
En
nuestra cultura occidental influye Aristóteles que defendía el aborto para
controlar la natalidad de las familias muy numerosas y humildes.
Hipócrates, considerado el padre de la medicina moderna demostraba
conocer formulas abortivas pero alertaba de los riesgos para la salud de la
madre, o Sorano de Éfeso, que en el siglo II usaba para abortar, la ruda o
hisopo.
En
el antiguo Derecho Romano no hay disposiciones contra el aborto; se puede decir
que en las sociedades antiguas, tanto de Oriente como de Occidente, el aborto y
la anticoncepción, no suponían ninguna cuestión de tipo moral o religioso y se
utilizaba también para controlar la población (control de la natalidad). En
derecho era una competencia del padre de familia o del clan, que disponía según
su particular deseo.
Es
con el cristianismo cuando se empieza a considerar el aborto como una cuestión
moral y teológica que se solía centrar en los siguientes aspectos:
-Se consideraba pecaminoso cuando servía para
ocultar un pecado sexual como la fornicación o el adulterio.
-Se
discutía en que momento ocurría la hominización o infusión del alma en el feto.
Creyendo que esto ocurría tardíamente, a los 40 días, si era varón, y a los 80,
si era hembra; opinión atribuible al dicho Aristóteles.
Durante
los seis primeros siglos de la cristiandad, no hay unanimidad en el
cristianismo sobre este asunto, dependiendo de las diferentes áreas geográficas
o teólogos. Una minoría creía que la hominización ocurría en el momento de la
fecundación y la mayoría sostenía el punto de vista de Aristóteles.
La
contradicción fue resuelta gracias a la gran influencia de San Agustín, partidario
de la teoría de la hominización tardía. Este obispo sostenía que “el aborto es homicidio
solamente cuando está formado el feto”. Santo Tomás de Aquino, siglos después,
también compartía esta opinión. Santo Tomás de Aquino y San Agustín son los dos
principales maestros de la iglesia Católica; sin embargo Tertuliano y con posteridad, San Alberto Magno, que también fueron muy importantes en la Iglesia antigua y
medieval, defendían lo contrario.
Siglos después, en 1588, el Papa Sixto V, en un intento de frenar la
prostitución en Roma (que se salía de madre porque la practicaba y se lucraba
el propio clero), declara el aborto y la anticoncepción pecados mortales,
posibles de excomunión o muerte en la hoguera.
Pero el que le siguió, Gregorio XIV, restablece de nuevo el principio de
hominización tardía, hasta que mucho después, en 1869, Pio IX, declara de nuevo
el principio de hominización inmediata a la concepción, según el cual el alma
humana está presente desde el mismo instante que se produce el embarazo.
Y aquí es cuando se lía
la cosa; casi todos los teólogos, investigadores, médicos y enterados, están
más o menos de acuerdo con esta historia, pero los antiabortistas afirman que
la ciencia ha dado la espalda a Aristóteles, y los abortistas aseveran que la ciencia ha dado la razón a
Aristóteles (menos en esa tontada de que la hominización ocurre más tarde en la
hembra). Cada vez se recurre menos a la fe revelada, que ha quedado ya un tanto
obsoleta y todo el mundo es científico. ¿Por qué no se acude a la razón, puesto
que se habla de conceptos, de ideas, de hipótesis, de presunciones, o de fe,
que es una abstracción aunque motive mucho a quien la tiene? Pues porque con la
razón no se puede dogmatizar, en esto como en tantas otras cosas en la que se
confrontas las ideas hoy en día, si tiene el aval de científico, es como antes
el dogma de fe: “va a misa”.
Para la genética, el feto es
humano a partir de la segmentación. Para la ginecología-obstetricia, desde la
anidación. Para la neurofisiología, sólo cuando se forma el cerebro. Y para la
sicosociología, cuando se da una relación personalizada. O sea que la ciencia
carece de consenso en cuanto al comienzo de la vida humana.
A ver quién quien es capaz de demostrar
que el alma se aloja en nosotros en el momento inmediato de la concepción o más
tarde; sobre todo después de que en las diferentes escuelas religiosas, también
en las filosóficas de toda especie, se han discutido este tema hasta la saciedad
sin ponerse de acuerdo ni en estos momentos. Qué no nos vengan que está
científicamente probado cosas que no se pueden demostrar, porque lo probado por
la ciencia es demostrable, sino es demostrable no es ciencia.
Por
ejemplo; hubo mucho tiempo que se cuestionaba en la Iglesia Católica que las
mujeres tenían alma; afortunadamente ganaron los que apostaban por el sí. Yo
todavía no tengo claro si la tenemos los varones. Algunos filósofos paganos,
menos brutos en lo de la esclavitud, defendían que las estirpes europeas eran
humanas y no podían ser esclavizadas (por ejemplo los hispanos y
galos), y se permitían extender esta condición a estirpes negroides, asiáticas
etc., de manera que los esclavos se quedarían solo para los negros bantúes,
cafres de África y poco más.
En
estas ideas, que no en las del anti-esclavismo moderno de la ilustración
liberal que vino más tarde, se basaban algunos religiosos para decir que los
indios del Nuevo Mundo no podían ser esclavos.
Hasta el siglo XIX, hay permisividad hacia el aborto, pero el
capitalismo emergente, con la alta tasa de mortalidad, la falta de mano de obra
y las extensas colonias antiguamente deshabitadas, favorecen que todos los
países la emprendan contra el aborto y se prohíba en casi todos sitios. Hoy en
día el capitalismo no será un aliado de los antiabortistas; en algunos aspectos
el capitalismo quiere retornar al pasado, pero no en este; el problema hoy en día es la
masificación y sobrepoblación del planeta; sobramos miles, millones de
personas, no saben qué hacer con nosotros.
El
primer país en legalizar el aborto fue La Unión Soviética en 1920, antes de los
tres meses de embarazo; después de la Segunda Guerra Mundial, todos los países
del este de Europa y los industrializados del Oeste, EE.UU., Japón, Canadá,
etc., lo aprobaron. En estas decisiones influyo no tanto la perdida de
religiosidad y “valores” de la sociedad, como gusta decir a la iglesia sino, en
primer lugar: la liberación de la mujer de su estatus de servidumbre histórica
de tipo patriarcal, la consolidación en estos países del derecho de las mujeres,
igual que de los hombres, al trabajo, y el establecimiento de una nueva conciencia de
paternidad responsable de tipo burgués, que hace que las parejas de clase media
de los países ricos o industrializados tengan muchos menos hijos para criarlos
y educarlos mejor. Esa es una tendencia general y mayoritaria al margen de que
sean ateos, agnósticos o practicantes religiosos.
En
segundo lugar, la constatación de que el aborto, aunque no es el mejor método
anticonceptivo, se practica no solo en las clases pobres de la sociedad,
también en la ricas y en las familias conservadoras que recurren a él
clandestinamente cuando les toca, causando un número elevadísimo de muertes y
lisiadas, sobre todo en las mujeres de bajo nivel adquisitivo que tienen que
recurrir a malos profesionales y explotadores clandestinos.
En cuanto a lo práctico
o lo convencional, en ciencia o medicina, se dice que desde la fecundación se
pasa por tres etapas: Embrión, feto y neonato. Es en esta última, el neonato o
recién nacido, cuando se considera al individuo como persona desde el punto de
vista legal, incluso en países no abortistas. (A pesar de que la Iglesia defiende
la sacralidad de la vida del embrión en potencia a partir de la fecundación, nunca comparó el aborto con el crimen de
infanticidio, ni
prescribe rituales fúnebres o el bautismo in extremis para los fetos
abortados)
No podemos saber cuando un embrión o, incluso un feto, es ya
una entidad independiente con categoría humana. De forma convencional y legal se considera una persona desde el nacimiento hasta que se decreta su fallecimiento. Bien es verdad que por sentido
común, por filosofía humanística o por prudencia, en los países que legalizan
el aborto, lo hacen siguiendo la tradición aristotélica apoyada por San Agustín de la hominización
tardía, con un sistema de plazos y respetando en todo tiempo la prioridad de la vida de la madre en caso de riesgo
en el parto o en caso de malformación del feto.
Aunque
la verdad es que hay corrientes religiosas presentes en muchas iglesias y
sectas, que son deterministas y creen que ya el espermatozoide del varón está
destinado solo a procrear y la sexualidad de la mujer sería el ser receptora
solamente con voluntad reproductora. El libre albedrío de la sexualidad, por
ejemplo, como disfrute o goce del cuerpo aunque fuera dentro del matrimonio,
sería demoníaco. Esta doctrina neo-con(servadora) choca con la moral del neo-liberalismo,
que a veces alberga a estos sectores religiosos de la derecha fundamentalista y les crea muchas
contradicciones. A la derecha. En la izquierda, incluso los que son creyentes, hace tiempo que lo tiene claro.
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