
Porque herejes los habrá siempre. El día
y el año, tal y como lo conocemos en la actualidad en Occidente, se basa en el movimiento de la Tierra sobre si misma (rotación) y en torno al Sol (traslación). Como cuando
vas borracho rondando por el pueblo en torno a la Placica. Sin embargo, el mes
es una unidad basada en el movimiento de la Luna y forma la base de los
calendarios lunares. La semana, una unidad intermedia muy conveniente para
organizar los días de trabajo y de descanso (el domingo no se debe trabajar, que
es pecado si se hace sin licencia eclesiástica, por si no lo saben) corresponde
aproximadamente a una fase lunar. Hay otros movimientos de la tierra como el de
precesión o procesión, que no me acuerdo; el de nutación y el de bamboleo de Chandler,
que debe ser una charanga, pero de momento no vienen a cuento.
Nuestro
calendario actual es solar, pero sus
orígenes se remontan al antiguo calendario romano que tenía un fundamento lunar.
En la antigua Roma, varios siglos antes de nuestra era, el año era una sucesión
de diez meses, por eso no había vacaciones: Martius (dedicado a Marte), Aprilis
(del latín aperire, abrir, por los brotes vegetales), Maius (por la diosa
Maia), Junius (por Juno), Quintilis (el mes quinto), Sextilis (sexto), September
(séptimo), October (octavo), November (noveno), y December (décimo).
El año
comenzaba el primer día (calendas) de
Marzo, bajo los auspicios del dios guerrero Marte, pues esta era la
fecha que marcaba el inicio de las campañas militares con la designación de los
cónsules. Los meses comenzaban con la luna nueva, algo que era difícil de
determinar porque en esa fase la luna no se ve, así que lo echaban a ojo.
Además,
como el año era mucho más corto de 365 días, su inicio iba cambiando de
estación, lo que creaba inconvenientes en las campañas militares. Para evitar
este problema, se intercalaban meses adicionales cada cierto tiempo. Esta
situación se prestaba a un gran desorden. Los pontífices encargados del
calendario además de los
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Los que salen por la noche, a veces, ven todas las fases lunares al mismo tiempo |
Numa
Pompilius (que no sé quién es, pero tiene nombre de mujer) trató de acompasar
el calendario romano a las estaciones añadiendo de manera permanente dos meses
al final: Ianarius (dedicado a Jano –no
tiene nada que ver con los janos de Samper-, mes 11) y Februarius (de februare,
purificación, mes 12).
A
mediados del siglo II a.C., las campañas militares lejos de Roma (y
concretamente en Hispania, que entonces estaba lejos porque tenían que venir en
carro) requerían nombrar a los cónsules con suficiente antelación al comienzo
de las actividades. En el año 153 a.C.
se fijó el principio del año en el día 1 de Ianarus (en lugar del 1 de
Martius), fecha en que se pasó a realizar el nombramiento de los cónsules, esto
es, dos meses antes del comienzo de las campañas. Otra manipulación del
calendario, como lo del cambio horario, que se hace ahora.
Gracias a los dos meses adicionales
introducidos por Numa Pompilius, el año había pasado a tener unos 355 días,
pero aun así era demasiado corto
respecto del año de las estaciones. Ocasionalmente se introducía un
decimotercer mes, algo también propicio a manipulaciones por intereses
políticos o económicos. En el año 46 a.C. el año del calendario se encontraba
desfasado unos tres meses respecto de las estaciones y seguía reinando el
desorden y cundía la indignación y el populismo porque los plebeyos no podían hacer el calendario laboral en esas condiciones.
Fue
Julio César (102 – 44 a.C.) quien en el 45 a.C. (año 708 de Roma) decidió
realizar una reforma definitiva del calendario. (Todos dicen que es la
definitiva, como cuando se va de cervezas.) Encargó el trabajo al prestigioso astrónomo griego Sosígenes que
estaba establecido en Alejandría y era muy soso como su nombre indica.
Sosígenes se despreocupó de la Luna pues no salía de noche a rondar ni nada y
ajustó la duración de los meses para fijar la duración total del año en 365,25
días por término medio, es decir, unos 11 minutos más cortos que el año trópico
(el de las estaciones, que dura 365,2422 días), transformando así el calendario
de lunar a solar. Como resultaba conveniente que el año tuviese un número
entero de días, se fijó el año ordinario en 365 días y para que no se acumulase
un decalaje con las estaciones se decidió intercalar un día extra cada cuatro
años; que lo que no se soluciona es porque no se quiere, o sea, porque no hay
voluntad política.
Posteriormente,
el mes Quintilus fue renombrado Julius (en honor de Julio César) y el Sextius
pasó a llamarse Augustus, por Augusto, el que le dio nombre a nuestra Caesaraugusta, pero los moros rifeños que vinieron a España y que hablaban tan
mal como ahora decían Zar –Caesar- agoza –augusta-. Por inercia del lenguaje,
September, October, November y December han conservado sus nombres en román paladino, pero son
falsos. Ni setiembre es el séptimo, ni Octubre el octavo, ni noviembre el noveno,
ni diciembre el décimo. Nos engañan como a chicos.
Este
calendario, denominado juliano en
memoria de Julio César, que introdujo también la sopa juliana, o eso le oí yo
decir una vez al Arguiñano, permaneció válido durante más de dieciséis siglos.
Pero durante muchos de estos siglos, los católicos se resistieron a celebrar el
principio del año en un mes dedicado a una deidad pagana. Y ya sabemos cómo son
los curas para estas cosas; hasta que ceden…
En la
Edad Media, diferentes pueblos de Europa tenían por costumbre celebrar el principio del año en fechas de
significado religioso. Dependiendo del estado europeo, se utilizaba el
“estilo” de la Navidad (el año comenzaba el 25 de diciembre), el de la
Encarnación (25 de marzo), o el de la Pascua (¡con el año comenzando en fecha
variable!).
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No es obligatorio por ley el comerse las uvas como mucha gente cree. |
Y en algunos de los estados se cambiaba a veces. Por ejemplo, en
Aragón se utilizó el estilo de la Encarnación hasta 1350 (no me preguntéis
porque) y entonces se cambió al de la Navidad que permaneció hasta principios
del XVII. En pocos estados (por ejemplo Polonia, desde 1364) se utilizó el
estilo de la Circuncisión, con el año comenzando el 1 de enero.
El inicio del año el 1 de enero se hizo
obligatorio en muchos estados europeos
a partir del siglo XVI. Se impuso en Alemania mediante un edicto hacia
1500; Carlos IX lo decretó en 1564 en Francia y entró en funcionamiento en
1567; en España se generalizó hacia el siglo XVII (en el XVIII en Cataluña), me
imagino que impuesto por los borbones a los nacionalistas, y en
Inglaterra hubo que esperar hasta 1752, que ya sabemos que a los ingleses les
cuesta cambiar, como el circular al revés con los vehículos o mantener la libra
esterlina.
Con el
transcurso de los siglos, los 11 minutos de diferencia en la duración del año
juliano y del trópico, generaron una
deriva muy significativa. A finales del siglo XVI, a pesar de la
corrección introducida en el concilio de Nicea (año 325 d.C.), el equinoccio de
primavera (muy importante para la Iglesia y los pueblos donde tocamos el tambor, pues determina la fecha de la
Pascua) caía hacia el 11 de Marzo, es decir, 10 días antes de la fecha que la
Iglesia le había impuesto en Nicea. Esta situación llevó al papa Gregorio XIII
a realizar una importante reforma en 1582, año al que recortó 10 días. Como
decía santo Tomás de Aquino, “si la fe no te da la razón, es que no la tienes”
(la fe o la razón), o algo así decía.
En el excelente calendario resultante,
denominado gregoriano (por el papa Goyo, el que popularizó el “cante llano” del
que se deriva la jota neta aragonesa y
derivadas), vigente hasta hoy, el año tiene una duración media de
365,2425 días. Pero aún contiene diferencias significativas respecto del año
astronómico (el año gregoriano dura 26 segundos más que el trópico) y aún
conserva numerosas curiosidades y elementos peculiares. Por ejemplo, sigue
conteniendo años bisiestos, pero se suprimieron los años seculares de entre
tales bisiestos (salvo aquellos que son divisibles por 400). (Yo aquí ya me
pierdo.)
FUENTE: PICHIPEDIA
Escuela de Traductores Plagiadores de la Universidad Sincrética de Alejandrina.
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