viernes, 4 de marzo de 2016

ArtiCulo. Las nuevas y revolucionarias formas en la estética de sus señorías, o sea, de nuestrxs putxs diputadxs.



Cuando vi por la televisión a Pablo Iglesias, besarse con un compañero de partido y darse palmaditas en el culo dentro de las gradas del Congreso de los diputados, lo primero que pensé fue: “estos no se han visto desde hace tiempo y se ha debido casar alguno de ellos o tenido un hijo, y  se están felicitando”, o algo así. La gente ahora nos besamos por cualquier cosa; a mí me ha costado adaptarme a los tiempos y aun así no soy besucón; tampoco termino de aprender cuando hay que besarse. Antes besaba a la familia o a amigas muy cercanas si hacía tiempo que no las veía, pero ahora hay amigos “machotes” que me besan en cuanto me ven. No en la boca que soy muy aprensivo.


La verdad es que con esto de los nuevos estilos en el saludo me armo un lio; por ejemplo: ¿tengo que besar a mi médico cuando voy a la consulta, o simplemente darle la mano? O ni siquiera eso. Yo no le
digo ni adiós cuando me voy (se me olvida), y no sé si es lo correcto. O cuando voy a la carnicería. Se han dado cuenta de que casi nunca saludamos al entrar ni pedimos la vez, y luego con la misma gente nos besamos si nos vemos en la ciudad o en otro pueblo. A las cajeras del supermercado las besaría a todas, pero nadie lo hace y el encargado las podría sancionar aunque igual les obligan a hacerlo, por aquello de la atención al cliente.
El beso creemos que es señal de cordialidad y compañerismo pero tiene algunas referencias históricas muy negativas; acordémonos del “beso de Judas”, ¡vaya compañero de partido que se echó Jesús! O los besos que da la mafia, que es señal de que tu padrino te señala para matarte. (Y ahora hay muchas mafias). Imaginémonos que Felipe González le da un beso en público a Pedro Sánchez. Mala señal. No creo que los besos entre los de Podemos sean de esta clase, sino que corresponden, seguramente, a la estética ordinaria y desinhibida que está penetrando en la gente de la calle, especialmente joven.
Con todo, en el Congreso de los diputados, hay diversas estéticas según los partidos; difusas algunas pero que ya han creado tradición. La derecha tradicional como el PP, los nacionalistas vascos y catalanes, son muy formales, protocolarios y rigurosos; Se preocupan mucho del envoltorio, la
estética es lo fundamental; la ética, lo secundario (sepulcros blanqueados). La nueva derecha de Ciudadanos es un referente correcto de la estética pija, pero no son falsos, son así, formales y educados; las izquierdas y las derechas tradicionales no deberían minusvalorarlos. La estética del PSOE es variable y voluble; descamisados y descorbatados peronistas por el día y domingueros por la noche y fiestas de guardar. Al Congreso, por supuesto van de domingueros y a veces un poco horteras, como nuevos ricos. Los obreristas como era Nicolás Redondo o intelectuales pulcros como el viejo profesor Tierno, se ven menos. Los critico sin acritud porque yo, por origen social, edad y generación, pertenezco a esta corriente estética aunque no tanto ideológica.

Luego hay otras estéticas como las izquierdas folk que representa CHA o de realismo social rígido, serio y formal como la que representa IU y otras corrientes de la izquierda ortodoxa con las que me identifico. Pero esta vende poco en esta sociedad de consumo y de márquetin; a pesar de todo me va más, por ejemplo, la seriedad de Alberto Garzón o un Julio Anguita que nunca se dejarían tocar el culo en el Congreso delante de las cámaras de televisión ¡la dignidad de la izquierda quijotesca española que no se pierda, por favor! Pero esta izquierda está pagando el peaje del pasado conciliador de alguna de sus corrientes con el estalinismo de la antigua URRS y otros errores de  izquierdismos colectivistas frustrados como los del anarcosindicalismo, por ejemplo. 

Por eso ha salido la izquierda indefinida y friki de Podemos, que quiere ser antisistema e institucional al mismo tiempo. Algo en lo que ha fracasado la izquierda ortodoxa o tradicional. Por eso, la izquierda necesita innovación, creatividad. Podemos intenta renovar la izquierda, sin llamarla izquierda y asaltar el parlamento con los votos y maneras posmodernas y ecológicas, y ha despejado
la calle para que no se asuste el sistema. Aun así no los quieren. De momento lo revuelve, escandalo tras escáldalo. Casi siempre por cuestiones intrascendentes y puramente estéticas. Hasta que tengan la mayoría absoluta, entonces el PP y el PSOE estarán en contra del bipartidismo.
Difícilmente tendrán la mayoría absoluta sobre todo si son coherentes con lo de reformar el sistema electoral para que estén representadas todas las corrientes sociales y políticas que hay en España (yo cuento unas catorce y creo que me quedo corto). A pesar de ello, desearía que ganaran las elecciones porque quiero que el Parlamento cambie y sus decretos también a favor de los de abajo y no de la oligarquía, y me importa poco como vayan  vestidos; como decía Celia Villalobos, si van duchados, vale. Pero a mí eso de que se besen en la boca en el Congreso, se toquen el culo o se cepillen el pelo en los asientos del anfiteatro…, como que no... Quizá soy un formalista del naturalismo social de la izquierda ortodoxa, también un poco hortera peronista y dominguero o tengo algo de pijo pequeño burgués. Sin duda. Y la edad, que no perdona y nos hace más conservadores.


   


2 comentarios:

  1. Guillermo Lázaro9 mar 2016, 20:41:00

    Un análisis muy agudo de la sociedad española.¡Los apuntes personales lo mejor!

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  2. Te has superado, Manolín. Buena la reflexión, mejor que las fotos, pero ilustran y dicen un montón.

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