Alejandro Abadía
Paris, en su página de Facebook, a la que se puede accederse desde el enlace de este blog, en la columna de la izquierda, en la sección de "Páginas y blogs amigos", nos deleita
con sus escritos costumbristas; en uno de los últimos nos habla de los remedios
caseros y nombra a la tía “Cotona” y a la tía “Vita” a les que también tuve la
ocasión de conocer. De ellas se decía que tenían poderes curativos sin usar el
reiki, la magnetoterapia ni nada de esas técnicas modernas orientales.
Hoy hablaré rápidamente de lo que me contó mi padre de una curandera siendo el un zagal; mi padre, se lesionó la muñeca jugando al futbol; con los dedos de la mano podía tocarse totalmente el brazo y además se le había quedado retorcida y con gran dolor. Un dislocamiento que creían que podía perder la mano. Pero alguien decidió llevarlo a la curandera; cuando esta lo vió desdramatizó la cosa y dijo que eso no era nada. Miró a mi padre y dijo: uno, dos y tres, clac, y la mano volvió a su sitio sin que le doliera más.
La experiencia con la tía “Cotona”, la tuve yo. Era cuando estaba de ermitaña en “Santa Quiteria”. Fue un verano de vacaciones escolares y yo me iba haciendo mayor sin saber ir en bicicleta; así que pille la bici de mi hermanico que era de media carrera, de manillares bajos, alta de cuadros y muy pesada. Para un torpón como yo, la bicicleta más inapropiada para aprender.
Pero he aquí que un amigo tenía una de paseo, de chica y por lo tanto más apropiada; pequeña y de poco peso; además, mi amigo, estaba enamorado de la de mi hermano, de carrera, con cambia marchas y demás. La intercambiamos, pille la pequeña bicicleta y como de maravilla daba vueltas por el campo de futbol que era una delicia. Tanto me entusiasme que casi inconscientemente me salí del campo deportivo y me lance hacia la ermita a conquistar el título de montaña.
Hoy hablaré rápidamente de lo que me contó mi padre de una curandera siendo el un zagal; mi padre, se lesionó la muñeca jugando al futbol; con los dedos de la mano podía tocarse totalmente el brazo y además se le había quedado retorcida y con gran dolor. Un dislocamiento que creían que podía perder la mano. Pero alguien decidió llevarlo a la curandera; cuando esta lo vió desdramatizó la cosa y dijo que eso no era nada. Miró a mi padre y dijo: uno, dos y tres, clac, y la mano volvió a su sitio sin que le doliera más.
La experiencia con la tía “Cotona”, la tuve yo. Era cuando estaba de ermitaña en “Santa Quiteria”. Fue un verano de vacaciones escolares y yo me iba haciendo mayor sin saber ir en bicicleta; así que pille la bici de mi hermanico que era de media carrera, de manillares bajos, alta de cuadros y muy pesada. Para un torpón como yo, la bicicleta más inapropiada para aprender.
Pero he aquí que un amigo tenía una de paseo, de chica y por lo tanto más apropiada; pequeña y de poco peso; además, mi amigo, estaba enamorado de la de mi hermano, de carrera, con cambia marchas y demás. La intercambiamos, pille la pequeña bicicleta y como de maravilla daba vueltas por el campo de futbol que era una delicia. Tanto me entusiasme que casi inconscientemente me salí del campo deportivo y me lance hacia la ermita a conquistar el título de montaña.
Entonces
el camino estaba peor que ahora; cuando iba a mitad de trayecto la bicicleta se
esbarizó y se fue al suelo conmigo, con tan mala fortuna que al caer al suelo
me di con un saliente o piedra en la rabilla del culo. Además del dolor intenso
que apenas remitía estuve a punto de desfallecer. Llegue a gatas hasta la
puerta de la ermita creyendo que me moría cuando la tía “Cotona”, que estaba
allí, me pregunto qué me había pasado y al explicarlo y ver mi color pálido y
el terror de mi cara, pues me estaba dando cada vez más malagana, me hizo
entrar adentro de la casa del ermitaño, que creo que era la antigua hospedería.
Pensé que me iba a
dar un conjuro o alguna aspirina, pero lo que saco fue una gran botella de
coñac y me ofreció una copa –bebe tranquilamente- me dijo. Conforme bebía mi
cuerpo era como si le echara aceite a un candil; en unos segundos me había
repuesto de la angunia y la mala gana. Agarré la bicicleta de nuevo y me fui
para el campo de futbol.
Pocas veces he cogido
ya la bicicleta. Pero la tía “Cotona”, de la que guardo un buen recuerdo, me
curó. No sé qué me habrían dado hoy en el ambulatorio.
En todas las civilizaciones y culturas ha habido "chamanes", "maestros", "brujos", "hechiceros" o "adivinos" que son personas que tienen una percepción diferente de lo que sucede y que saben transmitir su experiencia, energia o lo que sea de forma también diferente........ y lo que para ellos es lo normal,para el resto es lo excepcional porque no lo entendemos. En tu caso la copica de vino fue el reconstituyente que necetiabas, y lo mismo pasaba cuando ibamos a D. Miguel (el farmaceútico) para que nos diera un "contrasusto" o cuando las abuelas nos daba un poco de "agua del carmen" (que su sitio era la repisa de la radio) cuando estábamos "sin virtú".....
ResponderEliminar