de Santa Quiteria. Si hubo “dance” en Samper debió de perderse
a finales del siglo XIX.
No
todos los santos del calendario son de mi devoción, pero siempre me he sentido
atraído de manera emocional por la patrona de mi pueblo; es decir, que soy
devoto fidelísimo de la abogada contra la rabia. Y ello por siete razones:
La
primera de ellas por, como reza su novena: “ni padecieron eclipses (sus
ideas) entre las sombras del gentilismo, ni experimentó dobleces su
constancia entre las persecuciones, amenazas y halagos” (Gozos). O sea,
por llevarle la contraria a los malvados gentiles y al descastado de su padre.
La segunda de mis motivaciones
fervorosas, lo es por su voluntad inquebrantable por domiciliarse en Samper en
vez de hacerlo en Ixar, villa esta última, en la que siempre han residido los
poderes de hecho y de derecho de la comarca. ¡Ni aun encerrándola en un arcón
con candado lograron, los ixaranos, que se quedara! “Feliz de Samper el suelo/ Con tu
imagen peregrina.” (Gozos.)
La tercera de mis razones, lo es por
contratar de mayordomos y ermitaños a los agustinicos. “De
los hijos de agustino/ Recibís veneraciones. (Gozos.)
La cuarta, lo es por su buen gusto al
elegir el mítico monte Columbano que llamamos de Zanzanolla. “Más
que retrato pareces/ Prototipo soberano, / Pues del monte Columbano, / Peña y
agua nos ofreces. (Gozos,)
La quinta, por su labor filantrópica
para erradicar las enfermedades; en especial la rabia, que era endémica en la
toda la redolada por aquella época. “Pues con ella en la comarca/ No hay dolencia
peligrosa”. (Gozos.)
La sexta, por su utopía pacifista. Jamás rabiosa violencia/ Molestó
vuestros cofrades. (Gozos.)
Y la séptima, por su interés manifiesto en mejorar la cabaña
ganadera. “Al fin en tus bendiciones/ Los ganados se mejoran. (Gozos.)
Entre
las leyendas que rondan a la Santa, estaba aquella que decía que no se podía
tocar su imagen sin peligro de quedarse ciego. Sin duda se trataba de una sabia
prevención para evitar que le robaran los pendientes o cualquier otro
ornamento. También se atribuía a los monjes agustinos el torturar y matar a
campesinos en convivencia con la Santa Inquisición; ahora bien, yo coincido con
don Pascual Martínez Calvo cuando, en el libro que escribió sobre Samper,
rebate la idea de que unos frailes tan piadosos hicieran esas cosas y, más raro
es todavía, que enterraran a los penados en la cripta como si fueran beatos. Sí
que creo, sin embargo, que el oficio de inquisidor era tarea o competencia de
los dominicos, que también se acercaron por el pueblo donde se alojaron durante
un buen tiempo (según cuenta la “Leyenda Negra”, para fiscalizar la dudosa fe
de los vecinos de la Parroquia -algunos de los cuales practicaban la herejía de
no probar ni el vino ni el tocino- y las rarezas de los Padres Agustinos, que
eran platónicos de la Gracia de San Agustín y siempre andaban por los cerros de
Zanzanolla).
Así
pues, en tiempos pretéritos, disfrutábamos en nuestra Villa y Parroquia de la
presencia de tres órdenes religiosas: la propietaria feudal que era la de San
Juan de Jerusalén y dos que estaban hospedadas; que eran, la de los fogosos e
inquisidores dominicos, y la de los místicos y a veces erráticos agustinos. De ahí viene que nuestro patrono y patrona sean, Santo Domingo de
Guzmán y Santa Quiteria. Al Primero no se le reconocen milagros en Samper,
salvo el de traernos las fiestas mayores y la música a la plaza (que no es
poco.)
Todo
lo contrario podemos decir de Quiteria, que además de desairar a los hijaranos
y no hacerle caso ni al duque ni al arzobispo, se cuentan por centenares los
exvotos atribuidos a curaciones, no solo de la rabia, sino de enfermedades de
los nervios como la mala ansia, la cólera, la histeria o la angunia que se
curan sin potingues, rezando sus novenas, cantando sus gozos y, sobre todo,
bebiendo el agua milagrosa de su fuente. Por eso es difícil de creer que el
agua inalterable y siempre fluida se haya corrompido como decían hasta hace poco
los alguaciles. Eso sí, por precaución habrá que respetar la prohibición de
beberla cuando lo manden las autoridades, porque ya sabemos que con esto del
cambio climático se están alterando hasta los milagros.
En
1716, su santidad Clemente XI, proclamó un “Breve” concediendo indulgencias a
los cofrades y cofradesas. También concedieron indulgencias por aquellas
fechas, el Arzobispo de Toledo, el Arzobispo de Zaragoza, el Obispo de Málaga y
el de Córdoba. Hay que aclarar, sin embargo a los pocos rigurosos, que para que
aprovechen las indulgencias, además de estar arrepentido de las faltas
cometidas, con gran dolor de contrición y firme propósito de la enmienda (cosa
comprensible), hay que estar debidamente confesado y comulgado como manda la
Santa Madre Iglesia. O sea, que estando solo afiliado a la cofradía y pagando
la cuota no nos libraremos de pasar por el Purgatorio (o no conseguiremos plaza
en el Cielo), aunque pienso que esto no es justo ni puede ser constitucional y
habría que revisarlo.
Ahora
lo que se estila entre los jóvenes es el casarse en la ermita, seguramente por
aquello de que Santa Quiteria es abogada contra la rabia pues, esta enfermedad,
actualmente, ataca a las parejas; aunque no sé yo si a la Santa le gustará
meterse en esos berenjenales. Quienes son ecologistas o epicúreos, o tienen
claustrofobia, son espiritistas o les da aprensión el dogma de la resurrección
de la carne (y de los huesos), prefieren cuando se mueran,
que los incineren y
que sus cenizas se dispersen por la ralla de Zanzanolla, las Mil Rocas o las
Atalayas. Yo estoy entre ellos. En todo caso, este recinto de nuestro término
municipal es sagrado, según la devoción y mágico, según la tradición; por eso
debería estar bendecido por el párroco y protegido por la autoridad civil para
que los espíritus elementales de la naturaleza (que los hay), no contaminen el
agua bendita que brota de la roca y así se cumplan los Gozos: Los favores celestiales/ De tu fuente se
desatan. / Y en tu corriente rematan/ La rabia y todos los males; / Pues los
hombres y animales/ beben salud milagrosa.
EN LA ROMERÍA ES TRADICIONAL QUE SEAN CON CONEJO
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