Charrada. Zaragoza bate todos los récords del país.

Zaragoza y Aragón a la cabeza de contagiados de toda España; ¿Por qué será? Unos les echan la culpa a los temporeros, pero esto despierta sospecha de racismo encubierto cuando debería reflejar las pésimas condiciones de habitabilidad y trabajo en la que se desenvuelven; otros, a que es Zaragoza la ciudad con más bares de España y de que los oregoneses semos los más castizos e indisciplinados.

El gobierno regional dice que es porque las demás comunidades no reflejan todos los contagios, por ejemplo: no ponen todos los asintomáticos, que cada taifa hace lo que le viene en gana. La peña, es decir, la gente del populacho, criminaliza a la juventud, o sea, a las peñas en plural y los botellones clandestinos. Y la presidenta de Madrid insiste en no llevar mascarilla, rezar más, hacer misas y poner más capellanes en los hospitales.

A falta de certezas científicas recurrimos, como siempre, a la superstición y a echarle la culpa a los demás; al demonio, al pecado del gobierno o de la oposición, o a los malos espíritus. Pero, el hacer caso de las recomendaciones de las autoridades o de la OMS, que suelen ser las que dan los consejos más racionales, poco. Somos así, rebeldes, desconfiados de las autoridades y descreídos de la razón y de la ciencia, que como no es exacta, acierta cuando acierta.  Mientras la ciencia se preste a interpretaciones diversas, tesis, teorías, previsiones inciertas, y los gobiernos central y autonómicos se les tome por “el pito del sereno”, abundará la superstición, aun después de haberse ido la pandemia. Seguro que no habrá unanimidad (y si diversas teorías), en la interpretación de lo que ha pasado cuando haya pasado. Y eso que podrá analizarse a toro pasado.

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