jueves, 10 de abril de 2025

Alta cocina. Potaje de vigilia, buen plato para estos días

 El maestro: Manuel Caro "Garayo"

El potaje de vigilia se originó en la Edad Media como un plato de cuaresma, debido a la prohibición de comer carne los viernes de Cuaresma, una celebración que comienza el Miércoles de Ceniza y acaba la tarde del Jueves Santo. La Iglesia católica llamaba a la abstinencia de carne a los mayores de 18 años.

Para entender el potaje de Vigilia hay que remontarse hasta el medievo, cuando el bacalao en salazón se popularizó en el interior de la península, permitiendo hacer llegar el pescado a lugares alejados de la costa. Sobre esta forma de conservación y consumo, la primera constancia escrita que hay es un tratado de 1354 en el que los Reyes de Inglaterra y Escocia autorizan a los pescadores de Vizcaya a pescar en sus costas.

El auge del consumo de bacalao desalado permitió incluir este potaje entre los platos de Vigilia, siempre y cuando se cambiase el tipo de fuente de proteína que se añadía a este guiso de cuchara, especialmente en las zonas del interior de España donde hasta entonces la proteína principal provenía de la carne.

Pero ¿qué pescado llegaba a las zonas en las que no había costa?: el pescado en salazón. Concretamente, el bacalao o abadejo -nombrado así porque a partir del siglo XV comenzó a ser muy frecuente en abadías y conventos-, una de las materias primas que más tiempo duraba en salazón (hablamos de la posibilidad de durar años en esta conserva) y que podía resistir largos viajes por mar y tierra.

La receta del potaje de vigilia es un guiso tradicional, que no solo se come en Semana Santa. En ciudades como Sevilla lo tienes casi todo el año en sus cartas, y como tapa fija para disfrutar en sus barras. Esta es la receta infalible y sencilla para que este guiso quede riquísimo. 

Ingredientes (4 raciones):

·      300 g de garbanzos

·      300 g de espinacas

·      200 g de bacalao desalado

·      1 cebolla

·      1 puerro

·      1 zanahoria

·      4 dientes de ajo

·      2 rebanadas de pan

·      2 huevos cocidos

·      1 cucharada de pimentón

·      Unas ramas de perejil

·      Tomillo

·      1 hoja de laurel

·      1 dl. de aceite de oliva virgen

·      Sal

De víspera, colocar a remojo los garbanzos en agua templada.

Poner al fuego una cazuela con agua y sal a la que añadiremos la cebolla pelada entera, el puerro limpio, la zanahoria también pelada y el perejil, el tomillo y el laurel, estos últimos atados con un hilo. Cuando arranque a hervir, añadir los garbanzos perfectamente escurridos y dejar que hiervan hasta que los garbanzos estén tiernos. En olla exprés se harán antes.

Por otro lado, quitar los tallos a las espinacas, lavar con cuidado las hojas y cocerlas en agua con sal durante un par de minutos o tres. Escurrirlas hasta quitarles toda el agua y picarlas.

Poner en una sartén aceite y dorar 2 dientes de ajo partidos por la mitad. Retirarlos del aceite e introducir en el las tajadas de bacalao dejando que se hagan a fuego muy suave dos minutos por cada lado o algo más si las tajadas son gruesas. Retirar el bacalao del aceite, quitarle las espinas y desmigarlo.

Pon una sartén al fuego con 4 cucharadas de aceite de oliva, 2 ajos pelados y 2 rebanadas de pan. Deja freír hasta que se doren las rebanadas de pan. Añade al final una cucharadita de pimentón y una pizca de azafrán.

Retira las rebanadas y los ajos, ponlos en un mortero y májalo todo junto con las yemas de los huevos cocidos.

Una vez los garbanzos cocidos, retirar las verduras con las que han cocido, añade el aceite de freír el pan y el majado. Sala, añade las espinacas e incorpora las claras de huevo picadas y deja 10 minutos más al fuego.

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