La proclamación de
la Republica Catalana parece un sainete de los entremeses que se daban entre
acto y acto de las comedias de antaño.
Los que se jugaban
el pellejo para votar el 1 de octubre han visto como los que le abocaron a esa
situación votaron cobardemente en secreto o han huido a Bélgica al amparo de la
oferta de un neofascista como Theo Francken.
Uno de los
diputados que votó ocultando su decisión fue Benet Salellas (CUP), que días
antes exigía que los funcionarios debían ser los que impidieran la aplicación
del artículo 155. La apelación al heroísmo de Gabriel Rufián es un ejemplo que
sirve para comprender cómo se construye un lenguaje emocional nacionalista que
edifica un sentimiento identitario que siempre evoluciona en excluyente.
Los primeros actos
de la nueva y flamante República de Catalunya han sido una comparecencia
grabada de su presidente mientras se estaba tomando unos vinos en un bar de
Girona y una foto en Instagram del Palau de la Generalitat dando los buenos
días a sus súbditos haciendo creer que estaba trabajando y desafiando el 155
mientras huía en coche camino de Marsella. Allí se ha atrevido a decir que el “Servicio
de Inteligencia de Cataluña” (la TIA catalana, que al parecer tenía), la alertó
de que iban a por él.
El formalismo
socialista tenía una manera creativa de hacer comprender al observador, al
trabajador, que estaba alienado y explotado. Se trataba de desnaturalizar la
esencia de los elementos mostrados para provocar en el espectador una ausencia
total de empatía que le permitiera desentrañar la realidad. Despojaba al
observador de las emociones porque consideraba que nublaban la razón. Quien
quiere hacer comprender el verdadero lugar en el mundo a un desposeído u
oprimido no le intenta emocionar con falsas ilusiones, sino que le muestra la
realidad con la crudeza que tiene. La república ficticia de Catalunya es una
formulación ilusoria burguesa, irracional y, por lo tanto, reaccionaria.
No debería
extrañar a nadie que la algarada independentista sea una engañifa de las élites
para detentar capital, la sustitución de unas estructuras oligárquicas por
otras.
Por supuesto que
existen en el movimiento independentista multitud de personas que son clase
trabajadora, gente precaria, con muchas dificultades por la crisis y la
decadencia (que es bien evidente), del llamado “Régimen del 78”; jóvenes de
clases medias azotadas por la crisis que no ven claro su porvenir y que creen firmemente
en la república catalana como alternativa, y que el Estado Español es el
culpable. Siempre son estos, los que sufren la crisis o les angustia el
porvenir, los que se unen con mayor emoción a cualquier opción que les promete
un cambio material sustancial.
Lo grave de todo
esto es que la respuesta sea la exacerbación de otro nacionalismo antagónico, y
exaltado también, de naturaleza anti catalanista como el que se está agitando
desde algunos sectores de la sociedad española; si no se intenta resolver “la
cuestión Catalana”, que ya lleva más de un siglo, con paciencia, racionalidad y
mentalidad democrática, reconociéndose todas las partes en pugna (que son más
de dos y de tres, por cierto), la tragedia está “cantada”, y toda España,
Cataluña también, lo va a pagar muy caro.
Claves para entender el conflito catalán...
Claves para entender el conflito catalán...
A la MIERDA TODOS.
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