sábado, 11 de julio de 2015

Testimonio. Más de treinta años con el mismo tambor.

Reconozco que soy muy conservador y no entiendo a los que están constantemente cambiando de tambor; el tambor es como una extensión de uno mismo y a veces pienso que tanto cambiar de tambor es porque no se está a gusto con ningún tambor o, lo que es peor, no se está a gusto consigo mismo. Solo he tenido tres y el primero era de mi padre, de parche de piel natural y bordones de tripa que todavía conserva mi hermano en casa. También uno amprado de un vecino que tuvo a bien dejármelo cuando un tamborcico de infantil me lo desbodregaron y me quedaba sin poder salir a tocar ese año.
Luego compré otro de llaves en Hijar, todavía de piel, y al poco lo modernicé con parches de plástico y bordonera interior, aunque quedó mal calibrado y nunca tocó bien. Por fin, mi hermano encargó uno de Calanda de un conocido artesano y tamborilero, con el que siempre he estado muy satisfecho pero, como pesa el condenado; ya casi no puedo con el.
También respeto a los innovadores, a los progresistas, a los que quieren cambiar las cosas. Algún año me compro un tambor nuevo, a ver si toca solo, que los de ahora son la leche; redoblan que da gusto. Cualquier día les dirás: “las imagénes”, y los palillos se pondrán a tocar “las imagénes”. Creo que están haciendo una aplicación que pronto se podrán descargar cuando se hagan tambores digitales, que ya creo que se están haciendo.
Con el bombo hay menos innovaciones; son más livianos pero siguen siendo de piel y cuerda. Los de piel sintética no reproducen el sonido tradicional y lo empeoran; cosa que no sucede con los tambores modernos. Así son las cosas. Yo soy de los que piensan que es más difícil y complicado tocar el bombo que el tambor en contra de lo que suele creerse. Un error con el bombo desmerece la armonía y muchos errores acaban con ella; sin embargo el tambor se adapta al ritmo que marca el bombo, que puede ir desde marcar lo mismo que el bombo hasta hacerlo con un percusión o redoble pulcro y hasta creativo, si se sabe, porque puede ser un cencerro y en este caso más vale limitarse a tocar como el bombo (pam, pam, pam; pam-pam).

Mi primer tambor de llaves; casi nada. En la Placica con los Aboses, mi hermano, mi primo Carmelo, Pablo y el tio Relampago.















En la Placica también. Mi amigo Emilio era más aficionado a la música ye-ye o el rok que al tambor y el bombo. Ahora somos más de la jota que es de mucha más calidad que la música ligera.

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