jueves, 7 de julio de 2016

ArtiCulo. ¿Por qué fallan las encuestas?

          Porque en contra de lo que afirman los entendidos no son una ciencia. Se empeñan en equiparar las encuestas a la estadística y pasa lo que pasa; a veces aciertan, como si la televisión dice que va a llover esta tarde porque ha amanecido nublado ¿Seguro? Pero como el tiempo es caprichoso y lo manda la providencia incognoscible, la naturaleza cósmica impredecible o vaya usted a saber que potencias siderales, pues llueve si quiere: ¿“lloverá esta tarde?, mañana te lo diré” que decían los abuelos. Solo una cosa es cierta, porque no es encuesta sino estadística: “siempre que llueve, escampa”.

          Por ejemplo, para las elecciones se pregunta a dos mil posibles votantes y se pretende saber lo que van a votar 15 millones. Eso es la mayor tontada en la que se puede creer. Una vez, cuando era más joven, vino a casa a encuestarme una chica muy guapa sobre perfumes, jabones, mi estado familiar, lo que le gustaba gastar a mis hijos, a mi mujer, etc. Le dije que no usaba colonia que eso es de viejos que huelen (ahora si la gasto); también le dije que estaba soltero, casi virgen y no tenía hijos; no se creyó nada que le apunté. Así no se puede ir de encuestadora, puso lo que quiso, no lo que le dije. Están, los encuestadores/as y las empresas de encuestación, influenciados por ideas preconcebidas, perjuicios, etc., como cuando el cura aquel que hubo en Samper y que me llevaba muy bien, que no quería creerse que yo era ateo porque decía que (yo) era buena persona. Y no lo era, que no creía en Dios. Como me iba a salvar él de la vida eterna en el infierno si pensaba que mentía o, si no mentía, no decía la verdad, y se quedaba tan satisfecho.
           No cumplía con su obligación, pero esa vez decía yo la verdad, porque casi siempre que me han encuestado he mentido, mas no por gusto, porque no me agrada mentir, sino porque no quiero que me toquen las narices. También porque soy tímido y me da pudor decir lo que voy a votar, así es que si alguien a quien no conozco y me pregunta solo por que le pagan por ello, que es una cosa fría y prosaica… Yo solo digo lo que voy a votar en el calor de la confrontación dialéctica. Y no me gusta mucho discutir al calor de la confrontación dialéctica, sobre todo en el bar o cuando voy de lifara.
          Por si les sirve de referencia nunca he votado a “caballo ganador” en unas elecciones generales o autonómicas. En las municipales alguna vez sí, tanto si he estado empadronado en Samper como en Zaragoza. También me he abstenido alguna vez, por llevarle la contraria a mis amigos pseudodemócratas que dicen que el que se abstiene no es demócrata. Dos veces me abstuve solo; una en el referéndum de la Reforma Política porque como demócrata no me terminaba de convencer el enjuague aquel, no sé si inevitable, que se llevaron los tecnócratas del Régimen con Felipe González y Santiago Carrillo (de donde viene esta mierda de democracia que tenemos ahora aunque se vive ahora mucho mejor que entonces, eso es verdad), y otra en unas generales después del referéndum sobre la OTAN, porque me volví anarquista durante unos años.

          Votar, al contrario que cuando el régimen de Franco, es un derecho, no una obligación. Entonces era una obligación, no un derecho el votar en un referéndum o en las elecciones de cabeza de familia o en el sindicato vertical, porque si no lo hacías te significabas y te ponían en la lista roja. Ahora no hay listas rojas (son todas rosas, azules, naranjas o moradas) y puedes no votar para chingar a todos en plan nihilista, aunque casi siempre he votado sabiendo que mi opción solo sería testimonial, pero esta vez lo hice creyendo que sería una opción triunfadora. Me han engañado las encuestas y los encuestadores. A mí, que soy escéptico, racionalista, epicuriano, estoicista, librepensador y persona seria. 

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