El redoncho y la guiadera. |
En la infancia de mi generación
(décadas de 1940-50), los Reyes magos no eran tan generosos como lo son
actualmente, y eso que le hacen la competencia el Papá Noel y otras majestades,
protestantes o paganas, que les traen juguetes a los críos con antelación, el
día de Navidad o Año Nuevo.
Por entonces envidiaba yo a algunos
amigos hijos de familia de clase media -que
eran las menos en el pueblo-, que con antelación al día de la Epifanía de Reyes, ya
jugaban con un enorme surtido de juegos reunidos, pelotas, trenes y cambiones; plumajes de indios con arcos,
flechas y tomahawk (astralicas de indio), fuertes con yanquis y pielrojas, y
demás. De las niñas de postín no me acuerdo, pero supongo que irían a la par
pero con juguetes para chicas, niñas quiero decir, aunque eso de niñas o nenas
era muy ñoño para la gente del común. Zagalas, en todo caso.
Para los demás, incluso hijos de
labradores “fuertes” pero tradicionales, cuatro carambelicos del agüelo,
guirlache, que era una cosa muy apañada y de la tierra; pinturines y algún
plumier y libreta, y si tenías suerte con los tíos, algún juguete, pocos.
Recuerdo que a un amigo mío le trajeron
un año, creo que Baltasar, un pelotón (y no sé porque, pues era malismo mi amigo), pero no se lo dejaban
usar para que no se estropeara. Mucho menos que lo compartiera con los amigos
por miedo infundado a que desapareciese. Nos preguntábamos los demás, para que quisiera
un juguete tan valioso si no podía jugar con él ni hacer equipo con nadie, pero
nada, no hubo manera; puede que todavía tenga el balón en el mirador (desván)
de la casa, de relicario.
Entonces había que ingeniárselas para
hacerse los juguetes de manera artesanal. Un “cachuelo”, es decir una lata de
sardinas, a ser posible grande; dos carretes de los de hilo, para hacer de
ruedas, y una cuerda de atar sacos, hacían un camión de dos ejes. Yo no era
nada habilidoso y no sabía hacer que rodaran las ruedas, pero los había que no sé
cómo, pero lo conseguían. Muy popular era el juego del aro, “redoncho” le
llamábamos, generalmente conseguido de los aros de cubos de sardinas rancias o
barriles viejos; se impulsaban con una varilla doblada en la punta, que
llamábamos “guiadera”. La “trompa” (peonza) con la "ligadera" -creo que se llamaba al cordon propulsor, aunque no me acuerdo bien-, las “bolicas o pitos” (Canicas),
las “tabas” aprovechando un hueso de animal que llamábamos así, etc. Cuando
llovía, y como las calles estaban de tierra, aprovechábamos para entrenarnos en
nuestra vocación de ingenieros de riegos y pantanos haciendo “paradicas” con
la tierra, que con el agua, como se sabe, se hace barro. Cuando algunos muy
voluntariosos llegaban a casa con más barro que si hubieran sido “zaiqueros”,
seguro que llevarían más de una hostia; “collejas”, que dicen ahora, aunque las
hostias eran algo más fuertes.
Un amigo muy mañoso e hijo de
carretero-carpintero, nos hacía puñales y espadas a peseta o dos, según el
regateo, que era mejor que hacerlas de caña, como las usaban quienes no tenían perricas o perragordas ni para eso. De caña
también se hacían “chuflainas” y
otros instrumentos musicales. Con cañas y
alambre hacíamos “forcachas” (horquillas) para “forigar” (hurgar) en los múltiples nidos de
gorrión que entonces había en las fachadas de tierra de las casas. También se
hacían “tirafondas” (tirahondas o tirachinas), para cazar pájaros, y algunos,
pocos, eran maestros en el antiguo arte de la “honda antigua”, muy peligrosa
para los no iniciados.
Las "bandionaderas" (columpios) las había de dos clases, como ahora, las de balanceo, con un tronco sobre otro pequeño, al cruzado y las de asiento colgada, con una cuerda atada por cada una de sus extremos a una rama de arbol y de asiento un saco bien enrollado de base. Tambien teníamos "esbarizaculos" (toboganes), que los solíamos improvisar en los limites de una era más alta con otra más baja.
Los juegos de los chicos eran con
preferencia bélicos o belicosos, como el “marro” o “churro, media manga
mangotero” que se jugaban con gran brutalidad, al menos para mí que era algo
“bledano”, y el de las chicas,
cocinillas, “monchas” (muñecas), comba (que tambien tenía otro nombre que no recuerdo), diversos de tabas y tejas. Los chicos
cuidábamos de no jugar a juegos de chicas para que no se nos interpretara mal nuestra
panda, aunque muchas veces nos hubiera gustado. Algunos lo hacían, porque no
tenían perjuicios y era una forma de alternar con ellas o porque ya
manifestaban maneras naturales a los juegos de chicas.
Es curioso que a muchos amigos míos
muy militaristas en sus juegos fueran, llegada la pubertad, pacifistas, y
muchas niñas que adoraban sus muñecas y labores de la casa sean hoy feministas.
Mientras que yo que era muy pacifista o pacífico no tenga claro ahora eso de no hacer
la milicia popular (aunque sea respetando la objeción de conciencia de los
antimilitaristas confesos) o lo de prohibir los toros. Me pregunto si las cosas
con las que juegan los niños, que sirve para recrear su fantasía y despertar su
imaginación determinará sus inclinaciones futuras como piensan los sicólogos infantiles
actuales; Yo creo que no; a mí no me gustaba jugar a recrear comidas y hacer la
comprar y de mayor me encanta. Me
gustaba de niño el hacer mecanos y paradicas y de mayor no me gusta la mecánica
ni trabajar los campos. Me gustaban mucho los juegos de mesa y ahora los
aborrezco. No sabe uno lo que le depara la vida.
De todas maneras los Reyes Magos
traen ahora casi todo lo que se les pide, y eso que estamos en crisis, pero a
mí, pocas veces me trajeron lo que les pedía y eso que como mi padre era
panadero y no agricultor y no teníamos cebada ni alfalces, trigo o panizo, les ponían en el balcón un capazo de menudillo
de salvado con harinazas, que dicen
que lo apreciaban más, y una galleta (pozal o cubo)
con agua para que bebieran los camellos.
Cuanta memoria tienes. Ya ves que no necesitabamos ni una perrica para pasarlo bien
ResponderEliminarAhora con mobil cada uno en su casa .