Cuando vi por la televisión a Pablo Iglesias, besarse
con un compañero de partido y darse palmaditas en el culo dentro de las gradas
del Congreso de los diputados, lo primero que pensé fue: “estos no se han
visto desde hace tiempo y se ha debido casar alguno de ellos o tenido un hijo,
y se están felicitando”, o algo así. La gente ahora nos besamos
por cualquier cosa; a mí me ha costado adaptarme a los tiempos y aun así no soy
besucón; tampoco termino de aprender cuando hay que besarse. Antes besaba a la
familia o a amigas muy cercanas si hacía tiempo que no las veía, pero ahora hay
amigos “machotes” que me besan en cuanto me ven. No en la boca que soy muy aprensivo.
La verdad es que con esto de los nuevos
estilos en el saludo me armo un lio; por ejemplo: ¿tengo que besar a mi médico
cuando voy a la consulta, o simplemente darle la mano? O ni siquiera eso. Yo no
le
digo ni adiós cuando me voy (se me olvida), y
no sé si es lo correcto. O cuando voy a la carnicería. Se han dado cuenta de
que casi nunca saludamos al entrar ni pedimos la vez, y luego con la misma
gente nos besamos si nos vemos en la ciudad o en otro pueblo. A las cajeras del
supermercado las besaría a todas, pero nadie lo hace y el encargado las podría
sancionar aunque igual les obligan a hacerlo, por aquello de la atención al
cliente.
El beso creemos que es señal de cordialidad y
compañerismo pero tiene algunas referencias históricas muy negativas;
acordémonos del “beso de Judas”, ¡vaya compañero de partido que se echó Jesús!
O los besos que da la mafia, que es señal de que tu padrino te señala para
matarte. (Y ahora hay muchas mafias). Imaginémonos que Felipe González le da un
beso en público a Pedro Sánchez. Mala señal. No creo que los besos entre los de
Podemos sean de esta clase, sino que corresponden, seguramente, a la estética
ordinaria y desinhibida que está penetrando en la gente de la calle, especialmente
joven.
Con todo, en el Congreso de los diputados, hay
diversas estéticas según los partidos; difusas algunas pero que ya han creado
tradición. La derecha tradicional como el PP, los nacionalistas vascos y
catalanes, son muy formales, protocolarios y rigurosos; Se preocupan mucho del
envoltorio, la
estética es lo fundamental; la ética, lo secundario (sepulcros
blanqueados). La nueva derecha de Ciudadanos es un referente correcto de la
estética pija, pero no son falsos, son así, formales y educados; las izquierdas
y las derechas tradicionales no deberían minusvalorarlos. La estética del PSOE
es variable y voluble; descamisados y descorbatados peronistas por el día y
domingueros por la noche y fiestas de guardar. Al Congreso, por supuesto van de
domingueros y a veces un poco horteras, como nuevos ricos. Los obreristas como
era Nicolás Redondo o intelectuales pulcros como el viejo profesor Tierno, se ven
menos. Los critico sin acritud porque yo, por origen social, edad y generación,
pertenezco a esta corriente estética aunque no tanto ideológica.
Luego hay otras estéticas como las izquierdas folk que
representa CHA o de realismo social rígido, serio y formal como la que
representa IU y otras corrientes de la izquierda ortodoxa con las que me
identifico. Pero esta vende poco en esta sociedad de consumo y de márquetin; a
pesar de todo me va más, por ejemplo, la seriedad de Alberto Garzón o un Julio
Anguita que nunca se dejarían tocar el culo en el Congreso delante de las
cámaras de televisión ¡la dignidad de la izquierda quijotesca española que no
se pierda, por favor! Pero esta izquierda está pagando el peaje del pasado
conciliador de alguna de sus corrientes con el estalinismo de la antigua URRS y
otros errores de izquierdismos colectivistas frustrados como los del
anarcosindicalismo, por ejemplo.
Por eso ha salido la izquierda indefinida y friki de
Podemos, que quiere ser antisistema e institucional al mismo tiempo. Algo en lo
que ha fracasado la izquierda ortodoxa o tradicional. Por eso, la izquierda
necesita innovación, creatividad. Podemos intenta renovar la izquierda, sin
llamarla izquierda y asaltar el parlamento con los votos y maneras posmodernas
y ecológicas, y ha despejado
la calle
para que no se asuste el sistema. Aun así no los quieren. De momento lo
revuelve, escandalo tras escáldalo. Casi siempre por cuestiones intrascendentes
y puramente estéticas. Hasta que tengan la mayoría absoluta, entonces el PP y el
PSOE estarán en contra del bipartidismo.
Difícilmente tendrán la mayoría absoluta sobre todo si
son coherentes con lo de reformar el sistema electoral para que estén
representadas todas las corrientes sociales y políticas que hay en España (yo cuento unas
catorce y creo que me quedo corto). A pesar de ello, desearía que ganaran las
elecciones porque quiero que el Parlamento cambie y sus decretos también a
favor de los de abajo y no de la oligarquía, y me importa poco como vayan
vestidos; como decía Celia Villalobos, si van duchados, vale. Pero a mí eso de
que se besen en la boca en el Congreso, se toquen el culo o se cepillen el pelo
en los asientos del anfiteatro…, como que no... Quizá soy un formalista del
naturalismo social de la izquierda ortodoxa, también un poco hortera peronista
y dominguero o tengo algo de pijo pequeño burgués. Sin duda. Y la edad, que no
perdona y nos hace más conservadores.
Un análisis muy agudo de la sociedad española.¡Los apuntes personales lo mejor!
ResponderEliminarTe has superado, Manolín. Buena la reflexión, mejor que las fotos, pero ilustran y dicen un montón.
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