La contaminación cerdícola |
Se cuestiona, una vez
más, el consumo de carne en los países desarrollados; Según la FAO (pinchar), es más de
cinco veces superior en la zona rica (224 gramos por persona/día) que en los
países pobres o en vías de desarrollo (47 gramos por persona/día). Si no hay
cambios drásticos –se dice-, la producción de carne del 2001 al 2050 se
duplicará. En el 2014 había en España 29,2 millones de cerdos (con perdón) censados, un
millón más que el año anterior. Los expertos recomiendan un consumo máximo de
carnes rojas (vaca, cerdo, oveja) de 70 gramos por persona/día. En España,
según la Encuesta Nacional Alimentaria (ENIDE 2011), la media de consumo de
carne roja y productos cárnicos, sin incluir aves, es de 116 gramos por día. El
exceso de consumo de carnes y productos de origen animal es una característica
de la dieta de tipo occidental.
Se certifica que existe
una sólida evidencia científica que demuestra que respecto a una dieta a base
de alimentos vegetales (como la mediterránea o vegetariana) comporta un mayor
riesgo de obesidad, de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos
tipos de cáncer (colon y recto y probablemente esófago, estómago y mama).
Se dice también
que con este tipo de consumo aumentan las enfermedades, disminuye la calidad de
nuestra existencia y, lógicamente, acorta la vida.
Estas estadísticas
(porque dicen que son estadísticas), contrastan con otra supuesta evidencia científica
que nos dice que en los países desarrollados se vive mejor, con más calidad de
vida y que se ha alargado la vida de las personas de manera sustancial, ¿En qué
quedamos?
Se habla mucho de
la obesidad y los problemas metabólicos en los países desarrollados, pero si
escudriñamos bien veremos que la obesidad y otros problemas metabólicos van
aumentando conforme vamos bajando en la escala social. La gente de alto nivel
económico de las naciones desarrolladas y mayor nivel de estudios, incluso han
bajado en estos problemas en los últimos años; por el contrario, en sectores
urbanos tradicionalmente marginales o “debajo del umbral de la pobreza” clases
baja y media-baja, la obesidad y otras enfermedades metabólicas han progresado
mucho. ¿Comen menos carne los ricos?, no, según también las estadísticas. Quizá
los problemas y enfermedades metabólicas se deban a que hoy estos colectivos de
clases bajas pueden acceder a comida barata de alimentos dulces, procesados y
refinados con un fuerte componente de hidratos de carbono de rápida absorción,
no precisamente cárnicos, y cuando acceden a los alimentos cárnicos es a lo que
llamamos “comida basura”, es decir carnes y grasas de muy baja calidad o poco
recomendables como la margarina (que es una “bomba de relojería”), aceites
malos, de calidad de dudosa metabolización también, pero que son fáciles de
producir y baratos de comercializar.
Según otras estadísticas,
como digo, en países desarrollados con un alto nivel de vida y cultura, como
los países germánicos y nórdicos, la obesidad ha disminuido y siguen comiendo
mucha carne, como Alemania, y de cerdo; lo mismo se puede decir de las clases
altas y medio-altas de todo el mundo.
Se escucha poco
hablar de algo que en los años 70 y 80 del pasado siglo se hablaba mucho y con
tremendismo: “La explosión demográfica”, hoy es tabú hablar de ella; no quieren
hablar de ella (por perjuicios irracionales), ni las religiones (la Iglesia
Católica es partidaria de fomentar la natalidad), ni los nacionalismos (liquidarían
a los demás pero fomentan la de ellos), ni las derechas ni las izquierdas;
estas últimas quizá porque los países en vías de desarrollo y los movimientos
progresistas de los países pobres la rechazan por miedo a que el control de la
natalidad se aplique por medios no democráticos y eugenésicos, y porque son
nacionalistas, y quieren progresar también en número de individuos para competir
mejor con las otras naciones. Por supuesto no la quiere el capital
multinacional y financiero, que es internacional, o sea globalista, que prefiere mucha población para tener la hegemonía en
la ley de la oferta y la demanda laboral con una gran mano de obra que le
permita seleccionar al personal y mal pagarle como hacían los señoritos
terratenientes y los caciques rurales.
Hemos pasado de 1.600,000.000
de habitantes en 1950 a cerca de 8.000,000.000 en la actualidad; en las
próximas décadas la población puede duplicar o triplicar esa cantidad. Eso es
insostenible. A lo mejor con las nuevas tecnologías aplicadas a la agricultura,
la ganadería y a la industria agroalimentaria, se podría dar de comer a todos
si se aplicara una buena política económica planificada y solidaria
internacional (pero de esta, las élites, tampoco quieren oír hablar), sin
embargo, este alto nivel de producción, sean de granjas animales, factorías y
cultivos vegetales, parece que produciría deterioro del medio ambiente, colapso
ecológico y enfermedades sin cuento. Parece que el problema es que comemos
mucha carne y se cultiva mucho para dar de comer al ganado, Ya veríamos si
comiendo solo vegetales no íbamos a necesitar tierras de cultivos enormes con
deforestación y procesados industriales para comercializar el consumo de
millones y millones de individuos.
Nos llaman a
consumir menos y que apliquemos el control de natalidad a las vacas y a los
cerdos, mientras los humanos nos multiplicamos sin freno como los roedores
cuando no tienen depredadores.
Para solucionar
este problema está apareciendo con fuerza en el mundo ecologista la nueva filosofía del "Decrecimiento", que está sustituyendo a la ideología “del
desarrollo sostenible” (que se considera obsoleto ya antes de que se haya
aplicado), o sea, que no solo no debemos aumentar la producción, sino que la
tenemos que rebajar constantemente a niveles de hace unas décadas cuando el
mundo tenía la mitad de población que ahora. Se supone que los países ricos y
las clases altas y medio-altas del mundo, se van a poner a aplicar este método
con entusiasmo y sin obligarles, que son muy buena gente, y que los países
emergentes o pobres van a conformarse y frenar su desarrollo para acercarse o superar al
Primer Mundo en producción y consumo, al que también tienen derecho y
reivindican. O que las clases bajas y medio-bajas, de los países desarrollados
como el nuestro vamos a consumir menos, mientras que las altas consumen a "mogollón" (en eso estamos pensando).
Cualquier avance social, para los trabajadores y la población en general, conlleva un crecimiento de la producción y del PIB |
La desvergüenza e
irresponsabilidad de los conservadores y neoliberales de las derechas es suicida, y nos abocan a un colapso de la naturaleza de dimensiones catastróficas como no se cambie de rumbo,
pero, a veces, la ingenuidad de los intelectuales, sociólogos y politólogos de
las izquierdas es tremenda. En vez de ir a las causas principales que son la
mala distribución de la riqueza en el mundo, la falta de planificación
solidaria e internacional de la economía por parte de los estados, que no
quieren “meterle mano” al capital financiero y multinacional, y el
descontrolado aumento de la natalidad, se proponen soluciones quiméricas e
idealistas de resolución; La derecha propone caridad para con los pobres y confinamiento
de la población en sus países cuando no la necesita aunque se mueran de hambre
o de miseria, y la izquierda ecologista, decrecimiento de la economía y de la producción. ¡Producir
menos para que comamos todos!
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