jueves, 30 de noviembre de 2017

Historia y cultura. El comienzo del año nuevo a traves de los tiempos. Los chinos y otros aun se empeñan en que empieza otro día.



          Porque herejes los habrá siempre. El día y el año, tal y como lo conocemos en la actualidad en Occidente, se basa en el movimiento de la Tierra sobre si misma (rotación) y en torno al Sol (traslación). Como cuando vas borracho rondando por el pueblo en torno a la Placica. Sin embargo, el mes es una unidad basada en el movimiento de la Luna y forma la base de los calendarios lunares. La semana, una unidad intermedia muy conveniente para organizar los días de trabajo y de descanso (el domingo no se debe trabajar, que es pecado si se hace sin licencia eclesiástica, por si no lo saben) corresponde aproximadamente a una fase lunar. Hay otros movimientos de la tierra como el de precesión o procesión, que no me acuerdo; el de nutación y el de bamboleo de Chandler, que debe ser una charanga, pero de momento no vienen a cuento.
          Nuestro calendario actual es solar, pero sus orígenes se remontan al antiguo calendario romano que tenía un fundamento lunar. En la antigua Roma, varios siglos antes de nuestra era, el año era una sucesión de diez meses, por eso no había vacaciones: Martius (dedicado a Marte), Aprilis (del latín aperire, abrir, por los brotes vegetales), Maius (por la diosa Maia), Junius (por Juno), Quintilis (el mes quinto), Sextilis (sexto), September (séptimo), October (octavo), November (noveno), y December (décimo).
          El año comenzaba el primer día (calendas) de Marzo, bajo los auspicios del dios guerrero Marte, pues esta era la fecha que marcaba el inicio de las campañas militares con la designación de los cónsules. Los meses comenzaban con la luna nueva, algo que era difícil de determinar porque en esa fase la luna no se ve, así que lo echaban a ojo.
          Además, como el año era mucho más corto de 365 días, su inicio iba cambiando de estación, lo que creaba inconvenientes en las campañas militares. Para evitar este problema, se intercalaban meses adicionales cada cierto tiempo. Esta situación se prestaba a un gran desorden. Los pontífices encargados del calendario además de los
Los que salen por la noche, a veces, ven 
todas las fases lunares al mismo tiempo
puentes de Roma (de ahí lo de “los puentes del calendario” en España, sin duda), alargaban y acortaban los años fraudulentamente, según su conveniencia, para prolongar la magistratura de sus amigos y reducir la de otros. Los políticos siempre han sido muy corruptos y los pontífices más y hasta manipulaban el calendario para fastidiarse entre ellos, cosa que no se hace hoy que forman todos una casta.
          Numa Pompilius (que no sé quién es, pero tiene nombre de mujer) trató de acompasar el calendario romano a las estaciones añadiendo de manera permanente dos meses al final: Ianarius (dedicado a Jano –no tiene nada que ver con los janos de Samper-, mes 11) y Februarius (de februare, purificación, mes 12).
          A mediados del siglo II a.C., las campañas militares lejos de Roma (y concretamente en Hispania, que entonces estaba lejos porque tenían que venir en carro) requerían nombrar a los cónsules con suficiente antelación al comienzo de las actividades. En el año 153 a.C. se fijó el principio del año en el día 1 de Ianarus (en lugar del 1 de Martius), fecha en que se pasó a realizar el nombramiento de los cónsules, esto es, dos meses antes del comienzo de las campañas. Otra manipulación del calendario, como lo del cambio horario, que se hace ahora.
          Gracias a los dos meses adicionales introducidos por Numa Pompilius, el año había pasado a tener unos 355 días, pero aun así era demasiado corto respecto del año de las estaciones. Ocasionalmente se introducía un decimotercer mes, algo también propicio a manipulaciones por intereses políticos o económicos. En el año 46 a.C. el año del calendario se encontraba desfasado unos tres meses respecto de las estaciones y seguía reinando el desorden y cundía la indignación y el populismo porque los plebeyos no podían hacer el calendario laboral en esas condiciones.
          Fue Julio César (102 – 44 a.C.) quien en el 45 a.C. (año 708 de Roma) decidió realizar una reforma definitiva del calendario. (Todos dicen que es la definitiva, como cuando se va de cervezas.) Encargó el trabajo al prestigioso astrónomo griego Sosígenes que estaba establecido en Alejandría y era muy soso como su nombre indica. Sosígenes se despreocupó de la Luna pues no salía de noche a rondar ni nada y ajustó la duración de los meses para fijar la duración total del año en 365,25 días por término medio, es decir, unos 11 minutos más cortos que el año trópico (el de las estaciones, que dura 365,2422 días), transformando así el calendario de lunar a solar. Como resultaba conveniente que el año tuviese un número entero de días, se fijó el año ordinario en 365 días y para que no se acumulase un decalaje con las estaciones se decidió intercalar un día extra cada cuatro años; que lo que no se soluciona es porque no se quiere, o sea, porque no hay voluntad política.
          Posteriormente, el mes Quintilus fue renombrado Julius (en honor de Julio César) y el Sextius pasó a llamarse Augustus, por Augusto, el que le dio nombre a nuestra Caesaraugusta, pero los moros rifeños que vinieron a España y que hablaban tan mal como ahora decían Zar –Caesar- agoza –augusta-. Por inercia del lenguaje, September, October, November y December han conservado sus nombres en román paladino, pero son falsos. Ni setiembre es el séptimo, ni Octubre el octavo, ni noviembre el noveno, ni diciembre el décimo. Nos engañan como a chicos.
          Este calendario, denominado juliano en memoria de Julio César, que introdujo también la sopa juliana, o eso le oí yo decir una vez al Arguiñano, permaneció válido durante más de dieciséis siglos. Pero durante muchos de estos siglos, los católicos se resistieron a celebrar el principio del año en un mes dedicado a una deidad pagana. Y ya sabemos cómo son los curas para estas cosas; hasta que ceden…
          En la Edad Media, diferentes pueblos de Europa tenían por costumbre celebrar el principio del año en fechas de significado religioso. Dependiendo del estado europeo, se utilizaba el “estilo” de la Navidad (el año comenzaba el 25 de diciembre), el de la Encarnación (25 de marzo), o el de la Pascua (¡con el año comenzando en fecha variable!).
No es obligatorio por ley el comerse
las uvas como mucha gente cree.
Y en algunos de los estados se cambiaba a veces. Por ejemplo, en Aragón se utilizó el estilo de la Encarnación hasta 1350 (no me preguntéis porque) y entonces se cambió al de la Navidad que permaneció hasta principios del XVII. En pocos estados (por ejemplo Polonia, desde 1364) se utilizó el estilo de la Circuncisión, con el año comenzando el 1 de enero.
          El inicio del año el 1 de enero se hizo obligatorio en muchos estados europeos a partir del siglo XVI. Se impuso en Alemania mediante un edicto hacia 1500; Carlos IX lo decretó en 1564 en Francia y entró en funcionamiento en 1567; en España se generalizó hacia el siglo XVII (en el XVIII en Cataluña), me imagino que impuesto por los borbones a los nacionalistas, y en Inglaterra hubo que esperar hasta 1752, que ya sabemos que a los ingleses les cuesta cambiar, como el circular al revés con los vehículos o mantener la libra esterlina.
          Con el transcurso de los siglos, los 11 minutos de diferencia en la duración del año juliano y del trópico, generaron una deriva muy significativa. A finales del siglo XVI, a pesar de la corrección introducida en el concilio de Nicea (año 325 d.C.), el equinoccio de primavera (muy importante para la Iglesia y los pueblos donde tocamos el tambor, pues determina la fecha de la Pascua) caía hacia el 11 de Marzo, es decir, 10 días antes de la fecha que la Iglesia le había impuesto en Nicea. Esta situación llevó al papa Gregorio XIII a realizar una importante reforma en 1582, año al que recortó 10 días. Como decía santo Tomás de Aquino, “si la fe no te da la razón, es que no la tienes” (la fe o la razón), o algo así decía.
          En el excelente calendario resultante, denominado gregoriano (por el papa Goyo, el que popularizó el “cante llano” del que se deriva la jota neta  aragonesa y derivadas), vigente hasta hoy, el año tiene una duración media de 365,2425 días. Pero aún contiene diferencias significativas respecto del año astronómico (el año gregoriano dura 26 segundos más que el trópico) y aún conserva numerosas curiosidades y elementos peculiares. Por ejemplo, sigue conteniendo años bisiestos, pero se suprimieron los años seculares de entre tales bisiestos (salvo aquellos que son divisibles por 400). (Yo aquí ya me pierdo.)
FUENTE: PICHIPEDIA
Escuela de Traductores Plagiadores de la Universidad Sincrética de Alejandrina.

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