Se han
convocado elecciones para el domingo 28 de abril que es lo que queremos todos,
pues pocas legislaturas acaban cumpliendo los cuatro años. En un sistema
parlamentario como el español es normal que esto ocurra de vez en cuando, pero
aquí se da con tanta frecuencia porque, en realidad, desde que terminan las
elecciones generales y a partir del minuto uno, ya están comenzando la campaña
de las siguientes.
Empieza tan pronto porque los perdedores no consideran legítima la victoria de quienes las han ganado y desde el minuto uno ya, los perdedores, empiezan a llamar “okupas”, “golpistas” y otras gracias a los ganadores y a considerar que su victoria surgió por métodos ilegítimos, a pesar de que nadie (absolutamente nadie), pueda demostrar que hubo “pucherazo” o ilegalidad en el desarrollo de las elecciones.
Empieza tan pronto porque los perdedores no consideran legítima la victoria de quienes las han ganado y desde el minuto uno ya, los perdedores, empiezan a llamar “okupas”, “golpistas” y otras gracias a los ganadores y a considerar que su victoria surgió por métodos ilegítimos, a pesar de que nadie (absolutamente nadie), pueda demostrar que hubo “pucherazo” o ilegalidad en el desarrollo de las elecciones.
¡Ni
siquiera, quienes así piensan, recurren a los tribunales! Porque saben que
mienten cuando acusan.
La
deslegitimación de los resultados electorales y el no sentirse representados
por los partidos que gobiernan, es ya una tradición en la historia democrática española,
incluso con anterioridad a la Guerra Civil. Esta comenzó por considerar ilegitima la victoria del Frente Popular.
En
estos momentos, y creo que hasta que se celebren las elecciones generales, es
imposible saber quién va a ganar, si es que las gana alguien. Las encuestas no
dan una y están cocinadas por los intereses de quienes las pagan, y los cambios
son tan rápidos que es imposible predecir nada. Todo está en el aire. Depende
de que el tripartito andaluz no se dé ostias en Andalucía o si; de que Sánchez
aguante las zancadillas de sus varones o no; de que los independentistas
catalanes sigan con su neurosis independentista o vayan al psiquiatra; de que
la economía se estabilice o retome una nueva recesión, aunque sea pequeña; de
que UPodemos y la izquierda al PSOE de una imagen de unidad y sosiego o se
convierta en una jaula de grillos donde predominen los egoísmos sectarios de
sus diferentes familias.
De que
cada partido o bloque electoral sepa movilizar a su electorado totalmente o una
parte de él los mande a “a hacer puñetas”. O que el electorado de cada uno no
sea “flor de un día” de cabreo o de indignación, o de que el electorado más
voluble de un partido se indigne y cabreen con todos y cambien a ver qué pasa…,
quien sabe; el futuro no está escrito, nada está determinado o es imposible
conocerlo porque las causas que determinan el futuro cambian de un día para otro. El
resultado solo se sabrá el día después de las elecciones.
Y
dependerá mucho también, no de la estupidez de los electores, sino de la
inteligencia y habilidad de los partidos que se presenten a ellas. Eso sí,
quienes tienen caudales abundantes y controlan los medios de comunicación,
tienen ventaja en esta carrera.
¿Lloverá
o escampará? El lunes 29 lo sabremos; si es que sobrevivimos a la campaña.
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